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Ignacio Guarderas presenta su primer largometraje, 'Fiebre'

  • La película, rodada en Almuñécar, contó sólo con un presupuesto de 2.000 euros y se caracteriza por el hecho de que los actores interpretan sus propias vidas

Cuando la crisis hace estragos, el genio tiene que salir a flote. Y eso es lo que ha hecho el malagueño (aunque ha pasado toda su vida en Granada) Ignacio Guarderas, un director de cine con talento y valentía que, con sólo un presupuesto de 2.000 euros, rodó su primer largometraje, Fiebre, que será presentado en Granada el próximo 16 de junio. La película, ambientada en Almuñécar, narra la historia de un niño que ve peligrar la relación con su madre cuando ella encuentra a otro hombre.

Lo curioso y llamativo de Fiebre es que los actores se interpretan a sí mismos y, salvo algunas exigencias de guión, la vida que se ve en la pantalla es la vida que ellos viven a diario. La pareja formada por Olalla Comesaña y Sebastián Fernández se dedica a la recogida de la chirimoya y a cualquier trabajo eventual que pueda caer para ir tirando. "Todos los personajes que aparecen son reales", explica Guarderas. "Los padres de Olaia, los familiares".

La idea de Fiebre se le ocurrió a Guarderas leyendo Los hermanos Karamazov, de Dostoievsky. "Siempre aparecía la fiebre asociada a las alucinaciones y a comportamientos extraños. Ese verano estuve en Almuñécar y se me ocurrió que Nico, el hijo de Olalla, podría tener un comportamiento irracional tras sufrir un episodio de fiebre".

La película transcurre con la normalidad de un documental, con un aire ultrarrealista hasta que, poco antes del final se produce la sorpresa. "La gente dice que la película va de lo que va por los últimos veinte minutos. Mi idea siempre hacer algo que comenzara siendo una especie de documental para ir introduciendo poco a poco más elementos de ficción", señala el director.

Fiebre no tuvo un guión previo y los actores iban sugiriendo situaciones. "El proceso final ocurrió cuando estaba montando. Ese montaje fue el que me dijo cuál debía ser el final de la cinta. Creo que yo mismo fui el primer espectador de Fiebre".

Para realizar la película, Guarderas sólo empleó una cámara digital que se había comprado tras ganar un concurso de cortos, un equipo de sonido y un ordenador. Muchas veces, los actores, cuando no participaban actuando, lo hacían ayudando. "No utilizamos ni un solo foco, todo era luz natural y me las tenía que ingeniar para utilizarla como recurso".

La crisis no le ha impedido a Ignacio Guarderas ser lo que siempre quiso ser: director de cine. "Es lo mío desde siempre. Una vez me planteé que tenía dos opciones, o hacer cine, o escribir guiones. Y me di cuenta de que soy un cineasta: yo cuento, no invento."

El director narra que sus principales referencias para su estilo ultrarrealista fueron Nanuk el esquimal o las películas de Rosellini tras la II Guerra Mundial. De igual modo le influyó un amigo cineastra, Sergio Candel. "Él se fue a Chile con dos actrices y tres técnicos para hacer un largo. Ése fue el chip que me hizo cambiar". También reivindica un "auténtico cine andaluz". "Desde Solas, creo que no se ha hecho nada", comenta.

Ahora está involucrado en un nuevo largometraje, Las gitanas de Sierra Morena quieren carne de hombre, una adaptación de un libro del siglo XVIII llamado Manuscrito encontrado en Zaragoza y que trata de todos los estereotipos que hay sobre España.

Fiebre se estrenará primero en Madrid, el próximo 27 de mayo, en Pequeño Cine Estudio y el 16 de junio, a las 20.00 horas, lo hará en Granada, en el Palacio de los Condes de Gabia. Posteriormente, los días 17 y 18 de junio se harán dos pases por día en la sala El Apeadero. Para Guarderas, "la experiencia ha sido fabulosa". Y tan fabulosa que, sin ningún tipo de ayuda institucional ni grandes patrocinios, ha sabido montarse un largometraje a base de genio.

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