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"Intento que mis relatos cortos conmuevan por completo al lector"

  • El autor presenta en Granada 'Calle Aristóteles', un libro de cuentos poblado de personajes solitarios e historias extrañas, muchas de ellas en Granada

El escritor melillense afincado en Granada Jesús Ortega presentó ayer en la ciudad su nuevo libro de relatos cortos, Calle Aristóteles, un trabajo lleno de caracteres solitarios y embutidos en la melancolía. El libro está teniendo un gran éxito en sus presentaciones en Madrid y Barcelona.

-¿De dónde surge la idea de 'Calle Aristóteles'?

-Calle Aristóteles reúne diez cuentos que he ido escribiendo a lo largo de los tres últimos años. No tenía una idea previa del libro, nunca la tengo, porque concibo la escritura de los cuentos como piezas únicas y autónomas, y no suelo saber cómo va a ser la siguiente. Fue al reunirlos cuando me di cuenta de que ahí había un libro compacto, y que mis cuentos, sin ser yo consciente cuando los escribía, comparten muchas cosas, una cierta mirada, un mundo. Lo que sí tenía era una fuerte necesidad de cerrar un nuevo libro, y he de decir que mi editor, Miguel Ángel Arcas, me ha ayudado mucho a conseguirlo. Por otro lado Calle Aristóteles es el título de uno de los cuentos, una forma de titular un libro tan buena como cualquier otra. Es el monólogo de una mujer casi anciana que rememora su vida y sus amores. Sí, creo que es un título bonito. Y es también un homenaje a la ciudad de Salónica y, por extensión, a Grecia.

-Los personajes parecen ser siempre seres solitarios e introvertidos. ¿Los eligió así a propósito o surgieron de esa forma?

-A los personajes les pasa como a las ideas, que uno nunca los elige, sino que son ellos los que lo eligen a uno. Sólo tras haber terminado el libro me he dado cuenta de que mis personajes tienen muchas cosas en común. Son solitarios e introvertidos muchos de ellos, es verdad, perdedores entrañables, gente que, en medio de sus oscuridades, tiene unas enormes ganas de vivir. Inocentes que no merecían haber sido castigados. Los triunfadores no me interesan. La felicidad no es narrativa. Eso ya lo sabían muy bien los cuentos tradicionales, que terminaban con aquello de "y fueron felices y comieron perdices". Claro, fin del cuento. Mis personajes construyen su historia a partir de una herida. Arrastran una herida íntima, a veces secreta, que hace de motor de sus vidas. Es en torno a esas heridas donde cristalizan los cuentos. Muchas veces la herida es invisible y no aparece por ninguna parte, sino que sólo se ven sus efectos. Otras veces mis personajes simplemente se hacen daño unos a otros. Me fascina la capacidad que tenemos de hacernos daño, sobre todo entre personas que se quieren, o que dicen quererse. Las relaciones de poder en el ámbito privado, la perversa crueldad de las relaciones familiares.

-Tipos que quieren tropezar por la calle con la gente, oradores que se pegan un tiro ante una tribuna. ¿Son seres desgarrados? ¿Por qué tienen esa necesidad de gritar?

-Porque necesitan comunicarse. Buscan interlocutores. En un momento dado sufren una experiencia que los transforma, una especie de revelación, algo que los lleva de la oscuridad a la luz, de la mentira a la verdad, de la cobardía al coraje, del resentimiento al perdón. Pero sobre todo son grandes narradores. Es decir, se trata de gente que tiene una historia que contar, que quiere contarla y que sabe contarla.

-¿Ha pensado alguna vez dar el salto a la novela larga?

-Me encantan, me interesan las novelas, llevo toda la vida leyéndolas. En el momento en que intuya que una de mis historias tenga forma de novela, y no de cuento, la escribiré. Pero no sé si sería exactamente como dar un salto. También podría ser al revés, ¿no?: un novelista que de pronto diera el salto al cuento. Da la impresión de que eso del salto es como dedicarse a algo más importante, algo más elevado, y yo no creo que una novela tenga más nobleza o complejidad que un libro de cuentos. Son simplemente géneros narrativos distintos. Hay malas novelas como hay buenos libros de cuentos, y al revés.

-¿Cómo le surgen los argumentos... los pasea?

-Más que pasearlos los mastico. Pero a veces sí que los paseo. Eso me sucedió con El paseante, que surgió precisamente en una calle de Granada. La historia del paseante tiene sentido en las viejas ciudades europeas, en las que todavía la gente camina. El paseante es un hombre solitario y trastornado que se hace preguntas que estoy seguro que todos nos habremos hecho alguna vez en las aceras. Cuando dos desconocidos se encuentran en una acera, ¿quién es el que se aparta y quién es el que sigue firme su camino, y por qué? El protagonista del cuento cree descubrir una gran verdad: que somos como caminamos... Pero mis argumentos muchas veces surgen de la propia escritura. Parten de una imagen, de una situación o de un personaje, nunca o casi nunca de una idea. Empiezo a escribir el cuento sin saber muy bien hacia dónde irá. Escribo para saber lo que quiero decir. Trato de ser fiel al sentido de la historia. Y de pronto, entre las palabras, surge el milagro y el cuento se revela por entero.

-¿Qué debe tener un buen relato corto, qué ingredientes?

-Cada cuento pide ser contado mediante una forma diferente, y cada forma exige la utilización de unos recursos en detrimento de otros. Pero mi idea del cuento es la de un artefacto concebido para crear interés. Una máquina de emocionar. Intento que mis cuentos sean memorables, en el sentido de que conmuevan, toquen, impliquen al lector. Que el lector se sienta concernido en lo más íntimo por el cuento. Que tengan intensidad emocional. Que en ellos haya una voz que obligue al lector a detenerse y escuchar, a no perderse detalle hasta la última línea. Lo importante es la historia, la verdad íntima de los personajes, no los exhibicionismos estilísticos del autor. Y nada de trucos. Detesto las trampas en el cuento. Si al final hay alguna sorpresa, que surja naturalmente de lo narrado, no porque el narrador se haya guardado una carta mientras repartía juego.

-¿Qué tal resultó su anterior libro, 'El clavo en la pared'?

-Me enseñó el camino a seguir. Lo que me interesa contar y lo que no. Y una determinada actitud como narrador. Ahí hay cuentos muy personales, cargados de materiales autobiográficos. Creo que algunos de los cuentos de ese libro resistirán el paso del tiempo y me acompañarán siempre. Están entre los mejores que he escrito nunca.

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