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Hijos de un tiempo bastardo

Fulgencio Martínez (Granada, 1975) ha trabajado como director de fotografía con el aclamado realizador británico Barney Platts-Mills, pero se permite la humorada de aparecer en una imagen totalmente desenfocada en la solapa de Bastardia (Araña Editorial), su nuevo libro de relatos breves. Universos paralelos en restaurantes chinos, matemáticas que mienten o soldados llenos de sensibilidad deambulan por las páginas de un libro que pretende ser "una metáfora del mundo en el que vivimos".

En su intento de iluminar la realidad, Fulgencio Martínez ha creado en uno de los relatos un thriller en torno a un poeta capaz de asesinar por un verso. "Hay muchos escritores que quieren más al personaje público que se han creado que a sus propios libros, su primer interés es tener repercusión", afirma Martínez.

En cuanto a su relato sobre matemáticas en las que uno más uno no son dos, el autor ha querido denunciar el "lenguaje perverso" de los políticos cuando hablan, por ejemplo, de crecimiento negativo. "A veces retorcemos los números para que nos den lo que queremos", sostiene sobre un relato que "no está inspirado en el ministro Montoro", recalca.

En cuanto al título del libro, Bastardia, el escritor, fotógrafo y cineasta dice con ironía que se trata de una estrategia de marketing para que el posible comprador crea que se trata de una biografía de Motorhead. Pero en realidad es una planta centroamericana que llegó a España a finales del siglo XVII con la que Martínez quiere hablar del sentimiento bastardo, que nada tiene que ver con quién es el progenitor. "Es el desarraigo, no identificarte con los espacios de la sociedad en la que estás viviendo", explica. "A nivel social parece que nadie se siente identificado, no sólo con los políticos y las instituciones, también con la sociedad, algo absurdo porque la sociedad somos nosotros, los que tendrían que quedarse al margen son otros".

Otro de los relatos gira en torno a la idea de que hay días en los que hubiera sido mejor no ir a trabajar. El concepto final del relato gira en torno a la palabra latina de la que nace la palabra trabajo, tripalio, que era un instrumento de tortura. "Hablo de la gente que ha convertido su profesión en una obsesión, no hay nada más para ellos", dice aunque, en la actualidad, más de cinco millones de personas querrían tener este tipo de obsesiones.

Sobre su trabajo tras las cámaras, el director de fotografía de películas como Karate a muerte en Torremolinos está poniendo en marcha un proyecto de ficción, aunque no puede decir que vaya a ver la luz próximamente. "Todo cuesta mucho trabajo porque la cultura, en la actualidad, es un lujo y te obligan a conseguir unas subvenciones que no te van a dar, además de no dar ninguna ventaja fiscal a los creadores, que es la mejor opción porque no discrimina a nadie", explica. Así que dedica su Bastardia "al señor Montoro y al señor De Guindos, gracias a ellos he tenido el tiempo suficiente para poder escribir los relatos, porque esta profesión está renqueante, trabajas a ratos y no me gusta ver Tele 5, así que me he tenido que sentar a escribir", dice.

Así que ha tirado de sentido del humor porque "la única baza que nos queda es ser cachondos". Pero tiene claro que "está mejor visto cuando haces algo serio y profundo y además aburres un poco con existencialismo barato", concluye sobre un perfil de lector que ve acabar un libro como un reto personal. "Pero si no te engancha hay que dejarlo porque es el libro el que está fallando".

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