Lorca trae de visita a Saura y Picasso a 'su' Generalife
Crónica
El Teatro del Generalife estrena la particular visión del director oscense sobre la obra de los dos artistas malagueños, vertebrada por el baile
Así es el espectáculo 'Picasso y la danza. Un encuentro con Lorca y Granada'
Granada no olvida a su poeta más universal. Ayer comenzó la XII edición de programa Lorca y Granada, que este año pondrá sobre las tablas del Teatro del Generalife Picasso y la danza. Un encuentro con Lorca y Granada, un homenaje, esta vez bajo el paraguas de la Junta de Andalucía, al poeta de Fuente Vaqueros, pero también al director oscense (quien en 1981 ya estrenó su particular versión de Bodas de sangre).
Pasadas las 22:00 horas comenzó el espectáculo ante un auditorio en el que no cabía un alfiler, pues las entradas llevaban ya varios días agotadas. Un respetable que, además, tuvo la suerte de ver por primera, y última vez, a Farruquito e Israel Fernández en acción, pues el elenco de la obra irá cambiando con el paso de las sesiones y su lugar lo tomarán Antonio Canales o Manuel Lombo, entre otros, con el paso de los días.
El título del espectáculo no dejaba lugar a dudas y todos los elementos presentes en él lo estaban también sobre el escenario. Así, Saura (hijo) ha plasmado sobre una escenografía repleta de elementos lorquianos combinados con proyecciones de las obras de Pablo Picasso, que constituían a su vez el elemento central del espectáculo, y que servían como telón de fondo para el cuerpo de bailarines.
Porque si algo no podía faltar en este espectáculo es la danza, el flamenco, el punto en común entre Lorca, Picasso y Carlos Saura. Andrés Marín ha preparado un programa compuesto por una serie de ballets de los años 20 como Parade (1917), el Pulcinella (1920), El tren azul (1924), La siesta del fauno (1922) o El sombrero de tres picos (1919), combinados con una romería inspirada en el poema El pastor bobo, así como el preludio de una saeta basada en el Poema de la siguiriya gitana, del Poema del cante jondo.
La mezcla, sin duda, resulta extraña en más de un sentido. Comenzando por el hecho de que, tanto Marín como Saura, han tratado de respetar el carácter rompedor del teatro de la época de Picasso, que buscaba ofrecer algo nuevo, algo alejado de los cánones tradicionales del género, de ahí que, por ejemplo, se trate de una obra en la que no hay diálogos, ni ningún tipo de narración que ayude a los espectadores a entender qué está ocurriendo.
Surge aquí de nuevo el lenguaje del flamenco (con la presencia entre otros del guitarrista granadino Rubén Campos), que actúa como elemento catalizador del maremágnum que supone mezclar a tres artistas con universos narrativos tan complejos como son Lorca, Picasso y Saura.
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