Hilos de esplendor en la Catedral
Desde 1928 estos tejidos se custodian en el pequeño museo catedralicio de la planta baja de la torre Quizá haya llegado el momento de pensar en su restauración
En 1928 la Hermandad de San Nicolás de Bari depositó en la Catedral granadina su colección de tapices con pasajes de la vida de Constantino el Grande. Esta Hermandad residía en la iglesia parroquial de San Nicolás, en el Albaicín, y había sido antiguamente una de las más activas y famosas por sus fiestas de desagravios y procesiones. Henríquez de Jorquera en sus Anales de Granada, cuenta someramente la que se celebró en 1640, con procesión por las calles, muchos altares, buenas danças y otras cosas, como fue una dança de niñas como serafines, demás de tres danças de muchas quentas; llebaba cada niña en la mano una banderola de tafetán de color y en cada banderola un atributo de nuestra Señora, fixado con oro… fue una de las buenas fiestas que se han hecho y celebrado después de la mayor fiesta.
Era, por tanto, una hermandad con cierto poder económico que probablemente le venía dado por la devoción hacia el santo patrón y por la importancia de la feligresía de la parroquia, ya que sabemos que en 1633 fue aquí enterrado don Diego Fernández de Córdoba, uno de los caballeros principales de la ciudad. Pero la iglesia de San Nicolás, al igual que el barrio, con el tiempo fue decayendo y perderá la parroquia por anexión a la de San José en 1842, durante la reforma e Espartero, por lo que el templo y su exorno irán languideciendo paulatinamente, como así hace constar Manuel Gómez Moreno en su guía, en la que solamente destaca la escultura del santo patrón y la serie de tapices flamencos que posee la hermandad. Esta decisión, de entregar en la catedral la serie de tapices, será providencial, pues en los disturbios producidos tras el intento de golpe de estado del general Sanjurjo en 1932, una serie de grupos organizados asaltan varios edificios de la ciudad con la intención de incendiarlos y destruirlos, lo que consiguen con el Casino y la iglesia de San Nicolás, donde pereció absolutamente todo, salvándose la serie de tapices gracias a su traslado.
Desde 1928, la Catedral ha custodiado estos tejidos en el pequeño museo de la planta baja de la torre, colgados por encima de los armarios/vitrina en los que se exhibe el resto de ornamentos, joyas y algunas obras de arte, entre las que destacan la cabeza de San Pablo y la Virgen de Belén, ambas de Alonso Cano, siendo los siete tapices de Bruselas lo más llamativo del conjunto museográfico. Estos magníficos tejidos relatan diversos episodios de la vida de Constantino I el Grande. Ya Rubens había realizado una impresionante serie de trece dibujos para esta historia en 1622, por encargo de Luis XIII de Francia y, aunque nuestros tapices no son del gran pintor flamenco, sí que están resueltos por un pintor que conocía de cerca la labor de él y de Van Dyck; el tamaño de las figuras, los violentos escorzos y el colorido nos lo dicen claramente. Son unas obras de arte dignas de estar en las colecciones reales.
La serie de la vida de Constantino I, es un reflejo simbólico de la idea del defensor de la Fe y del monarca absoluto, algo que en la España de los Austrias era el pan de cada día y que, por tanto, hacía que fuera habitual, por ejemplo, que los Triunfos de la Eucaristía que había realizado el propio Rubens para los tapices de las Descalzas de Madrid, se reprodujeran en Granada en formato de lienzo o al fresco en varias iglesias de la ciudad. Pero el hecho de que estos tapices estuvieran vinculados a la hermandad de San Nicolás de Bari, también nos habla de una iconografía que los hermanos querían que estuviera presente entre los muros de la iglesia albaicinera, como es la contemporaneidad de San Nicolás y Constantino y cómo se influyeron mutuamente, especialmente a través del Concilio de Nicea del 325. Es decir, relacionar la antigüedad de la ciudad con los hitos de la cristiandad granadina, como podía ser el Concilio de Elvira o el Sacromonte, con sus reliquias martiriales y los intentos de demostrar la ciudad romana, mediante falsificaciones y una abundante literatura que pretendían borrar de cabo a rabo el pasado musulmán, por encima de todo.
En la actualidad, estos magníficos tapices cuelgan, como hemos dicho más arriba, de los muros del pequeño museo catedralicio y, pese a que se encuentran en un relativo buen estado de conservación, se exponen deficitariamente, doblados en los ángulos de la sala, colgados de unos pocos puntos de sustentación, fatalmente iluminados y a una altura que no los hace apreciables en toda su belleza. Son unos hilos de esplendor que nos cuentan parte de nuestra historia y que necesitan un cuidado especial por la fragilidad de su propia estructura. Quizás haya llegado el momento de pensar en su restauración y su exposición correcta, junto al resto de joyas textiles que atesora nuestra catedral, al estilo del museo de tapices de la Seo de Zaragoza, donde tras años de mala conservación, hace poco que se ha inaugurado un gran espacio que muestra correctamente estas joyas de la seda, la lana y el oro.
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