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John Singer Sargent, un americano florentino en Granada

  • En la ciudad está documentado su paso por la taberna del Polinario en la Alhambra y lo atestigua un magnífico retrato al grafito, firmado y dedicado, de Antonio Barrios.

Sargent nació en Florencia en 1856, en el seno de una familia de buena posición y origen norteamericano que se había trasladado a vivir a Europa, por lo que el joven estuvo acostumbrado a viajar y a apreciar la cultura del viejo continente desde el comienzo de su vida y su carrera. Así, estudió en Florencia, Dresde y Venecia; donde conoció a Whistler que le recomendó ir a estudiar a París, lo que hizo en 1874, instalándose en lo que en ese momento era el corazón artístico mundial. Entró a estudiar con Carolus Duran, un pintor que era un incondicional de la pintura española del Siglo de Oro y que animaba a sus discípulos a conocer de primera mano a los maestros barrocos españoles. De este modo, en octubre de 1879 y junto a dos pintores franceses Daux y Bac, se traslada a Madrid a visitar El Prado para tomar apuntes y hacer copias libres de algunas obras de Velázquez, continuando su viaje a Aranjuez y de allí, a Andalucía para visitar Ronda, Granada y Sevilla. Luego y, siguiendo una costumbre muy habitual en todos los artistas que por aquí pasaron, cruzó el estrecho y llegó a Tánger. Todo ello con gran precipitación pues en febrero del año siguiente ya se encontraba de vuelta en París.

Como vemos, la visita de Sargent fue una toma de contacto con España a raíz de sus estudios en el Museo del Prado, pero fue suficiente para provocar la necesidad de volver años más tarde. De hecho, en 1882 se expone una de sus obras más españolas, El Jaleo, que debe ser realizada en su fugaz visita o trabajada a posteriori en el estudio, a través de los dibujos que se han conservado como apuntes. Es una obra que podría ser sevillana o granadina, pero que ya marca un profundo interés por los personajes que protagonizan la fiesta flamenca. Sabemos con seguridad que entre 1905 y 1912 viajó por Italia y España, y que en esas fechas están firmadas la mayor parte de las obras granadinas, lo que no es obstáculo para alguna visita anterior.

En Granada tenemos documentado su paso por la taberna del Polinario en la Alhambra y lo atestigua un magnífico retrato al grafito, firmado y dedicado, de Antonio Barrios; padre de Ángel Barrios y alma de las reuniones de intelectuales que se producían en la calle Real de la Alhambra desde 1890. El retrato, conservado por el Patronato de la Alhambra y Generalife, es un reflejo psicológico del personaje, del que sabe extraer la aguda y segura mirada de un personaje curtido y sabedor de sus dotes artísticas; algo que nadie podía expresar como Sargent que, no en vano, fue el retratista más afamado del momento. No obstante, donde de verdad se refleja el paso por Granada de Sargent, es en las obras que realiza del patio de los Arrayanes, el Generalife, el patio de la Reja, alguna casa morisca o la bellísima acuarela del Pilar de Carlos V -conservada en el Metropolitan de Nueva York-, donde la luz meridional triunfa a sus anchas. Es una obra creada con luz hiriente y sombras agudizadas que hace resplandecer la fina arquitectura renacentista como pocas veces ha sido retratada.

Pero, lo más interesante de su paso por Granada, probablemente sean las obras de temática social que realiza con un ojo crítico completamente diferente al resto de los artistas contemporáneos, que se quedan absortos con la belleza del paisaje granadino y sus monumentos, pero penetran poco en la vida cotidiana del granadino. Así, Sargent se acerca al Hospital de San Juan de Dios y nos deja un magnífico óleo de la galería alta, donde los enfermos, mezclados con las visitas, hacen largas esperas tomando el sol, mientras pueden ser vistos por los médicos. Esta monumental obra de 56 x 70 cm. se conserva en la National Gallery of Victoria de Melbourne, Australia y, junto a otra acuarela propiedad del Metropolitan que refleja la fuente del patio principal, constituyen un testimonio magnífico de la vida de la institución más allá del costumbrismo imperante en la época.

Otro ejemplo de obra de clara implicación social es sin duda la titulada Los tejedores, propiedad de la Freer-Sackler Smithsonian de Washington DC, en donde un grupo de hombres y mujeres trabajan con telares manuales, bajo un profundo claroscuro, en el que, al fondo, se intuye un espacio abierto inundado por el Sol. Quizás sea un retrato del quehacer diario de la Casa de la Lona del Albaicín o de cualquier otro taller artesanal. Lo importante es que a diferencia de los grabados y dibujos de los viajeros románticos del siglo XIX, por primera vez se refleja a los granadinos trabajando y no en actitud contemplativa. Es, sin duda, un ojo y una mente privilegiada que comprende la belleza en estas acciones cotidianas, al tiempo que denuncia, con carácter casi periodístico, las condiciones de trabajo y asistenciales de la sociedad granadina y española del periodo de la Restauración.

Sargent, no lo vamos a descubrir aquí y ahora, es uno de los grandes pintores del periodo entre siglos. Es, además, el retratista de moda de la más alta burguesía, es el testigo de una sociedad indolente que se autocomplace con sus magníficos retratos, que se conservan en multitud de colecciones privadas y museos de primera categoría. Pero, en Granada, como en Venecia o Suiza, es un pintor preocupado por el paisaje, la historia y sus humildes habitantes. Una cosa es vender y vivir del arte y otra es lo que verdaderamente ve el artista.

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