Jesús Montiel | Poeta

"La mayoría de cosas con las que llenamos el tiempo son prescindibles"

  • El escritor granadino presenta este jueves su nuevo libro, 'El amén de los árboles', en el Cuarto Real de Santo Domingo a las 19:00

  • En él, reivindica la vida rústica frente a la urbana y la soledad para entenderse a uno mismo

El autor granadino, en una fotografía reciente.

El autor granadino, en una fotografía reciente. / G. H.

Dice Jesús Montiel (Granada, 1984) que "todas las cosas que importan hablan en silencio: una tumba, la nieve, un árbol". En su nuevo libro, El amén de los árboles (Esdrújula, 2019), relaciona las plantas con la literatura. "Lo que leo en ellos es una actitud de agradecimiento cada día. Ya truene, llueva o queme el sol, los árboles no se quejan. Son compañeros de viaje, como la letra impresa", explica. El escritor granadino presentará hoy el volumen de prosa poética, definido como "una exaltación de la vida rústica frente a la urbana", en el Cuarto Real de Santo Domingo.

-¿Qué hay de místico, de religioso, en la contemplación de la naturaleza?

-La naturaleza ha sido para mí desde pequeño como la iglesia donde más cómodo me siento. O el templo. Como queramos llamarlo. Siento en la naturaleza una presencia fuerte de dios o del misterio. No veo la naturaleza como algo vacío o sencillamente bello, sino que suscita en mí ese deseo de trascender.

-"Las calles de Madrid son la constatación de que algo no funciona. Los viandantes, casi todos, caminan con la tristeza de quien ha entregado su tiempo al dinero. Son el retrato de una época sin alma", escribe. ¿Su nuevo libro se podría definir como una exaltación de la vida rústica frente a la urbana?

-Sí. Es evidente que yo opto más por una vida sencilla frente a la vida del siglo XXI. A mí no me gustan las grandes ciudades. Me siento mal en los sitios abarrotados. Nunca he ido a un concierto en mi vida (ríe). Madrid es un sufrimiento para mí cada vez que voy. Todo sucede deprisa en la ciudad. Tenemos la sensación de que no tenemos tiempo. El tiempo se traduce en ganancias o dinero. Apenas nos dejan tiempo para vivir. Sin embargo, cuando quitas ocupaciones nace el tiempo. Llenamos con demasiadas cosas el tiempo. La mayoría de cosas con las que llenamos el tiempo son prescindibles.

-Al leer El amén de los árboles he recordado aquello que decía fray Luis de León de estar alejado del "mundanal ruido".

-Yo reivindico una soledad que no es autista, que no huye del mundo. Reivindico una soledad fértil. Puedo entender mejor el mundo cuando me alejo de él.

-¿Habla de la soledad como una herramienta para conocerse a sí mismo, no?

-Sí. Paradójicamente al mismo tiempo que huimos de la soledad, nos sentimos más solos que nunca. Los veo en mi alumnos. Cuando les mando comprar un cuaderno con las páginas en blanco y tener 10 minutos de soledad para escribir los que se les pasa por la cabeza, no son capaces. No saben enfrentarse o tienen miedo de los pensamientos que puedan surgir. No están familiarizados consigo mismos. La tecnología ha influido mucho en esto.

-Estamos hiperconectados, pero eso no implica una mejor comunicación.

-Eso nos hace ser más manipulables ideológicamente, políticamente. Nos ensimisma. La soledad es necesaria para crecer. El ser humano necesita algo de intemperie para crecer.

-Habla de la escritura en su libro como "un búnker para cada apocalipsis". ¿La literatura es un remedio contra los traumas de la vida?

-El hombre que escribo va construyendo al hombre que soy. No sé si me explico. La literatura no es un refugio para escapar de la realidad, sino que escribo para que la realidad no se me escape. Vivo dentro de un lago helado, bajo una capa de hielo, que algo me separa de la vida colectiva. Tengo una carencia comunicativa con los demás. Pero la escritura es mi manera de llegar a los demás. Es como un deshielo que se produce en ese lago. A veces me cae una flor y lo escribo. La escritura es un puente para llegar a los demás, es como una extremidad para mí.

-"El amor es el ansiolítico más efectivo. El prójimo la farmacia donde se encuentra”. ¿Hay que pensar más en plural, en lo colectivo, frente al carácter individualista de esta sociedad?

-Sí, pero para llegar al prójimo antes es necesaria la soledad. Amamos mucho a las personas cuando son un nombre abstracto, pero al vecino que tenemos enfrente o a la persona con la que vivimos no le prestamos tanta atención. Vivimos una época donde amamos las oenegés, cosas que calman nuestra conciencia occidental. Que nos hacen sentir menos egoístas. La realidad es que cada vez están más rotos los vínculos, desde la casa a los partidos políticos. Cada vez nos entendemos menos.

-Habla muy mal de los medios de comunicación en este libro.

-Cada vez son menos críticos con la realidad. Casi todos los periódicos obedecen hoy a las redes sociales, a lo que puede ser motivo de retuit. Prima eso sobre la veracidad o el pensamiento crítico.

-Los medios somos culpables, pero es el público quien elige leer determinadas cabeceras.

-La oferta que hay no es muy variedad. La gente al final acaba leyendo lo que le ofrecen. Pero, sí, evidentemente todos jugamos dentro de esa maquinaría.

-Menciona a Dickinson, Lispector, Szymborska y a Santa Teresa de Jesús en El amén de los árboles.

-Son muy sabias, en su época y en todos los siglos. Siempre acabo releyéndolas. Siento una afinidad estética, casi espiritual, con ellas.

-¿Cree que muchas editoriales se están subiendo al carro del feminismo con tal de vender?

-El feminismo es necesario. Nadie puede negar que la mujer ha estado en muchos ámbitos, entre otros el literario, escondida, oculta. Es verdad que en la época que vivimos, hipercapitalista, todo acaba convirtiéndose en una moda, un negocio. Algunas editoriales están convirtiendo el feminismo en un negocio pasajero. Me da pena porque hay que rescatar voces de autores actuales y de otros siglos. Se puede reivindicar el feminismo sin convertirlo en un mero panfleto.

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