Entrevista Luz Arcas | Coreógrafa y creadora escénica

"El neoliberalismo borra toda posibilidad de futuro distinto como las peores dictaduras"

  • La intérprete indaga junto a su compañía La Phármaco en el pensamiento y la vida de María Teresa León en la obra 'Un gran sentimiento político', que se presentará este jueves en el Teatro Alhambra

La coreógrafa y bailarina Luz Arcas (Málaga, 1983), en una imagen de archivo

La coreógrafa y bailarina Luz Arcas (Málaga, 1983), en una imagen de archivo / Belén Vargas

Ha sido definida como "una de las figuras de la danza española más importantes de su generación". Su compañía La Phármaco, nacida en plena crisis económica hace 11 años, es una de las más interesantes del panorama contemporáneo internacional. Hablamos de la directora artística, creadora escénica y coreógrafa Luz Arcas (Málaga, 1983). La intérprete cree en la danza como un acto de resistencia frente al totalitarismo cultural, producto del sistema capitalista, que impera hoy día. La danza que ella busca, dice, "rechaza la concepción del cuerpo como soporte de lo individual, anecdótico, sentimental, y reivindica su capacidad para encarnar una voz colectiva". Precisamente la pensadora y escritora María Teresa León, eje central de su espectáculo Una gran emoción política, encarna esa voz colectiva que tanto le interesa a Luz Arcas. La compañía representará este jueves a las 16:30 este valiente montaje en el Teatro Alhambra.

-¿Cómo han pasado estos últimos meses de pandemia?

-Han sido unos meses convulsos para todos. Finalmente, hemos sorteado las dificultades y la gira sigue adelante con algún que otro susto. Nuestra profesión es muy difícil y estamos muy hechos a las dificultades. Dentro lo que cabe estamos luchando como siempre.

-Aterrizan en el Teatro Alhambra tras otro parón de la cultura de tres semanas. ¿Cómo de jodido lo están pasando la gente del teatro este año?

-El panorama teatral escénico es muy amplio. Pensar que hay una uniformidad es un poco ficticio. Hay compañías que pasan por diferentes momentos de su carrera profesional. Una compañía que está empezando no va a afrontar la crisis de la misma manera que una compañía que está más consolidada. Sin duda es un palo porque la cultura siempre sufre, especialmente en cualquier crisis. Hay algunos puntos luminosos. Cuando vamos de gira la gente sigue yendo al teatro. El otro día estuvimos en León y el teatro estaba lleno. El teatro sigue siendo un lugar de reunión, un lugar físico donde encontrarte con los cuerpos. Siempre cumpliendo las medidas de seguridad. La cultura a la vez que está sufriendo se está reforzando. Es un panorama interesante del que podremos reflexionar un poco más adelante.

-¿Cree que a La Phármaco este ambiente de crispación que se respira en España le inspiraría para una obra?

-No lo pensaría así nunca. Es muy complejo. No se trata tanto de hablar de la situación como hablar de por qué hemos llegado hasta aquí. Esta situación es el resultado de un funcionamiento del mundo. Los problemas son más profundos que abordar el momento concreto actual de la crispación. Sería más interesante pensar de dónde viene todo esto y por qué.

-Vienen a presentar Una gran emoción política, un espectáculo que trata de trasladar la memoria de María Teresa León a las tablas. ¿Cuál fue el punto de partida inicial del montaje?

-Cuando nos propusieron abordar el personaje de María Teresa León, pensamos en que lo interesante sería intentar encarnar su visión del mundo, no sus anécdotas vitales. Siempre que se recurre a un personaje femenino se suele hablar de su biografía, de las dificultades que tuvo en su vida. Pero lo que hace a María Teresa León importante hoy es su visión del mundo; sus aportaciones como pensadora, como artista y como gestora cultura. Para mí, ella encarna una voz colectiva, que es la voz del siglo XX europeo. Tiene la cualidad de tener una mirada amplia sobre su realidad y de decirnos mucho sobre lo que somos hoy.

-La vida de María Teresa fue un drama, al igual que la historia de su país. ¿Arroja algo de luz o esperanza esta pieza?

