Granada, la Alhambra y un poco de Matisse

No resulta fácil definir esta exposición. No se trata, ni mucho menos, de una extraordinaria muestra sobre Henri Matisse. Tampoco se ha pretendido que así fuera

Un espectador mira alguna de las obras de la exposición.
Un espectador mira alguna de las obras de la exposición.

27 de diciembre 2010 - 05:00

Palacio de Carlos V. Del 15 de octubre de 2010 al 28 de febrero de 2011

No resulta fácil definir esta exposición. No se trata, ni mucho menos, de una extraordinaria muestra sobre Henri Matisse. Tampoco se ha pretendido que así fuera. Estamos ante una muestra conmemorativa, que recrea la presencia de Matisse en la Alhambra aquel día de diciembre de 1910. No es, por tanto, una muestra de Matisse; lo es de unas pocas piezas del autor y de una, muy bien documentada, galería de elementos de asuntos de muy diversa naturaleza. Una muestra extraordinariamente bien contextualizada, pero con escaso contenido sobre la trascendencia creativa del genial pintor. Pero es que no podía ser de otro modo. Matisse estuvo en Andalucía, escasamente, tres días y uno en La Alhambra, con lo que muy poca relación pudo tener con el recinto, nada más quedarse maravillado ante tanta belleza, contemplar las matizaciones de unos colores de gran pureza y encontrar motivos para seguir pintando, probablemente, hasta de forma bien diferente a como lo había hecho hasta aquel momento, que fue, además, punto de inflexión en su carrera.

Por eso, la exposición que tan magníficamente se está vendiendo, tanta repercusión mediática ha tenido y que tanta afluencia de público está acaparando, no es si no una oportunidad para contemplar algunas obras del pintor de un momento en el que, según todos sus estudiosos, estaba buscando nuevas rutas creativas, conocer de primera mano la historia de aquellos momentos en los que fue un visitante ilustre y el ramillete de obras que realizó influenciado por lo que pudo contemplar en la Colina Roja y por lo que, poco más tarde, habría de contemplar en su estancia en Marruecos. Lo demás es un estupendo complejo museográfico donde tiene cabida una gran variedad de objetos relacionados con el monumento nazarí, con Granada, con Matisse, con obras de Francisco Iturrino y Auguste Breal, así como un bien surtido conjunto de imágenes inmediatas al estamento geográfico, social y artístico donde se desarrollaron los acontecimientos de aquellos días.

Tiene, sin embargo, cosas muy buenas esta exposición de Matisse con muy poco Matisse. En primer lugar, el poder de convocatoria. Impresionante la repercusión mediática y popular. Gracias a la Alhambra, mucha gente se ha enterado de que Matisse existió y que, además, estuvo en Granada. Ha sido, muy afortunado, como ya hemos dicho, el ejercicio de contextualización y su postrera manifestación museográfica. Aquí la mano experta de María del Mar Villafranca, su comisaria junto a Francisco Jarauta, ha posibilitado un afortunado trabajo donde algunos aspectos de lo que ella diariamente dirige se ven acertadamente expuestos.

Obras como La Argelina, Joaquina o los bodegones Sevilla I y II, como obras más significativas, así como una serie de estudios sobre odaliscas, configuran una obra en la que Matisse no es si no un reclamo importante - muy importante- para desarrollar un complejo museográfico muy bien ideado y, lo mismo, puesto en escena.

Matisse y, sobre todo, Granada y su Alhambra bien merecen un viaje a la ciudad que cautivó al artista y perderse en las entrañas de un paraje único y casi imposible.

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