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Héctor Alteiro: Maestro del cine y 'padre' en la escena

  • El actor llega a Granada esta noche al Isabel la Católica con una tragicomedia sobre el alzheimer

"La verdad también es que, cuando vos sabes que nada de lo que te pase va a ser peor de lo que te pasó, te da como un cierto poder, yo ya no me preocupo más por nada, ni por la casa grande, el auto, las cuentas, no me caliento más por nada". Estas palabras que hablan de los huecos que deja la edad son de las más férreas de una película imprescindible del cine argentino: El hijo de la novia de Juan José Campanella. En esta película Héctor Alterio se enfrentaba por primera vez al drama del alzheimer en los ojos de su mujer, Norma Leandro. Hoy y mañana en el Teatro Isabel la Católica será él quien interprete a Andrés, protagonista de la obra El padre que encara la enfermedad desde los ojos de quien la padece.

-En El hijo de la novia, una de sus grandes películas, era Norma Leandro quien interpretaba a una mujer con alzheimer. Ahora le toca a usted, ¿es un papel apetecible para un actor?

-No por la enfermedad pero sí por las características que resultan de esta enfermedad tan extraña y tan misteriosa. Es una dolencia que sufren más los que están alrededor que el enfermo en sí mismo. En una obra de estas características brotan cosas inesperadas y dentro de esa situación dramática se producen otras llenas de humor. Zeller -el joven autor francés- ha tenido un éxito mundial con esta función que nosotros llevamos ya dos años representando, con casi 200 funciones. Naturalmente tiene mucho que ver la manera en la que Zeller ideó esta enfermedad, y entre esas ideas surge una situación bastante extraña que evidentemente podría desconcertar al espectador. Es uno de los tantos atractivos que tiene la obra.

"Hemos hecho la obra casi 200 veces pero el público no tiene que enterarse, eso nos mantiene en alerta"

-El padre requiere la atención y participación constante del público por esos momentos de 'desconcierto'. ¿Facilita eso su trabajo o todo lo contrario?

-Por supuesto, eso es esencial. Solo el hecho de estar abanicándose si hace calor o si se está viendo el teléfono perjudica la obra, eso no sucede porque el fuerte atractivo que tiene la propuesta del autor y del director, José Carlos Plaza, son tan potentes que lo impiden.

-¿Y qué respuesta encuentra en el público?

-Es conmovedor. Cada uno tiene su pariente o su amigo que ha sufrido esta enfermedad. Esta enfermedad tan extraña que es una especie de pozo negro e inasible donde no se ve qué ocurre en la mente del enfermo.

-La relación padre e hija, entre Andrés y Ana, es especialmente entrañable.

-Sí en este caso es la hija mayor la que sufre directamente la enfermedad y eso provoca situaciones muy conmovedoras.

-La obra viaja desde el drama feroz del alzheimer a la comedia más hilarante.

-Precisamente surgen esas situaciones inesperadas de humor por lo desorientado de las respuestas de alguien que no coordina.

-¿Por qué es este papel tan especial y seductor para un actor?

-Sobre todo porque tiene la posibilidad de tener matices que van de la comedia al drama, desde lo insólito a lo real. Tiene muchísimas cosas para que hasta hoy, después de casi 200 representaciones, siga buscando cosas porque el personaje me lo permite. Además tenemos una situación como premisa: sabemos que hay un espectador que se mueve desde su casa al teatro y espera que nosotros nos movilicemos. Hemos hecho lo mismo durante casi 200 representaciones, pero no tiene que notarse. Tiene que ver por primera vez un estreno, eso nos hace estar alerta y mejorar.

-¿Con un papel como éste es complicado no caer en la sentimentalización del personaje?

-Por supuesto que sí. Si eso no se calibra y no se está atento se puede caer. Hay pensar en el público que lo ve por primera vez, la repetición puede deteriorar mucho el trabajo. Yo siempre supe que esa repetición no tiene por qué deformar la oferta.

"Lo que realmente me emociona es el silencio del espectador, así sé que están viviendo la escena"

-¿Qué parte de Héctor Alterio se queda en Andrés?

-Todo... mi experiencia en particular. Por otra parte tengo los años del personaje, no tengo que estar fingiendo edades. Soy yo con la posibilidad de que me pueda pasar lo que a Andrés.

-¿Eso no le da miedo?

-[Risas]. No me da miedo porque no sé cuando va a llegar. En algún momento, como la muerte, vendrá. Pero mientras tanto sigo trabajando y divirtiéndome.

-¿Qué toque le ha dado a la obra José Carlos Plaza?

-Primero, él tiene una generosidad absoluta en el trabajo y un sentido del humor notable. Todo eso contribuye a que salga una función fresca, entretenida y profunda. Además está muy alerta de las reacciones de sus actores por lo que saca lo mejor de cada cual.

-Zeller, el dramaturgo, ¿desde qué punto de vista trata esta enfermedad?

-Desde la cabeza del protagonista, desde el desarrollo de algo que no se sabe. Eso posibilita crear situaciones que aparentemente desorientan al espectador pero son los personajes que el enfermo tiene en la cabeza. Hace que el espectador esté constantemente en el filo de la navaja y se pregunte: "¿pero esto qué tiene que ver?" y entre en el juego de Zeller.

-¿Qué parte de la obra le emociona más?

-Pues no lo sé precisar... Hay situaciones que se producen muy distintas. Nunca hay una función exactamente igual. A mí lo que realmente me emociona es el silencio del público. Me proporciona la seguridad de que están escuchando y viviendo lo que le estamos ofreciendo.

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