Hambre de Justo Navarro

Tras dos décadas de silencio poético, el escritor leerá nuevos poemas esta tarde a las 19 horas en la Casa de los Tiros, dentro del ciclo 'Letras Capitales' que organiza el Centro Andaluz de las Letras

Justo Navarro, esta tarde en la Casa de los Tiros.
Justo Navarro, esta tarde en la Casa de los Tiros.
Erika Martínez / Granada

19 de enero 2010 - 05:00

Se podría decir que Justo Navarro es, con todo derecho, el mejor novelista que ha dado nuestra ciudad. Lo avalan títulos como Hermana muerte (1989), La casa del padre (1994), El alma del controlador aéreo (2000) o la reciente Finalmusik (2007). En su caso, la grandeza literaria ha ido acompañada de una discreción infrecuente en el gremio. Sólo desde esa mesura puede entenderse que un autor que ganó el Premio de la Crítica con su segundo poemario abandonara casi inmediatamente la poesía. Ese poemario era Un aviador prevé su muerte y se publicó en 1986 dentro de la colección Maillot Amarillo de la Diputación de Granada. Un año antes, Navarro había publicado Los nadadores en la colección cordobesa Antorcha de Paja. Lo demás fue silencio. O quizás no. Quizás nunca dejó de escribir poesía, sólo que sus versos alucinados flotan a la deriva en sus novelas, esas novelas sobrias, detenidas, donde la sordidez va apropiándose poco a poco de todo el espacio.

Mitificaciones al margen, Justo Navarro siempre ha explicado su abandono de la poesía desde su entrada en el adictivo mundo de la novela: quien ha escrito una -dice- sabe que es droga dura. La cronología de su obra parece respaldar ese argumento: desde la publicación de la novela El doble del doble, en 1988, no hay en su larga trayectoria otro libro de poemas. O no lo había. Porque Pre-Textos editará próximamente ese poemario que llevábamos esperando más de veinte años.

Hace unos días tuve la oportunidad de preguntarle al misterioso autor por ese libro. Me reveló tan sólo dos cosas: una, que es una colección de poemas muy raros; dos, que se titula Mi vida social. Ambos datos confirman que, además del escritor alienígena que siempre ha sido, Justo Navarro es un comediante secreto. No sé cómo será Mi vida social. Tal vez trate sobre el mundillo literario por omisión, entregándose a la epifanía de una visión insólita. Sea lo que sea, contamos con el asombro que garantiza su literatura.

Sobre lo que sí podemos hablar con certeza es sobre los poemas ya publicados. Tanto Los nadadores como Un aviador prevé su muerte son dos libros minimalistas que tienen la peculiaridad de carecer de sujeto literario. O mejor dicho de esconderlo, porque a veces, en medio del paisaje petrificado de los poemas, alguien asoma la cabeza para hacernos preguntas: "¿Te acuerdas de las últimas luciérnagas?", "¿Has visto el agua quieta de una página en blanco?", "¿No os asombra?".

Los poemarios de Justo Navarro tienen la atmósfera calma e inquietante que antecede a la tormenta: dentro de su paisaje imaginista se intuye una conmoción que amenaza con estallar pero se mantiene eternamente en ese estado. Así el poema Piscinas al final de la tarde, donde se lee: "Delicada os avisa / la muerte. Por ejemplo: ese reposo / de la hora en que el agua lisa / es un gong silencioso".

Releyendo a Justo Navarro me acuerdo de Wallace Stevens, cuya poesía también era simbolista, tensa, conceptual. Alguien añadiría que austera, pero detrás de la contención precisa del autor granadino siempre hay algo que chirría: sus imágenes son fosforescentes. En ese sentido, y lejos de lo que podría parecer a simple vista, puede decirse que Justo Navarro es un poeta de la belleza estridente. Así lo demuestra su extraño y fascinante uso de las rimas consonantes. Y no sólo eso. Cuando pienso, por ejemplo, en Un aviador prevé su muerte, me vienen a la cabeza los toldos de colores que pueblan sus poemas. Bajo la sombra de los toldos hay alguien que contempla: sus ideas son como luces de neón.

Para mayor extravagancia, Justo Navarro utiliza en poesía recursos de la narrativa: sus versos tienen suspense, revelan señales de algo que se oculta y están habitados por detectives, francotiradores, viajeros que corren a refugiarse entre las sombras. Ese suspense es el mismo que ha manejado el autor durante todos estos años, postergando sus próximos poemas, generando expectativa y resistiéndose a saciarla. Debemos creerle cuando dice que fue todo sin querer.

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