música | recuerdo al creador de 'omega' en el sexto aniversario de su muerte

Generación Eshavira

  • El local de la calle Postigo de la Cuna, que vuelve a abrir sus puertas después de seis años, acoge un homenaje a Morente en el aniversario de su fallecimiento

Enrique Morente falleció el 13 de diciembre de 2010. Por esas fechas cerró el Club Eshavira, el templo canalla del flamenco en el que al cantaor le faltaban las zapatillas para sentirse como en casa. Seis años después, el local de la calle Postigo de la Cuna ha vuelto a abrir sus puertas con un homenaje al creador deOmega en el que participaron los jóvenes valores del flamenco granadino que han tenido en el Eshavira su cuarto de los juegos. Estaba prevista la presencia del saxofonista Jorge Parde, pero un retraso de su vuelo desde Madrid le impidió acudir a su cita con el recuerdo de Morente y aplaza para esta noche su concierto previsto.

La vida musical regresó el 2 de diciembre a la calle Postigo de la Cuna y ya tiene en su nueva memoria sentimental momentos inolvidables como Estrella Morente cantando hasta las ocho de la mañana después de la actuación de su hermano José Enrique en el pasado Festival Flamenco de Otoño. Como si no hubiera pasado el tiempo, la familia Morente regresó al Eshavira junto a otros artistas llegados de Jerez o el guitarrista David Carmona para forjar una nueva leyenda en el nuevo local que ahora ocupa el Eshavira, justo al lado del antiguo que abrió sus puertas en 1979 y que regenta desde 1989 Juan Santos. Por entonces apenas contaba con 40 años y hoy su DNI le susurra que ya tiene 66. Pero poder tener a Jaime El Parrón cantando entre amigos después de hacerlo ante cientos de espectadores en el Teatro Isabel la Católica es una recompensa que vale el precio que ha tenido que pagar para reabrir las puertas. De nuevo, y en cualquier momento, se forman corros espontáneos de aficionados con su guitarra, en un ambiente festero en el que, llegado a este punto, Juan Santos quita prudentemente la música del local para que el flamenco campe a sus anchas. La movida de siempre del Eshavira, como si no hubiera pasado el tiempo. Eso sí, el primer "ole" de la noche se lo lleva Juan Santos por cómo ha trasplantado el espíritu del Eshavira a los dos locales contiguos en los que ahora se ubica, sin salir eso sí de la calle a la que se accede después de bajar unas escaleras, igual que Planta Baja, Ruido Rosa o La Mandrágora.

Respecto al homenaje a Enrique Morente, el propietario del club subraya que era algo innegociable porque fue una persona que siempre estuvo en las tramoyas del proyecto. "Con Enrique el bar se transformó en una escuela de flamenco, cerrábamos las puertas y cantaba bajito con los jóvenes que le acompañaban y les iba enseñando la precisión de la guitarra y los tiempos del cante, además de contar anécdotas del flamenco y propiciar unos debates más que amenos", recuerda con nostalgia sobre la primera etapa del Eshavira.

Precisamente el verano antes de su cierre, el cantaor acudía dos o tres veces a la semana al club, sobre todo a las jam sessioms, que era algo que le fascinaba. "Para algunos era su padre, para mí era un hermano, todos seguimos muy unidos a él y el homenaje había que hacerlo sí o sí", continúa Santos mientras comienzan a llegar al local los artistas que participan en el homenaje. También traspasan el umbral del flamenco los guitarristas, cantaores y bailaores a los que Juan Santos engloba como Generación Eshavira y que aprendieron como cantar y cómo vivir flamenco con el Ronco del Albaicín.

