Actual

Ignacio Zuloaga en el Corpus de Granada

En la noche del 29 ó 30 de mayo de 1922, llegaban a la estación de ferrocarril de Granada Ignacio Zuloaga y su hija Lucía. No era la primera visita que ambos realizaron a la ciudad, pues su íntima amistad con el compositor Manuel de Falla los había traído, a comienzos de 1921, hasta la casa de éste en la Alhambra, donde el ilustre pintor le dió algunos consejos de decoración que posteriormente aplicaría Falla en su célebre Carmen de la Antequeruela.

En esta ocasión, Zuloaga venía con un motivo expreso más allá de la amistad, que también, pues se había ido comprometiendo con la ciudad y con la vida cultural que en ella se realizaba, a través del Concurso de Cante Jondo que Falla, Lorca, Cerón, Jofré y otros muchos, habían ido puliendo desde el año anterior. En carta de Manuel de Falla a Zuloaga de fecha 13 de enero de 1922, el primero le pide que apadrine, ante el Ayuntamiento de Granada, el proyecto del concurso, a fin de conseguir alguna subvención que permitiera su realización. Pero además, Falla le solicita su asistencia durante el Corpus, para dirigir cuanto se relacione con la decoración del lugar en que ha de celebrarse el concurso, permitiéndonos usar su nombre. A esta petición, Ignacio Zuloaga contestó con un telegrama, tan efusivo y repleto de términos en caló, que revolucionó el entusiasmo de todos los involucrados en el proyecto, hasta el punto que llegaron a nombrarlo "Papa" del proyecto. El telegrama decía así: "Siempre fino entusiasta de cante y toque jondo, chanelo y endiquelo bastante con ello y me creo de los pocos cabales que quedan. Daré un premio de mil pesetas a la mejor siguiriya gitana que se cante. Cuentan incondicionalmente conmigo. Abrazos (París 17.1.22)".

Durante los meses siguientes, Zuloaga irá trabajando el proyecto del escenario, enormemente simple pues sería un crimen el cubrir un átomo del fondo que este sitio tiene, refiriéndose a la Alhambra y el Generalife desde la plaza de San Nicolás, aconsejando que lo ideal sería que se celebrara en noche de luna llena. Todo esto se transmitía desde el estudio de París y allí, Zuloaga iba dando difusión al certamen granadino de tal forma que, incluso el compositor Édouard Lalo, se comprometía a venir a Granada. Él, por su cuenta, le decía a Falla en marzo: "Yo iré cuando Vds. me digan sea necesario. Abandonaré mis trabajos, pero para ello será conveniente que lo sepa muy de antemano".

A primeros de abril de 1922, Zuloaga le escribe a Falla: "Dígame si, durante las fiestas, los Artistas de esa, organizan alguna exposición. En caso afirmativo; ¿qué le parecería a Vd. el que yo expusiera unos 12 ó 15 cuadros? Naturalmente que, esto lo haría con el único fin de dar una prueba de compañerismo a los artistas granadinos". Así surge la gran exposición que, según Falla, conseguiría que las fiestas del Corpus de ese año fueran las más grandes hechas en Granada y este es el motivo por el que Zuloaga viene con tanta antelación a la ciudad de Granada; dejar montada la exposición que, finalmente, sería de más de veinte cuadros.

El lugar elegido para la exposición fue el Museo de Antigüedades del Carmen de los Mártires, llamado en esas fechas de Meersmans, por el nombre su propietario. Eran unos amplios salones, hoy medio en ruinas, que se situaban al otro lado de la hospedería de los Mártires y en donde se realizaban exposiciones con cierta asiduidad, previo pago de una cantidad que oscilaba entre las tres y cinco pesetas que, en esta ocasión, deberían de ir a parar a la institución benéfica Asociación Granadina de Caridad, según expreso deseo de Ignacio Zuloaga.

Finalmente, la exposición fue una antológica del pintor vasco, pues no hubo otros pintores interesados en participar, salvo Manuel Ángeles Ortiz y Hermenegildo Lanz, que no pudieron colgar sus obras junto a las del maestro, por algún problema indefinido con la institución organizadora de la muestra, según nos cuenta Gallego Burín en el Noticiero Granadino del 7 de junio de 1922, donde también da cuenta de que José María Rodríguez Acosta había excusado amablemente su asistencia a la muestra. Así que los únicos cuadros que se colgaron en la finca de Meersmans fueron los de Zuloaga y, desde luego, no fueron unas cuantas pinturas para la ocasión. Viajaron hasta Granada tres enormes cajas, con varias de las obras maestras que nuestro pintor había realizado hasta la fecha.

En la magnífica crítica, ya citada, de Gallego Burín y en la de El Defensor, se da cuenta de casi toda la exposición, resaltando obras como El Cardenal y el Retrato de la Condesa de Noailles, ambos custodiados en la actualidad en el Museo de Bellas Artes de Bilbao; Mujeres de Sepúlveda, conservado en el Ayuntamiento de Irún; Las Brujas de San Millán, en el Museo Nacional de Buenos Aires; El Cristo de la Sangre, hoy en el Reina Sofía; o Víctima de la fiesta, obra que hoy atesora la Hispanic Society neoyorquina. Algunos paisajes segovianos y la Catedral de Burgos, junto a algunos retratos entre los que destaca Corcito, completaron la brillante muestra que acompañó las fiestas del Corpus de 1922.

Sesenta años después, en 1982 y también durante el Corpus, volvió la figura de Zuloaga a Granada con una exposición, distinta de aquella legendaria del Concurso de Cante Jondo, en la que nos visitaron tres de los cabezudos realizados por Zuloaga y Maxime Dethomas -artista y empresario teatral cuñado del pintor- para El retablo de Maese Pedro de Manuel de Falla. De este modo, se certificaba en el Centro Cultural Manuel de Falla, junto al carmen del músico, la amistad y colaboración entre estos dos genios de la cultura española de la primera mitad del siglo XX.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios