José Abad, escritor y crítico

“El libro es anterior a la película, pero no necesariamente mejor”

  • El autor, profesor de ‘Cine y sociedad en Italia’ de la Universidad de Granada y colaborador de ‘Granada Hoy’, reflexiona sobre la relación de cine y novelas 

José Abad ingresó en la Academia de Buenas Letras de Granada con la lectura de su discurso Los últimos Gatopardos durante el acto oficial en el Paraninfo de la Universidad de Granada que se celebró en la tarde del lunes. El escritor, profesor de la UGR y colaborador de este diario cuenta con una larga trayectoria como autor de ficción y ensayo que incluye novelas como Nunca apuestes con el diablo (2000) y Del infierno (2016); los libros de relatos como El acero y la seda (2015); o ensayos como El vampiro en el espejo (2013), Mario Bava. El cine de las tinieblas (2014), Christopher Nolan (2018).

–¿Por qué ha elegido ofrecer un discurso sobre la novela El Gatopardo y su adaptación cinematográfica para el ingreso en una academia de letras?

–Lo he decidido así porque se trataba hacer algo íntimo: cine y literatura son mis dos grandes pasiones y era inevitable abordar la manera en la que se enriquecen entre sí. Y, llevándolo a un terreno más personal aún, me gustaba que fueran sobre Sicilia porque es un lugar que forma parte de mi geografía vital. La Academia es verdad que se centra en la literatura pero no acaba ahí. Incentiva la cultura.

–Habla de sus dos pasiones. Esa una de las diferencias de sus textos sobre cine y literatura con los de otros escritores: incluye el calor de la admiración en lugar de circunscribirse a la disección fría del erudito.

–Es que la capacidad de maravillarme y sorprenderme no quiero que se pierda. Creo no llegar en la actitud del puro fanático, que hay mucho cinéfilo que cae en eso. Trato de argumentar siempre bien mis opiniones, pero esa capacidad del apasionado no quiero perderla porque es la que te estimula como lector en el ámbito de la novela o espectador en el del cine. Hay que alimentarla.

–Algunos críticos, o han perdido esa capacidad, o al menos la de transmitirla en sus textos porque hay críticas que se convierten en una concatenación de referencias y metarreferencias sin llegar a decir si merece la pena dedicarle tiempo a la obra en cuestión.

–Es cierto que a otros autores les basta con el despliegue de conocimientos que tienen. Yo parto de la idea de comunicar esa pasión por literatura y cine pero no me cuesta tanto pronunciarme. Es verdad que no me importa mojarme.

–¿Otros especialistas pueden llegar a pasarse y dar la impresión al final de que lo que de verdad les gusta es criticar?

–Para algunos parace su único objetivo es cortar cabezas, y no son mejores, y para otros en cambio todo son obras maestras, todas son decisivas y cada nuevo autor es un maestro... Volvemos a lo de siempre, en la mitad está el equilibrio: tener una posición equidistante. Yo intento ser mesurado pero no me importa aplaudir lo que me gusta y si no es el caso, con la mayor elegancia posible, le doy fuerte.

–¿Qué virtudes tienen El Gatopardo como novela y su adaptación cinematográfica para que las haya elegido?

–Ambas sin duda tienen vigencia porque son dos clásicos en su campo. Además, oponerlas me permite hablar de la singularidad de la novela y la singularidad de la película. Y otra cosa que me interesaba era combatir cierto tópico de la relación entre ambas: el libro es mejor. Absolutamente no, el libro es primero pero no por fuerza mejor.

–¿Este es uno de los casos en los que el libro es peor que la película?

–En mi antología personal de películas que superan el original literario ampliamente está esta de El Gatopardo, siendo como es una muy buena novela. Resultaría muy sencillo poner el ejemplo de Psicosis, que es una obra maestra mucho mejor que la novela de Robert Bloch, que es mediocre. Me interesaba introducir un poco de polémica en el debate de las relaciones entre cine y literatura, en las que hay de todo. En este caso, la novela de Lampedusa es un clásico del XX en la Literatura Italiana. La cinta de Visconti también es la cima del cine italiano de aquel periodo. En igualdad de condiciones, te das cuenta de que la película la supera ampliamente. La paradoja, es que sin el libro no hubiera podido existir, por lo que es indispensable. Esas son las ideas que me interesaba tratar en mi discurso.

–Algunos novelistas que han vendido los derechos de sus obras para adaptaciones cinematográficas han llegado a comentar después que ni han visto las películas. ¿Son dos productos culturales tan independientes?

–Efectivamente, cine y novela son medios expresivos distintos pero son dos artes narrativas. Aquí hay también mucho elitismo. El tópico ese de que el libro es mejor se basa en una jerarquía por la cual la literatura estaría siempre por encima del cine, que es un espectáculo de masas y por fuerza siempre inferior. Me interesaba romper esa lanza por El Gatopardo de Visconti para combatir esas posiciones elitistas que no acaban de hacer justicia al cine. Me hacen gracia escritores como Javier Marías que acusan a Gracia Querejeta de hacer una adaptación de su obra infame. Pero, ¿el cheque sí lo cobró, no? En el ámbito de las adaptaciones hay las que siguen más de cerca lo que postula el libro y otras que le dan la vuelta completamente. Lo que hacen los literatos es proveer de un material, un discurso, una ficción, unos personajes a los cineastas. Con eso, algunos directores continúan la línea traza en el libro y otros la rompen, lo que ciertos novelistas consideran una traición.

–Pero, ¿no todas las adaptaciones son igual de válidas o al menos de acertadas?

–Lo que hacen cada adaptador es una lectura personal de lo que había, y eso hay que respetarlo pero al mismo tiempo someterlo a análisis. ¿Es una lectura inteligente o es una lectura superficial? ¿Es intensa o no? Por ahí sometemos al cine a un análisis crítico.

–En cuanto al tema de El Gatopardo, ¿tiene vigencia hoy su famosa cita: “Si queremos que todo siga igual, es necesario que todo cambie “?

–La gente no acaba de entender esa frase. La suelta el personaje de Tancredi dando a entender que si la nobleza quiere mantener sus privilegios tiene que adaptarse a los nuevos tiempos. Es una frase tremendamente reaccionaria. Peligrosísima desde el punto de vista político, porque no defiende el cambio real sino una apariencia de cambio.

–Pero ¿es el significado del “gatopardismo” en política, no? ¿A quién se podría aplicar hoy?

–Si no es debería ser usarse así, pero creo que hay gente que la usa por la sonoridad y la emplea mal. Y en la actualidad se puede aplicar al conjunto de la fauna política.

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