-No sé si hablaría en esos términos. La obra habla de un momento concreto que está marcado por la desilusión. Esa desilusión anticipa el cinismo actual y legitima la inseguridad de hoy hacia la posibilidad de un mundo mejor. El espectáculo puede parecer poco esperanzador porque habla de lo que ella vivió y ella vivió como España precisamente tomaba el destino que ella creía que era el equivocado. Vio su sueño desmoronarse. Pero luego los cuerpos y la vida real, las propias visicidades eran esperanzadores. Al final la vida se vive en el momento y desde el cuerpo, y está llena de fuerza y de pequeños momentos, pequeños gestos, en los que de repente todo se vuelve de nuevo posible. No es tanto pensar si el espectáculos es desilusión, sino que hacemos con esa desesperanza o cómo colocarla en su lugar para poder recuperar la esperanza.

-¿La escritora se espantaría al ver este mundo de hoy, donde el neoliberalismo salvaje ha arrasado?

-No lo sé, la verdad. Los momentos vitales son terribles y fascinantes a la vez porque nuestro mundo también está lleno de belleza. Somos muy contradictorios en la historia. Estamos llenos de fracasos y certezas. El arte se ocupa de gran parte de esas certezas. Nuestro deber como artistas es hacerle justicia a la realidad y a la belleza.

-La memoria y la historia es un ingrediente fundamental en sus obras. ¿Por qué habéis tomado este camino y desarrollado este discurso tan crítico con el mundo y a la vez tan arriesgado en un mundo tan superficial como el de hoy?

-Una de los claves del neoliberalismo es su totalitarismo cultural. Nos hace creer que vivimos en un presente absoluto y borra todo pasado y toda posibilidad de futuro distinto de sí mismo, como las peores dictaduras. Ese volver a la memoria, a la memoria del cuerpo, es un acto de resistencia contra ese borrado, ese totalitarismo. Una vez leí en un libro que el comunismo ruso había conseguido hacer creer que el mundo era solo eso, que había borrado el tiempo. Las dictaduras consiguen plantarse como única realidad posible. A mí me parece que un acto de resistencia es la memoria y la complejidad del tiempo, y la posibilidad de futuros.

-El neoliberalismo tiende a la homogeneización de todo: del pensamiento, de qué consumismo y a través de qué canales.

-Es la globalización. Reducirla a cosas negativas también es pobre. Es terrible en un sentido y también tiene sus cosas positivas. Es cierto que a mí me parece una gran perdida porque siento que lo que permite luchar en nombre de cualquier cosa es el sentimiento de pertenencia y el arraigo. Un cuerpo descolectivizado que no sabe a donde pertenece y que pertenece a una masa uniforme es difícil que pueda sentirse legitimado para cambiar algo, porque que no lo va a hacer. Lo va a hacer siempre en nombre de una comunidad.

-Sus montajes son toda una declaración de intenciones contra el estilo internacional de la danza contemporánea. ¿La asepsia asociada a la danza aleja al público de ésta?

-La escena internacional cada vez se parece más a los aeropuertos o a los centros comerciales. Cada vez se parecen más las compañías entre sí y el cuerpo ha asumido un lugar aséptico y neutral. Eso lo hace frío e innecesario. Por eso me interesa mucho estéticamente el otro punto de vista, el de la herida, el de la memoria y el del cuerpo que no tiene miedo a reivindicar su origen con todos sus conflictos.

-¿El mundo de la danza sigue siendo tan machista como lo pintan en las películas?

-Las instituciones siguen estando dominadas por hombres y es un poco inquietante, sabiendo que es un arte donde hay sobre todos mujeres dedicándose a él. Es curioso. Aunque haya más mujeres dedicadas a la profesión siempre tienen compañías privadas o medio subvencionadas en posiciones un poco más marginales o al margen de las instituciones. Una compañía exige un posicionamiento político, un manejamiento del poder porque hay una jerarquía. Hay un trabajo estructural. Las mujeres plantean diferentes formas de utilizar ese poder. Todo eso está en pleno proceso de asimilación porque asusta ver que hay otras maneras de asumir el poder.

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