Guerrero: el genio y el amigo
El Palacio de la Madraza acoge la exposición 'Poéticas del color y el límite', donde una treintena de artistas presentan sus creaciones inspiradas en las obras del autor de 'La brecha de Víznar'
Eva Lootz conoció a José Guerrero a finales de los sesenta a través de la galería Buades, un espacio en el que confluían artistas como Guillermo Pérez Villalta o Adolfo Schlosser. "Era una persona abierta a todo lo nuevo, vital y generosa. Creo recordar que fue uno de los primeros en adquirir un dibujo mío y, sin duda, lo hizo para echarme una mano", recuerda la artista que, décadas después, en 1994, recibió el Premio Nacional de Bellas Artes. Soledad Sevilla, que obtuvo el mismo galardón en 1993, recibió en 1980 una carta firmada por José Guerrero en la que afirmaba estar impresionado por su última exposición. "Debo decir que es una de las figuras de nuestro arte actual de la que espero mucho", escribió el pintor granadino, toda una referencia, a una joven pintora que por entonces no podía ni soñar con la Medalla de Oro de las Bellas Artes que recibió en 2007. Estas dos artistas encabezan la muestra Poéticas del color y el límite, una muestra de homenaje a José Guerrero en el centenario de su nacimiento en la que diferentes creadores recrean la influencia del autor de La brecha de Víznar en sus obras. La mayoría son docentes de la Facultad de Bellas Artes de Granada, caso de Simon Zabell, Emilio Zurita, Asunción Jódar, Ricardo Marín o Francisco Lagares, que firman un homenaje colectivo que navega entre la alusión directa y la reinterpretación de su legado. "Son obras cedidas para la exposición por los artistas, muchas de ellas realizadas ex profeso para ser vistas en el Palacio de la Madraza", explica Inmaculada López Vílchez, directora de Exposiciones del Centro de Cultura Contemporánea de la UGR. Así que la muestra inaugurada ayer "recorre prácticamente todas las manifestaciones artísticas", con pintura en todas sus técnicas, fotografía, audiovisuales, instalaciones, escultura... Incluso fotografías inéditas de José Guerrero en la Alhambra proporcionadas por el fotógrafo Francisco Fernández, quien recuerda en el catálogo una excursión al monumento en la no paraba de contar historias de su niñez. "Nos cansó, nos agotó, se sentía el rey de la Alhambra", ilustra el fotógrafo sobre una de las grandes pasiones de Guerrero.
Aunque, según señala López Vílchez, las obras "más internacionales" son las que aportan Soledad Sevilla y Eva Lootz. La primera ha cedido "un tríptico maravilloso", titulado Ausencia azul, su emotivo homenaje a un creador que, en la carta que le escribió en los ochenta, dejó clara su apuesta por sus pinturas y por la juventud: "Sus cuadros son claros, directos y atrevidos. Salí de esta exposición alegre, con deseos de ver más pintura joven", escribió. Lootz, por su parte, presenta Lo visible, un fieltro de crudo y fiselina de una artista que en la actualidad cuenta con obra en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
Y aunque siempre se habla del uso del color en la obra de José Guerrero, el espectador de Poéticas del color y el límite se tiene que enfrentar a propuestas como El muro como límite, de Vera Cañizares, una caja de madera con una luz encendida en el interior. "A veces la obra tiene una alusión formal y se puede identificar el homenaje a través de los trazos o el color, porque en otras obras es muy evidente este vínculo. En otros casos es más una inspiración para el artista, que leyendo la obra de un maestro la reinterpreta y crea otra con su estilo propio", señala López Vílchez en referencia a la obra de Vera Cañizares, que "juega con el vacío para capturar la esencia y el sentimiento". En esta línea está Spring Street Palette, de Simon Zabell, en el que el artista enfrenta dos focos Led. "Hace referencia a los colores de la paleta de José Guerrero en su estudio de Manhattan. El color se mezcla en el aire y parece depositarse en el suelo y las paredes como si del fantasma de los óleos de Guerrero se tratara", explica Zabell en el catálogo sobre una de las obras que exigen una reflexión del espectador frente a otros homenajes más obvios como Rojiazul-Azulirojo de Fernanda García Gil, donde el color es el gran protagonista del lienzo. En esta línea de encuentra también Ori, de Rosa Brun, que explica en el libreto su primera impresión al ver un cuadro de Guerrero. "Sentí como el color y la forma me devolvían sensaciones que desde la infancia nunca me han abandonado, como el calor de la tierra cuando te pegas a ella y notas su latido que con el tuyo se mezcla", escribe la profesora de Bellas Artes que hace unos meses presentó sus creaciones en la galería Pilar Serra de Madrid. "Esta exposición es un homenaje de artistas a otro artista, lo que tiene un valor doble porque simboliza la huella que ha dejado Guerrero y cómo va a trascender a las próximas generaciones", continúa sobre una muestra que, de alguna manera, completa a The presence of black, la gran exposición sobre el pintor que se exhibe en la Alhambra y en el propio Centro Guerrero, a unos pasos del Palacio de la Madraza. "Él tuvo un taller en una torre de la Catedral y, al cabo de los años, el Centro Guerrero se instaló al lado de este primer taller; ahora La Madraza cierra este eje en torno al pasado, el presente y el futuro de la figura del pintor granadino", señala la directora del Centro de Cultura Contemporánea de la UGR sobre una muestra que refleja la plena vigencia y el recorrido de la obra de un artista que, además, queda reflejado como un hombre jovial y extrovertido a través de los testimonios de quienes lo conocieron.
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