Lo primero que llama la atención es que, aunque es un lugar diferente y lleva apenas una semana de estreno, el club tiene una patina de historia. "Ha sido una obra grandísima porque hemos dejado los locales en el esqueleto y lo hemos hecho a mi gusto, para la barra trajimos dos piedras de Sierra Elvira, que pesaban casi 400 kilos y se han incrustado entre ladrillo rústico y madera. Ha sido pura improvisación sobre la marcha y así ha salido todo hasta conseguir unificar con coherencia los espacios", señala Santos sobre el proceso de reconstrucción del Eshavira. "Luego la inseguridad de que me podía quedar a medias y perder hasta el bar, así que ahora que llevamos una semana abiertos me siento bastante relajado porque, además de haber conseguido abrir, a la gente le encanta y todo el mundo que viene recalca que era un espacio necesario para la ciudad".

La reforma ha salido por más de 100.000 euros, y eso que ha reutilizado parte del antiguo Eshavira, como el equipo de música y el piano. Y ha quedado empeñado hasta las cejas en su empeño de dotar de "espíritu alhambresco" el club, desnudando la estructura antigua del edificio para sacar a la luz las columnas incrustadas, para después unificar todo el espacio con ladrillo viejo, piedra o madera.

Desde fuera, parece que otros espacios como Planta Baja generan una mayor oleada de solidaridad con sus vicisitudes, cierres e incendios incluidos. Según Santos, el cierre del Eshavira fue un proceso que se veía venir porque la casa estaba en ruinas, pero creía que en dos años iba a reabrir sus puertas. Al final fueron seis años, un tiempo en el que ha seguido ligado a la música de manera más tangencial, organizando un concierto benéfico por las víctimas del maremoto de Japón o realizando distintos festivales en la capital y la provincia. Pero no con la constancia del club y ahora, después de Jorge Pardo, ya tiene confirmadas las actuaciones de Javier Ruibal o Lin Cortés...

Así que el Ayuntamiento tendrá que poner ya su chapita de Granada Ciudad de la Música en la puerta del local del Postigo de la Cuna. "El flamenco y el jazz tendrían que tener más apoyo, hay grandes artistas que sobreviven sin ninguna ayuda y los flamencos han tenido la suerte de tener el respaldo del Eshavira", sostiene el empresario.

En este sentido, el guitarrista granadino Miguel Ochando ofreció hace unos días un concierto familiar 'forzoso' en el Isabel la Católica ante apenas 50 personas. En unas semanas repetirá en el Eshavira y, probablemente, con más espectadores en frente. Y aunque el concepto del teatro en el flamenco ha ayudado a dignificar el trabajo de los artistas, "lo bueno que tienen los club es que, además de poder tomarse una copita mientras se escucha el concierto, los artistas y el público están al mismo nivel". "En un teatro hay una barrera y cuando termina el concierto el artista se va por una puerta y el público por otra, mientras que en el Eshavira están ligados y tomándose una copa codo con codo. Estar con Jorge Pardo, uno de los grandes músicos de este país, no sólo del flamenco, es algo único, algo que sólo se puede hacer en la calidez de un club", sostiene Santos. "Es que no lo sienten como una casa ajena, es casi su hogar, por eso el respeto y la atención, la vibración que se palpa en los conciertos de la que hablan todos los que se suben a este escenario". Pero incluso cuando los instrumentos están en sus fundas la música del Eshavira es escogida y selecta. En el Postigo de la Cuna, si suena jazz a través de los altavoces , se escucha a Thelonious Monk, Charle Parker o Miles Davis. Y si se pone flamenco se escucha Camarón, Paco de Lucía, Vicente Amigo...

Juan Santos está recuperando el tiempo perdido segundoa segundo. Podía haberse abierto un poquito antes y yo hubiese estado un poco más joven, cuando abrí el Eshavira no tenía ni cuarenta ños y ahora estoy en 66", señala Santos, ya preparado para vivir de nuevo la noche con toda la intensidad... musical.

Territorio mítico.El Eshavira volvió a abrir sus puertas hace unos días tras permanecer cerrado durante seis años. Ayer acogió un homenaje a Enrique Morente en el sexto aniversario de su fallecimiento con la presencia de Jorge Pardo y de los jóvenes que aprendieron.

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