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"Granada es una ciudad cosmopolita... a pesar de los granadinos"

  • Miguel Ríos presenta en su ciudad 'Cosas que siempre quise contarte', las recién publicadas memorias de sus cinco décadas de trayectoria en el mundo de la música

Retirado ya (relativamente) de los escenarios, Miguel Ríos pensaba que "lo había hecho casi todo, hasta montar en globo", y de repente se vio metido de lleno en algo en lo que "no era más que un principiante". Acostumbrado al "corsé" de las canciones, el "local hero del rock & roll" -como lo define el director del Centro Andaluz de las Letras, Juan José Téllez- no se había probado nunca a sí mismo en la escritura "en largo", y tras un jugoso anticipo de la editorial Planeta y algo más de un año de trabajo diario el resultado es Cosas que siempre quise contarte, unas memorias en las que el músico granadino evoca, cerca de alcanzar los 70 años, los amores y los desamores, los triunfos y los batacazos que marcaron sus cinco décadas en el mundo de la música. Ayer, como en la canción, volvió a Granada para presentar sus memorias. Por la mañana lo hizo de manera más oficial, con la delegada de Educación, Cultura y Deporte, Ana Gámez; y el director del Centro Andaluz de las Letras, Juan José Téllez. Y por la tarde, ante una Biblioteca de Andalucía a rebosar, de manera más distendida en compañía de dos viejos amigos: el poeta Luis García Montero y el periodista Alejandro V. García.

Miguel Ríos habló ampliamente sobre lo que significa para él la ciudad de Granada, con la que mantiene "un amor de ida y vuelta" y que siempre ha sido su norte y "en cierta forma su fin". "Debajo de eso existen pueblos infectos donde se va a tocar, con gente real, donde tienes que dar todo", ha señalado el cantante, al tiempo que bromea al añadir: "Es muy difícil que Bob Dylan se sintiera Bob Dylan en Motril".

También reflexiona ampliamente sobre lo que significa para él la ciudad de Granada, con la que mantiene "un amor de ida y vuelta" y que siempre ha sido su norte y "en cierta forma su fin". "Me importaba mucho más que en mi barrio gustara un disco, a que gustara el disco en Nueva York. Tenía mucha más cercanía, más presencia y más temor (aquí), que lo que pudiera decir una revista que nunca fuera a leer en un país remoto y lejano", ha confesado.

Pese a ese amor y temor por Granada, reconoce que la creación en la ciudad siempre fue "bastante difícil", sobre todo en sus inicios, cuando el 'rock and roll' no tenía cabida. "Granada no era tierra de cultivo de la modernidad entonces", dice Ríos, que se define como un "granadino de puente aéreo" y que se muestra crítico con el "divorcio" que a su juicio existe por parte del colectivo político con las necesidades de la ciudad.

"Es una ciudad absolutamente cosmopolita, a pesar de los granadinos", declara el artista, quien es también crítico con la "suerte de provincianismo" que invade esta tierra.

También afirma que el libro está destinado "a la gente que me ha seguido durante todo este tiempo, a quienes de alguna manera se sienten involucrados sentimentalmente conmigo, pero también, por qué no, puede interesar al público general", explica Ríos. "Los cantantes tenemos unas vidas muy emocionales y somos muy prima donnas", dice el artista, que adopta un tono de relajada camaradería y de distancia irónica respecto a sus propios impulsos vanidosos, juveniles o no.

El libro recorre el amplio arco que se abrió en su ciudad natal, donde el cantante, el menor de una familia numerosa, fue criado por su madre y sus cinco hermanas tras la muerte temprana de su padre, y donde consiguió su primer contrato a los 10 años -tres pesetas por cantar Granada en la radio-, y que más o menos se cerró -porque en realidad fue más bien el inicio de una nueva etapa desde una "retaguardia activa"- hace dos años en el Auditorio de la Cartuja, donde unas 30.000 personas asistieron a sus dos últimos conciertos a lo grande en España. "Y cuidado, que 30.000 personas no las mete cualquiera, eh", (medio) bromeó el cantante tras hablar de algunas de sus experiencias menos gratificantes.

"Los reveses vienen bien después de todo. Yo creo que los llevé bien. Es verdad -dice- que cuando tienes un éxito como el de Rock & Ríos, o como el del Himno a la alegría, eso genera tal energía que en cierto modo anula prácticamente todas las canciones que vienen después. En parte por eso, yo me he inventado muchas cosas, me metí en aventuras que tenían que ver con mi crecimiento como artista: la gira con big band, la de Rock en el ruedo con el escenario en el centro, que eso entonces no lo hacía nadie, y metimos aquellos hologramas... He hecho cosas interesantes, aunque siempre acababa palmando porque el dinero se lo llevaba el tío de la máquina de hacer hologramas. Al final lo que quería era que la gente dijera: este tío es la hostia. Eso es lo que he intentado siempre al subir al escenario. Si no, para qué...".

Eso justamente consiguió después de viajar a Madrid con 17 años, "sin saber si iba a poder comer al día siguiente", y el antiguo crío tímido pero osado se transformó en un joven entregado al bucolismo hippie y que se encuentra con sus primeros éxitos, como El río o Vuelvo a Granada. Nunca creyó, dijo, que fuera realmente posible "instaurar el rock como expresión con carta de naturaleza en España", entre otras cosas porque "siempre ha habido músicas muy potentes que han luchado para que no pasara eso", concluye sin especificar a qué se refiere.

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