MIGUEL PASQUAU. MAGISTRADo Y ESCRITOR

"Granada me suena más a historia, universidad y asedio"

  • Presenta 'Casa Luna', su tercera novela, hoy martes y 13 en el Palacio de los Condes de Gabia. El Derecho y la Literatura ocupan dos regiones separadas en su alma ubetense.

Miguel Pasquau Liaño con su nueva novela.

Miguel Pasquau Liaño con su nueva novela. / GH

Si Miguel Pasquau fuera el fallo de una sentencia, sería absuelto por la literatura. Es magistrado y escritor. Nació en Úbeda, tierra de gente de letras. El Derecho y la Literatura ocupan regiones separadas en su alma. Cara arratonada de niño que sabe dónde su madre esconde los mantecados. Propenso a la risa estruendosa. Piensa que siempre es peligroso asomarse a cualquier sitio. Hoy, martes 13, presenta Casa Luna, su tercera novela. Veamos.

-Definitivamente usted quiere entrar en el mundo de la literatura.

-Sí, pero no se deja. Es un laberinto sin morada. Quien se crea instalado en él, es que no sabe que se ha perdido.

-Esta es su tercera novela. ¿Cualquier libro pasado fue mejor?

-Un personaje de esta novela sostiene que la tercera siempre es la definitiva. ¿Tendrá razón?

-¿Dígame qué tiene de especial 'Casa Luna'? Véndamela en pocas palabras.

-Mejor le paso con mi abuela para esta pregunta. Si estuviera viva, le diría que, página a página, escena a escena, está muy bien escrita. De mi cuenta me atrevo a añadir que lo que se revela en ella tiene rango de noticia de primera página en todos los periódicos del mundo. Más o menos como si descubriéramos el tesoro real de la Isla del Tesoro, señalado por un plano dibujado por Stevenson, o como si descubriéramos la fuente 'Q' de la que bebieron los evangelios canónicos. No espere a enterarse por el cine, porque no van a hacer película. Si no la lee, se quedará sin saber algo importante.

-¿Reconoce usted 'Casa Luna' cuando va por su tierra?

-Le contaré un secreto. La verdadera Casa Luna es una finca de olivos con tres grandes encinas y las ruinas de una casa antigua derruida. Cuando la vi me quedé pensando en cuántas cosas habrán pasado allí. Entonces me llevé el nombre y se lo puse a otra que hay cerca, que usted mismo reconocerá cuando un fin de semana le lleve a verla. Comprobará que en esa casa es imposible no escribir una novela.

-El protagonista de su nueva novela es un escritor. ¿Pensaba usted en alguno en concreto al montar la trama?

-Si fuera así, diría que no, para evitar denuncias. Si fuera así, lo habría escondido con un nombre ficticio y una biografía con datos deliberadamente equivocados. Yo pensé en quien pensó en ese escritor. Para entender esto habría que leer la novela.

-Ya que hablamos de literatura… ¿con qué escritores está en deuda Granada?

-Barcelona tiene a su Eduardo Mendoza, Úbeda a su Muñoz Molina (y diría a Juan Pasquau si yo no estuviese incurso en causa de recusación por parentesco en línea recta), Linares a su Andrés Sopeña, Valladolid a su Delibes, Salamanca a Torrente (Ballester, no confundamos), Madrid tiene a una muchedumbre, y el reino de Granada debería saber que tiene a José Luis Serrano.

-Dígame un par de libros esenciales en su vida.

-¿Un par? ¿Qué significa "un par"? En Linares dos pares son tres huevos. En Granada, donde estamos, un par son unos cuantos. Así que me acojo a la enmienda granadina, y el par seleccionado es: El Jarama (Sánchez Ferlosio), Cien años de soledad, Rayuela, Ficciones (Borges), La peste (Camus) y Suave es la noche (Scott Fitgerald). Aunque el libro que recomiendo estos días es Hablando del asunto, de Julian Barnes. Cada dos o tres años hay algún libro que se cuela entre los esenciales de mi vida.

-¿No cree que todos los argumentos están ya escritos?

-Sí. Los venden en el Rastro, pero cada vez están más caros. Otras veces los argumentos escritos se te ponen delante, y te dicen: "eh, que estoy aquí". Pero todos están escritos y guardados en la Biblioteca de Babel, como descubrió Borges. El de Casa Luna también, pero le juro que no lo encontré, así que tuve que inventármelo.

-Una pregunta que no le habrán hecho nunca. ¿Es más fácil escribir una novela o poner una sentencia?

-Me la hizo Andrés Cárdenas en una entrevista con motivo de otro libro. No recuerdo lo que le contesté a él; a usted le diré que por las noches (y en verano) es mucho más fácil escribir novelas, porque hay alboroto de emociones y palabras. Por las mañanas, en cambio, las palabras dicen de irse a dormir, y sólo dejan un retén de gerundios y considerandos, que aprovecho para las sentencias.

-¿Cuántos años le da usted de vida a los libros?

-En la mesa de novedades de las librerías viven "un par" de meses (es decir, tres o cuatro). Pasado ese tiempo, una de dos: o saltan del primer círculo de lectores, y entonces no se sabe, o se criogenizan en archivos y bibliotecas públicas y privadas.

-Si alguna vez decide escribir sus memorias… ¿Cómo arrancarían?

-Estoy convencido de que las escribiría hacia atrás. Así, a cada página estaría más lejos de la muerte. Además, es así como la memoria sabe contar las cosas. También podría ser que arrancase con una página escrita el 29 de noviembre de 1974, cuando empecé a escribir un diario que ahora llamo "mensuario".

-Hay una calle, un colegio y una biblioteca que llevan el nombre de su padre en Úbeda. ¿Aspira usted a lo mismo?

-Ya puestos, se lo cambio por un Premio Nobel para cada uno de mis tres hijos (de distintas disciplinas)

-¿Le han preguntado alguna vez si le gustan los libros de su paisano Antonio Muñoz Molina?

-Y también si le tengo envidia. Y sí, me gustan y le tengo envidia. Estudiamos en el mismo Instituto, el prodigioso 'San Juan de la Cruz', pero él tenía más vocación.

-¿Usted es de los que cree que una imagen vale más que mil palabras?

-Toda la vida buscando palabras, y ahora me viene usted con fotografías… En el principio era el Verbo, no lo olvide, cuando todavía no había ni ojos.

-¿Granada suena a Cultura?

-Suena más a universidad, a historia y a asedio. En cultura estamos en la promoción de ascenso a la primera división, con expectativas, pese a que no hemos tenido muy buenos entrenadores. A ver si bajan a segunda el IVA y el miedo a perder el paraíso interior, donde siempre nos creemos ganadores. No hay cultura si una ciudad no está dispuesta a aturdirse.

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