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"Gobierne la izquierda o la derecha, la cultura en Francia no se toca; aquí sí"

  • El murciano presenta hoy su segundo trabajo como director escénico, la comedia 'Un tonto en una caja', en el Palacio de Congresos

Carlos Santos posa tras recibir el Goya al mejor actor revelación por su papel en 'El hombre de las mil caras'.

Carlos Santos posa tras recibir el Goya al mejor actor revelación por su papel en 'El hombre de las mil caras'. / EFE/JuanJo Martín

La mayoría descubrió a Carlos Santos (Murcia, 1977) cuando apareció en la serie Los hombre de Paco interpretando el papel de José Luis Povedilla, aquel policía entrañable y bueno. Seis años después, el actor se embarcaba en uno de los mayores retos profesionales de su carrera: encarnar a Luis Roldán en El hombre de las mil caras, de Alberto Rodríguez. Roldán, sí, el mismo que fue director de la Guardia Civil de 1986 a1993 y se forró con los fondos reservados. "El Caso Roldán fue la primera gran bofetada a la joven democracia española", afirma Santos. El intérprete presenta hoy su segundo trabajo como director escénico, la comedia Un tonto en una caja, en el Palacio de Congresos de Granada a las 21:00. Pedro Segura, Macarena de Rueda y Vincenç Miralles forman el reparto de esta obra "sarcástica" escrita por el dramaturgo argentino Martín Giner que recapacita sobre la astucia e ironiza sobre la sociedad de clases.

-¿Qué quiere contar con la comedia Un tonto en una caja?

-Es una comedia distópica que plantea un mundo alternativo dividido en tres clases sociales: los notables, los grandes y los pequeños. Dependiendo de donde hayan nacido, si en una zona con más o menos recursos, pertenecen a una clase social distinta. Esta obra vendría a ser un espejo de nuestra sociedad.

-¿Los notables, grandes y pequeños representarían digamos a la clase alta, media y baja?

-No exactamente. La obra habla de cómo nos hemos organizado como sociedad, de las normas impuestas para relacionarnos entre nosotros, y de como a veces somos esclavos de nuestras normas.

-Hasta el punto de pisarnos...

-Sí, por supuesto, pisar al más débil. Ese es el que peor parado sale siempre.

-¿Cuál es la moraleja más valiosa de este cuento distópico?

-No pretendo que haya moraleja. Me gustaría que la gente se divirtiera, se lo pasará en grande. Si es capaz de plantearse una serie de preguntas, adelante. Aunque si algún mensaje tiene 'Un tonto en una caja' es algo así como people have the power. El poder está en nosotros. Nosotros elegimos a los que nos gobiernan. Nosotros somos los que decidimos por qué normas de convivencia regirnos. No un alien (ríe). Está en nuestro poder, o debería estarlo, el tratar de cambiar lo que no funciona. Esta obra es un mensaje esperanzador que nos dice que aún podemos cambiar las cosas.

-¿Es más difícil hacer reír o llorar?

-Es mucho más complicado hacer reír. El sentido del dolor, lo que nos provoca ansiedad, llanto, dolor en definitiva, es muy común entre los seres humanos. Sin embargo, cada uno tiene un sentido del humor diferente.

-Ha estado en el lado de los buenos, me refiero a su papel en Los hombres de Paco, y en el de los malos interpretando a Luis Roldán y prestando su voz para el villano de 'La LEGO Ninjago película'. ¿Qué le es más fácil, hacer de malvado o de buenazo?

-Lo difícil y divertido es interpretar a un persona con muchas caras (ríe). El personaje cuanto mejor se mueve en una escala de grises es más complejo y por ende mejor.

-¿Después de interpretar a Luis Roldán en 'El hombre de las mil caras llegó a entenderlo?

-Obviamente. Si no lo llego a entender yo, dudo que le espectador lo hubiera hecho. Estamos hablando de un tipo que en su momento llegó a ser odiado por medio país.

-¿Cómo se preparó el papel?

-Leí mucho y de todo: libros, entrevistas en prensa. El director y el equipo contaban con bastante documentación al respecto. Hablaron con periodistas. Un libro que me leí para comprender el caso fue La canción de Roldán de Fernando Sánchez Dragó.

-¿Cómo consigue uno empatizar con una persona corrupta? A mí me costaría...

-Sí, a mí también (ríe). Cuando empecé a empaparme de la historia me vino a la cabeza los recuerdos de aquellos días. Tendría unos 15 años. El Caso Roldán fue el gran caso de corrupción en España. La primera gran bofetada a la joven democracia. Un hombre que en vez de velar por nuestra seguridad nos estaba robando. Me dio un poco de pudor meterme en la piel de Roldán, sobre todo porque hablamos de un personaje que es real y está vivo. Me agarré a una frase -real- que le dijo a Francisco Paesa: "Yo sólo hice lo que hacia todo el mundo". Pude entender esa sensación de víctima. Empecé a entenderlo, sí, pero no llegué a empatizar con él.

-¿Desde El hombre de las mil caras el thriller en España ha despegado, no?

-Hemos tenido una gran hornada de thrillers, sí. Que dios nos perdone, Tarde para la ira. El cine español es muy bueno. Hay grandísimos directores, actores. Tenemos que entender que el cine español no es un género. En plataformas como Netflix vas a buscar una película y te sale misterio, aventuras y el cine español como si fuera un género en sí mismo. Y no, hay largometrajes de terror, de comedia, de drama.

-¿El cine español tiene un complejo de inferioridad?

-Sí. Siempre he dicho que nos falta de eso que les sobra a nuestros vecinos franceses: chovinismo. Para algunas cosas, claro. Podríamos ser líderes en cine, no sólo en corrupción. En Francia da igual que gobierne la derecha o la izquierda. El cine y su cultura son sagrados y no se tocan. Aquí sí, y cambia en cuanto se releva el equipo de Gobierno. Deja mucho que desear también que Rajoy dijera en una entrevista poco antes de que se celebra los Goya que no había visto ninguna de las películas nominadas. Piense que hablara del aceite o del jamón español. Es muy fuerte. Dice eso y no pasa nada.

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