Furor salvaje y pelirrojo
Animación, EEUU, 2012, 90 min. Dirección: Mark Andrews, Brenda Chapman, Steve Purcell. Guion: Mark Andrews, Steve Purcell, Brenda Chapman, Irene Mecchi. Música: Patrick Doyle. Cines: Cinema 2000, Kinépolis, Madrigal, Serrallo Plaza, Multicines Centro, ArteSiete Alhsur.
Tras dieciocho años y doce títulos liderando la nueva era digital del largometraje de animación, Pixar no da ese rotundo y referencial paso adelante que ha convertido cada nuevo estreno en un pequeño hito en la historia del género, ya sea por el tratamiento y el desarrollo tecnológico y estético como por la elección de la historias o la creación de personajes.
Por primera vez en su trayectoria, Pixar da la sensación de andar al rebufo o trabajar con recortes e ideas ya previamente desarrolladas por sus competidoras o incluso por la propia casa Disney con la que mantiene una complicada y edípica aunque fértil alianza comercial. Y es que Brave (Indomable), astutamente vendida como la primera película de la casa con heroína femenina, también la primera en estar dirigida por una mujer (Brenda Chapman, sustituida por Mark Andrews y Steve Purcell tras abandonar el proyecto) o incluso como la primera con un mensaje feminista de todas las suyas, no crea ni diseña un universo nuevo o propio, a saber, su paisaje (digital) ya ha sido previamente visitado por la animación (piensen en la saga de Shrek, en Cómo entrenar a tu dragón o incluso en Enredados) y sus criaturas, más allá de la heroína adolescente, salvaje, intrépida y furiosamente pelirroja y de su madre en versión osa, no brillan demasiado con luz propia entre el habitual y festivo catálogo de acompañantes y secundarios que suelen poner la salsa en este tipo de producciones.
El pseudofeminismo de Brave queda reducido a unas pinceladas de rebeldía (siempre familiar) con causa en un paisaje de fantasía medieval de fábula bastante lineal y sin mayor atractivo narrativo que el de la ya clásica meta que cierra anhelos, frustraciones (pocas) y el irremediable deseo de reunión familiar tras una odisea transformista por un lado oscuro del bosque menos oscuro de lo pretendido.
Brave respira la no menos inevitable cinefilia marca de la casa, que nos remite al cine clásico de aventuras, al slapstick más sofisticado, a aquellas gloriosas peleas de taberna de los filmes de John Ford o incluso al mismísimo universo eco-fantástico de Hayao Miyazaki. Sin embargo, se nos queda algo corta de vuelos en su sustancia narrativa central y no consigue plasmar en imágenes de peso o con identidad propia ese aliento libertario y esa moraleja (¿?) conciliadora (aquí entre madre e hija, entre dos modos de entender la vida como mujer) más allá del deslumbrante retrato animado de una Mérida inopinadamente erotizada cuya ensortijada melena pelirroja al viento (un puro goce en sí mismo) y cuyos gestos de traviesa autoconsciente son, de largo, lo más enjundioso y atractivo de una función que tenemos la sensación de haber visto antes. Y eso, tratándose de quienes se trata, no es precisamente la mejor noticia.
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