Isserlis cautiva a Granada

Steven Isserlis, durante un momento de su actuación junto a la OCG.
Rosa Prades

27 de marzo 2011 - 05:00

Obras: Gioacchino Rossini, 'La it¡aliana de Argel'; Antonin Dvorak, 'Concierto para violonchelo y orquesta en La mayor'; Ludwig van Beethoven, 'Sinfonía número 7 en La mayor'. Solista: Steven Isserlis (violonchelo). Intérpretes: Orquesta Ciudad de Granada. Director: Rubén Gimeno. Lugar: Auditorio Manuel de Falla. Fecha: 25 de marzo de 2011.

Granada ha podido disfrutar de la visita de uno de los grandes violonchelistas internacionales: el británico Steven Isserlis. Aclamado solista y profesor, Isserlis llenó el escenario del Auditorio Manuel de Falla con el cautivador sonido del Stradivarius Marques de Corberon, un instrumento de 1726 cedido por la Royal Academy of Music.

Como primera obra del programa figuró la obertura de La italiana en Argel de Rossini, una pieza dinámica y optimista idónea para predisponer al público con esa turquería a lo que iba a ser una fiesta para los sentidos. Bellamente interpretada por la Orquesta Ciudad de Granada, y con una sensata dirección de Rubén Gimeno, esta obertura, una de las más conocidas del autor, fue del agrado de los asistentes.

Tras Rossini, Steven Isserlis entró en escena para llenar todo el espacio sonoro con la bondad de su técnica y la musicalidad de su sonoridad. No sólo el oído, sino también la vista, pudieron recrearse en la elegancia y equilibrio de su interpretación. Para su paso por Granada escogió el Concierto para violonchelo y orquesta en La mayor póstumo de Antonin Dvorak. Hay que aclarar que el carácter de "póstumo" lo adquiere del hecho de que no se estrenó en vida del autor, al menos que se sepa; sin embargo, es en realidad una obra de juventud que alberga numerosos datos estilísticos de un joven Dvorak ávido por explorar el amplio mundo del romanticismo centroeuropeo desde una perspectiva personal y bien definida, que ya se apunta en esta partitura. La obra, regalada al violonchelista Ludevit Peer, quedó escrita para solista con acompañamiento de piano, hasta que en 1930 el compositor Günter Raphael la orquestara. Una segunda orquestación de la obra, cincuenta años posterior, se debe a Jarmil Burghauser.

La OCG, con Gimeno a la batuta, arropó el genio de Isserlis en la interpretación de este concierto en su primera orquestación. Pese a presentar cierta descompensación en los desarrollos y gran profusión de materiales secundarios (pecados veniales de juventud), la obra despierta el aliciente perfecto para el solista, que encuentra en sus páginas numerosos momentos de lucimiento. Particularmente delicado e inspirado es el segundo movimiento, en el que los temas de aire popular discurren con naturalidad; Isserlis cargo de expresividad cada una de sus intervenciones, cautivando al público asistente, que lo ovacionó prolongadamente al final de su intervención, obligándolo a ofrecer una propina.

Como buen broche a la velada se pudo escuchar la magnífica versión que Gimeno ideó de la Sinfonía núm. 7 en La mayor op. 92 de Beethoven. Aunque bien conocida por la OCG y por el público granadino, esta interpretación de la séptima sinfonía beethoveniana vibró con intensidad, suscitando varios momentos cargados de emoción y pasión, destacando el patetismo desbordante de su segundo movimiento. Particularmente inspiradas estuvieron las maderas, y la fuerza y rotundidad de la percusión fue decisiva para transmitir las bondades de la partitura. En definitiva, los distintos elementos descritos hicieron de este concierto una excepcional oportunidad para disfrutar de la buena música bien hecha.

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