Actual

La Huerta de San Vicente Entre el luto y la alegría

  • La casa de Lorca inaugura la muestra 'Álbum', que repasa la historia del edificio y de sus habitantes desde los felices años veinte hasta la actualidad

La Huerta de San Vicente reconstruye su Álbum familiar desde 1926 hasta la actualidad a través de 350 fotografías que tiene un antes y un después marcado por el asesinato de Federico García Lorca en 1936. "Es la historia de esta casa, larga, complicada, triste y después alegre en muchos casos", dijo ayer Laura García-Lorca en la inauguración de la muestra en presencia de Vicente y Bernabé López, que vivieron en la casa de verano de la familia Lorca desde el año 40 hasta 1965. También estuvieron presentes entre el público José Guerrero Salinas, que habitó la casa entre el 46 y el 65, y Rafael Correal, que hizo de la Huerta de San Vicente su casa desde mediados de los sesenta. "Tener a esta memoria reunida en esta casa es emocionante, porque sin ellos no hubiese sido posible este álbum con el que queremos recomponer la historia de esta casa", señaló por su parte el comisario de la exposición, Jesús Ortega, en un acto en el que también participó el concejal de Cultura, Juan García Montero.

La exposición Álbum reúne un conjunto de 350 imágenes fotográficas, la mitad de ellas inéditas, realizadas en la Huerta de San Vicente entre 1926 y 2014. Pertenecientes a fondos propios, colecciones particulares y archivos de diversas instituciones, entre las que destaca la Fundación Federico García Lorca, conforman el relato de un espacio contado a partir de la memoria privada y la historia pública, desde la cotidianidad familiar de quienes habitaron una casería de la Vega de Granada a la progresiva asunción colectiva de la Huerta de San Vicente como patrimonio cultural. "Álbum es la biografía en imágenes de un lugar mítico, cuyo destino ha sido marcado por su relación con la vida, la obra y la muerte de Federico García Lorca", señala Jesús Ortega en el libreto de muestra.

Las imágenes se distribuyen en tres salas, cada una de las cuales aborda un periodo distinto de la historia de la Huerta: 1926-1939, 1940-1993 y 1995-2014. Todas, excepto una, el retrato de Manuel Ángeles Ortiz realizado por Javier Algarra, copia del autor, son reproducciones digitales y se exponen impresas en un papel fotográfico específico y proyectadas en diversos soportes.

Una parte destacada de la exposición la componen fotografías familiares. "Su valor no depende tanto de su calidad formal, aunque muchas de ellas sean espléndidas, como de su capacidad de contener pasado, cargadas como están de información emocional, paisajística, histórica, sociológica", señala Ortega.

A ellas se suman otras miradas, otros puntos de vista externos a la Huerta y sus habitantes, como la serie realizada por Eduardo Blanco Amor en 1935, las fotografías de Agustín Penón (1955) y Ian Gibson (1966), que documentan dos momentos muy diferentes de la relación casi siempre traumática que el paisaje de la Vega ha mantenido con el desarrollo urbanístico de la ciudad, o el reportaje que Pepe Garrido hizo de la primera visita de Rafael Alberti a la Huerta en junio de 1980, entre muchas otras.

La muestra se cierra con el periodo inaugurado por la apertura al público de la Huerta de San Vicente como casa-museo y como centro de actividades culturales, con la brillante nómina de músicos, artistas, escritores e intelectuales que han acudido a la casa del poeta a mostrar su trabajo. En este apartado destaca la película Mudanza (2008), de Pere Portabella, una mirada radical que transformó lo que hasta entonces era un museo en materia prima para la creación de una obra artística.

Según el comisario de la exposición, al pasar las páginas de Álbum se observa que este lugar ha sido muchas cosas: retiro de placer, refugio donde se dieron las mejores condiciones para la escritura de Lorca, lugar de encuentro y celebración familiar, paraíso infantil de juegos veraniegos, testigo mudo de los crímenes de la guerra civil, espacio cerrado y lleno de exilios interiores, ausencias y silencios, santuario lorquiano, lugar de memoria, destino de peregrinaje cultural, decorado cinematográfico, escenario de polémicas cívicas, emblema de la dialéctica entre el desarrollo urbanístico y la conservación del paisaje y el medio rural, museo, centro de actividades culturales, incluso obra de arte. Todas esas huertas de San Vicente están reunidas en la exposición que detiene en el tiempo imágenes como la familia reunida en el patio de la casa en 1934, con Vicenta Lorca, sus hijas Concha e Isabel, sus nietos Tica, Manolo y Conchita, Mamayaya y Vidala. En este caso, la fotografía fue realizada por Francisco García Lorca. Siendo adolescente, sus padres le regalaron, al regreso de un viaje a Madrid, una cámara de carrete Kodak. Con ella se convirtió en el fotógrafo de la familia y, aunque no conste su firma, la mayor parte de las fotografías familiares realizadas en la Huerta de San Vicente son suyas. No fue su pretensión hacer el inventario de aquellos veranos, sino más bien una crónica festiva y casual de determinados instantes. Casi todas las fotografías se concentran en unas pocas jornadas de 1926, 1931, 1932, 1934. La casa y sus espacios de atracción, la terraza, la placeta, el breve jardín doméstico, el carril de entrada, son a la vez escenario y centro de gravedad de las imágenes, y a su alrededor los García Lorca descansan, leen, conversan, cosen en abstraída intimidad, cuidan las plantas, reciben a amigos y familiares y celebran la llegada de los niños.

Después llegaron los años del luto, pero también las visitas de Agustín Penón o Rafael Alberti en 1980, actuaciones de Chavela Vargas, Lou Reed o Patti Smith y lecturas poéticas a cargo de Gonzalo Rojas o Derek Walcott. En definitiva, una casa especial donde el luto permanente y la celebración de la vida conviven en perfecta armonía.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios