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"Con el Generalife me une una relación muy personal"

  • El Premio Nacional de Danza es la estrella invitada a las noches de 'Duende' El artista ha realizado aportaciones a la escenografía

Dicen que a Javier Latorre no hay cuerpo de baile que se le resista ni historia que le venga grande. El bailaor y coreógrafo vuelve estos días a demostrar en Granada por qué siempre fue el primero de la clase durante su etapa en el Ballet Nacional. Lo hace en un escenario que conoce bien, el del Generalife, al que le une una larga relación laboral pero también personal y al que llega ahora como artista invitado del espectáculo Duende.

En la obra dirigida por La Moneta y Manuel Liñán es el artista o la estrella invitada. "Hago un taranto de unos diez minutos de duración y bailo el poema que Miguel Ríos ha grabado para el espectáculo. Esa es mi función este verano, y disfrutar claro del Generalife y Granada", resume el maestro con humildad.

Los que estén interesados perdieron la oportunidad de verlo la semana 23 al 27 de julio, pero desde el martes hasta este sábado tienen una nueva, y los últimos días serán del 20 al 24 de agosto. El resto de los días, la artista invitada será Lola Greco, que estará la semana que viene, la siguiente y la última de mes.

Esta es la primera colaboración de Latorre en el escenario con Manuel Liñán. "Con él ya coincidí en Ángeles Caídos, en el que cada uno montamos una parte, en el caso de La Moneta son ya más de 10 u 11 años de relación, desde la primera vez que trabajó conmigo en Rinconete y cortadillo, que se estrenó en el Festival de Granada en 2002", recuerda el bailaor.

"A partir de ahí también estuvo conmigo en el montaje que hicimos de Triana, en el nombre De la Rosa, que se estrenó en la Bienal de Sevilla", detalla el bailaor. "Luego hemos colaborado de distintas formas, pero tan directamente en el escenario no. Luego fue ella la que me llamó para hacer la soleá en el espectáculo Paso a Paso para la Bienal de Flamenco, con el que hace poco hemos venido a Atarfe. Y cuando se aprobó el proyecto de Duende, La Moneta también quiso contar conmigo", cuenta el bailaor sobre el romance profesional que los une desde hace una década.

Pero aunque en el libreto sólo aparezca su nombre como artista invitado, su aportación al montaje ha sido mayor. "La Moneta siempre me pide mi opinión y yo he dado consejos sobre cuestiones técnicas, como por ejemplo, detalles para darle agilidad a algunas transiciones escénicas".

Duende sí ha supuesto la primera colaboración de Latorre con el responsable de la puesta en escena, Emilio Goyanes. "Ha habido una conexión fantástica. El acogía todas mis propuestas con mucha apertura porque se reconocía neófito en esto del flamenco. Goyanes viene del mundo del cabaret y eso en cambio le ha aportado mucha frescura al espectáculo".

Él también ha podido contribuir más por su conocimiento de este teatro tanto como bailaor como coreógrafo. "En el Generalife bailé en el 83 y ahora. También estrené Rinconete y Cortadillo en 2002 para el Festival de Música y en el 98 se hizo Cosas de payos, con la Compañía Andaluza de Danza".

"Yo diría que es uno de los escenarios más hermosos del mundo y siempre es muy especial bailar aquí aunque quizás la lejanía del público es un cierto inconveniente", dice Latorre con la sabiduría que le da su larguísima trayectoria en el mundo de la danza, en donde empezó a dar sus primeros pasos con tan sólo 4. Con 16 debutó en la Compañía Lírica Nacional, y de ahí al Ballet Nacional de España, siendo solista con la dirección de Antonio Gades y Primer Bailarín con María de Ávila. A partir de ahí, su peregrinación por los teatro más famosos de todo el mundo ha sido incesante e incluye también un premio Nacional de Danza.

"Ahora está infinitamente más cómodo, moderno, accesible, agradable", cuenta sobre el Generalife de la segunda era, el que surgió tras el cuidadoso proceso de reforma. "La parte de camerinos no tiene nada que ver porque ahora el Generalife es un teatro moderno y antes era más un monumento. Ahora es un teatro en toda regla: un teatrazo".

Entre las reformas para convertirlo en un teatro "moderno" que destaca se incluye "el suelo acústico, que para flamenco es importantísimo": "Que suenen los pies con tanta claridad es una aportación básica. Ahora la técnica ha solventado el problema, porque antes lo que había eran micrófonos de boca del escenario y cuando te acercabas recogían los sonidos pero cuando estabas lejos, no. El cambio en la calidad de los suelos también va en pro de la calidad del trabajo de los artistas y del disfrute del público".

Él sabe muy bien lo que pueden ser los contratiempos de una técnica rudimentaria. "En el 83, cuando vine aquí con el Ballet Nacional no había DVD y ensayamos a las cuatro de la tarde el Sombrero de tres picos. Cuando empezó por la noche la función, la obra, que dura normalmente 45 minutos, duró una hora y diez porque se había dilatado la cinta de tal manera por el calor que lo hicimos todo a cámara lenta", recuerda entre risas.

Y sobre su relación personal con el Generalife, el artista resumen esta vinculación con dos hechos históricos en su vida: "El día del estreno de Rinconete nació mi hija pequeña en Cádiz y en este caso es la primera vez que estoy con la mayor en el escenario", o lo que es lo mismo, que pocos teatros en la larga trayectoria del bailaor pueden ofrecerle dos "reseñas tan emotivas".

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