Festival Internacional de Música y Danza

Cuando un Fígaro minimalista explota en detalles

  • El Palacio de Carlos V acoge la ópera 'Las bodas de Fígaro' de Mozart, una de las grandes apuestas de este año del Festival

Imagínese Sevilla. Ahora recreéla enfundada en una celosía arabesca. Traslade eso al Palacio de Carlos V dando cobijo a su vez y en su centro, a músicos vestidos de negro esperando el momento en el que tienen que construir el resto de escenario con sus notas. La de anoche fue la representación semiescenificada de Las bodas de Fígaro de Mozart. A medio vestir pero a fuego fuerte desde que los asistentes cogieron asiento y empezaron a pasar la vista en cada detalle neutro de la escena.

Una historia que se contó completa, pese a carecer de los elementos clásicos de la barroca escenografía de la gran ópera, a golpe de estimular la imaginación del público apelando a cada arista emocional en contrastes de luces, sombras y destellos. Porque la ligera arquitectura efímera (resguardada entre las columnas de una magnífica) de Lans bodas de Fígaro de Frederic Amat como creador del espacio escénico, edificó la Sevilla de Mozart con toda su gama de color. Opera de gestos, de pura escena viva e intimidad exprimida en cada detalle visual y de diseño de los movimientos.

Las más de 1.000 personas que acudieron a ver el espectáculo –entre ellas el embajador de Suiza y Anne Igartiburu como invitados de honor–, luchando por otro lado contra el calor que pareció llegar justo para ambientar una tórrida noche sevillana, vieron cómo los artistas del elenco jugueteaban por la escena junto a los músicos, que impertérritos en la mayoría de ocaciones, hicieron las veces también de atrezzo minimalista.

Tres ediciones de Festival sin ópera y anoche se resarció evocando unas melodías que todo el mundo supo bailar con cuello, rodillas y dedos contra la pierna. Excitante Mozart, como siempre, que tuvo un especial preludio en el Ambigú minutos antes de que comenzara la fantasía sevillana. Se hizo el agosto de la temporada.

Esta Bodas de Fígaro, que se aleja de su atavío de sorna y se centra en el carácter de la crítica social, regresó anoche en el primero de sus pases –el domingo habrá otro– dando cuenta del talento tanto del elenco como de la dirección musical de Jacobs que supo distribuir el peso de la historia por cada rincón del Palacio, y que además recibió la réplica intelectual de los presentes, que pudieron seguir el texto desde la butaca gracias a que el texto fue proyectado en el friso central del palacio.

La versión de Jacobs llega tras un viaje de siglos en el que el belga pone todos sus esfuerzos en devolver a la vida la versión más precisa del estreno del propio Mozart. Jacobs decidió recuperar los instrumentos originales y recuperar los recitativos para terminar de labrar una escena completa entre el suelo y el cielo, lo tangible y lo sonoro. Siglos mediante, el elenco consiguió arrancar más de una carcajada al público. No en vano, Mozart llevó la historia hasta Sevilla, espacio alejado de las mentes más políticamente correctas de centro Europa, al fin y al cabo la obra gira en torno al derecho de pernada que Fígaro quiere evitar que su señor ejerza con su prometida.

Posiblemente el espectáculo más esperado y de mayor impacto visual de todo el Festival este año, Las bodas de Fígaro se elevó más de lo que su ADN de hijo de genio acostumbra. No muchas obras caen en las cuatro manos de un arquitecto visual como es Amat y de uno musical como Jacobs dispuestos a moldear las sensaciones inherentes de una obra y dejarla lista para unificarse con un público eterno, el de Mozart.

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