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Llega a los cines la película sobre la relación de Renoir y su padre

  • El film aborda los últimos años de la vida del pintor y su hijo Jean, conocido cineasta francés

La herencia que Jean Renoir, el cineasta, recibió de su padre, el pintor, Pierre August, se resume en una sola frase, según el director francés Gilles Bourdos: "Debes vivir como un corcho que flota sobre el agua, no ir en contra de los acontecimientos, sino dejarte llevar por ellos".

Es la frase que el actor Michel Bouquet, en el papel del genio impresionista, le dice a Vincent Rottiers en Renoir, la película que Bourdos presentó el año pasado en el Festival de Cannes y que llega ahora a los cines en España.

"El rasgo que define el cine de Jean Renoir es la fluidez, la ductilidad, exactamente igual que la pintura de su padre", señala Bourdos sobre una cinta que, lejos de ser un 'biopic' al uso, se centra en un momento muy concreto de la vida de ambos.

Corre el año 1915, Renoir padre es un anciano de 74 años que vive retirado en su casa-estudio de la Costa Azul, atormentado por la pérdida de su esposa, los dolores de una artritis galopante y la noticia de que su hijo Jean ha resultado herido en la guerra.

El regreso del hijo al hogar paterno coincide con la llegada de Dedée, una modelo que tendrá una importancia esencial en la vida de ambos: al viejo artista le renueva su energía y ganas de trabajar, al tiempo que descubre a un inmaduro e indeciso Jean la que será su vocación: el cine.

"Para mí, la belleza de Renoir y el sentido de su pintura se descubre en esos momentos cuando, pese a todo el dolor que soporta, sigue pintando la alegría de vivir: la belleza de la piel de la modelo, la luz, el paisaje... y eso es conmovedor", afirma Bourdos. "Renoir es muy simple, directo, no es un intelectual", explica. "Los americanos fueron los primeros en comprenderlo, porque fueron los primeros en comprar sus cuadros, pero la elite francesa se resistió durante mucho tiempo a su obra".

En cuanto al hijo, fue esa misma modelo, Dedée, que se acabaría convirtiendo en su esposa y heroína de sus primeras películas con el nombre de Catherine Hessling, quien le empujó a volcarse en el oficio del celuloide.

"Una cosa que ha sido apasionante para mí como cineasta ha sido descubrir que el mayor director francés de todos los tiempos era un joven sin vocación. Eso rompe todos los clichés que tenemos sobre los genios", apunta Bourdos. "Es de nuevo la teoría del corcho, es el azar de la vida lo que te lleva a los sitios", reflexiona. Esa filosofía vital transmitida de padre a hijo es "absolutamente evidente" en películas como Una partida en el campo y sobre todo en El río, obra maestra del padrino de la Nouvelle Vague, "muy pictórica y sensorial".

Para Bourdos, uno de los mayores retos del rodaje era lograr dar autenticidad a las escenas del pintor ante el caballete. Dándole vueltas al asunto, un día escuchó por la radio que acababan de poner en libertad a Ribes Guy, condenado por falsificar obras de arte. "Cuando nos encontramos vino con su dossier judicial que contenía las fotos de los trabajos por los que estuvo en prisión. Había falsos Renoir, Picassos, Matisse y eran magníficos. Le contraté de inmediato".

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