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Frears se mete en la alcoba de una cortesana

  • El director presenta 'Chéri', una adaptación de la novela de Colette

Después de escudriñar la intimidad de Isabel II de Inglaterra en The Queen, Stephen Frears no cree que haya cambiado de registro al meterse en la alcoba de una cortesana para Chéri, adaptación de la famosa novela de Colette con una luminosa interpretación de madurez de Michelle Pfeiffer. "No veo la diferencia entre una reina y una cortesana. Para mí son lo mismo", afirma flemático el director inglés. "Las dos son mujeres ricas", remacha irónico.

Chéri, presentada en la Berlinale de 2009, devuelve a Frears a los corsés y a la pompa del cine de época ambientado en Francia, el que le dio uno de sus mejores títulos: Las amistades peligrosas. Y, como en aquélla, vuelve a trabajar sobre un guión de Christopher Hampton y a desgranar una poderosa interpretación de Michelle Pfeiffer.

El cineasta, no obstante, rehúye las comparaciones. "En Las amistades peligrosas cada línea era una mentira. John Malkovich mentía, Glenn Close mentía. En Chéri no mienten. Simplemente no tienen desarrollado un lenguaje que les permita expresar sus sentimientos", matiza.

Chéri, más ligera aunque también amarga, retrata efectivamente la obstaculización de los sentimientos por culpa de la retórica y del protocolo. En este caso, el tira y afloja se establece entre una famosa cortesana que busca la jubilación y el joven y díscolo galán que da título a la cinta y que interpreta Rupert Friend. "Por un lado, tenemos un mundo en el que el sexo es un arma de poder. Por otro, está el mundo de los sentimientos. El amor tiene una parte en sí misma sexual, así que no me parecen mundos contradictorios y se ven obligados a convivir", asegura.

En el ojo del huracán entre ambos frentes, resurge etérea pero vulnerable Michelle Pfeiffer en su mejor personaje en años: si la Madame de Tourvel diseñada por Choderlos de Laclos era un paladín de la virtud devorada por el deseo, ahora encarna a Léa de Lonval, cortesana víctima de los espejismos del amor creada por Colette. "Me hace reír el mundo de las cortesanas. Son unas mujeres 'outsiders' en una sociedad muy estricta", asegura, y para buscar ese punto entre lo avanzado y lo decadente ha reunido a un grupo de excelentes actrices entre las que también se encuentra Kathy Bates.

En ese divertido juego de captar la disciplina aplicada al libertinaje, Frears desarrolla una de sus habilidades más celebradas para abordar la complejidad: la acidez. "Siempre me han gustado las historias donde la gente no dice lo que siente, donde sus palabras y sus sentimientos se contradicen. Supongo que soy un pervertido", ironiza el director.

Es cierto que hay obsesiones que hilan la trayectoria de Frears. Pero no es menos cierto que, ante todo, el realizador se ha destacado por su versatilidad. "Quizá el secreto esté en que nunca escribo guiones", reconoce. "Soy un analfabeto", bromea. "No sé escribir de la misma manera que no sé cocinar pasteles. Yo soy director de cine. Pero creo que tengo buen gusto para encontrar buenos guiones", confiesa.

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