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Mala Rodríguez se introduce en el corazón del flamenco

  • La rapera inclasificable con una huella 'jonda' grabada en la memoria compartió ayer escenario con Raimundo Amador en la Bienal de Flamenco de Sevilla

"Cuando voy a Sevilla siempre me pongo de los nervios. Me ataco", confiesa entre risas María Rodríguez, la misma Mala Rodríguez cuya rúbrica marca cuatro discos que, a lo largo de la última década, ensanchan y redibujan el mapa del rap en español.

Esta vez la visita aporta argumentos añadidos a la excitación. María compartió ayer con su amigo Raimundo Amador escenario en la Bienal de Flamenco -a partir de las 23:30 en el Auditorio Rocío Jurado-, y la responsabilidad la ilusiona y le pesa. "Por un lado me siento agradecida a la vida por poder seguir haciendo cosas distintas, diferentes, por poder llamar a otras puertas y presentarme a otro público -dice de su presencia en el festival-. Por otro, es bastante extraño que una artista como yo se presente ahí. Es curiosa la mezcla, pero bonita".

Que Mala Rodríguez no hace flamenco es una evidencia, pero que la sonoridad, el aroma y, en ocasiones, hasta la métrica del género impregnan buena parte de las canciones de Lujo ibérico (2000), Alevosía (2003), Malamarismo (2007) y Dirty Bailarina (2010) es otra certeza que sólo escapa a quien no se haya tomado la molestía de escucharlas. "Creo que, simplemente, es algo cultural -considera María-. Es como cuando la gente utiliza unas ciertas especias para cocinar. Luego te das cuenta de cuántas similitudes tiene la cocina marroquí con la de aquí. Es ese modo de cantar, la manera de sentir, el modo en que se expresan los sentimientos".

Gaditana por nacimiento y sevillana por crecimiento, a Mala Rodríguez le cuesta evocar su primer contacto con lo jondo. La razón es simple: estaba ahí desde el principio, antes del rap. Para ella el flamenco de su infancia era "ir en familia a Paterna, a sentarnos a ver quién canta. Aquellos festivales, las peñas, los sitios donde se muestra el cante... Y por supuesto, la música que suena en la casa".

En ese mismo mapa emocional figuran también nombres propios. "Me fascinó Carmen Linares la primera vez que la escuché. Y la Lole, que para mí es la mejor cantante del mundo. Me encanta su estilo, su sello único y maravilloso. Y las letras aquellas que tenían, muy pacíficas, que te llamaban la atención porque hablaban de otras cosas. No de sufrir y llorar, sino de esperanza y de alegría".

En su biografía, confiesa, la presencia del flamenco no es una influencia "consciente", sino una sombra que la acompaña en su proceso de autodescubrimiento. "Al hacerlo me encuentro con la persona que ha crecido entre Puerto Real, Bornos, San Fernando, Cádiz, Sevilla... -explica-. Todo lo que hay ahí, la comida, el olor, la música que suena, todo tiene ese aroma. Me parecería absurdo querer ir de algo que no eres. Cuando uno se acepta tal y como es siente una satisfacción muy grande. Y a pesar de que soy viajera, de que hago maletas continuamente y lo mismo me da vivir aquí que en Pekín, siempre sé de dónde vengo y tengo muy claro dónde está la cultura que he mamado y quién me ha dado esa teta".

Sobre su compañero en el auditorio, con quien ya ha colaborado en varias ocasiones, se deshace en elogios. "Creo que es un genio, un gitano maravilloso. Lo amo -dice de Raimundo Amador-. Amo su interpretación del blues, cómo fluye y consigue hacer que todo sea lo mismo. Con su psicodelia, con su magia. Creo que es uno de los artistas más increíbles que ha tenido España, porque ha hecho algo muy, muy loco. ¿Quién iba a decir que este hombre iba a fundir ese blues con ese flamenco y hacerlo sonar a una misma cosa? Lo quiero, es una persona que ama la música, que me regala discos de Jimi Hendrix y de Lauryn Hill. Te puedes pegar horas hablando con él de música, tiene una cultura musical tremenda. En España tendríamos que estarle tan agradecidos al pueblo gitano que no entiendo cómo no hay más respeto por lo que han dejado aquí, en especial en Andalucía".

Tampoco se queda corta hablando de otra de las voces invitadas en Dirty Bailarina, la cantaora Estrella Morente, partícipe en la canción Patito feo. "Eso fue demasiado, electricidad pura, amor. De las canciones más alucinantes que he hecho. Era un continuo ole, ole, ole... El estudio estaba lleno de mujeres y cuando apareció nos fundimos en un abrazo. Todas teníamos los pelos de punta. Fue maravilloso, uno de los regalos más bonitos: tener una canción con su arte".

Flamencos y raperos en armonía. Incluso en la salud y la enfermedad: ambos géneros comparten, al menos, la existencia de sectores intransigentes. "¿Y lo maravilloso que es ser indefinible? -pregunta afirmando-. Yo quiero eso. A mí, dejadme. Dejadme tranquila que yo no quiero ser nada, sólo un grano de maíz en el saco, una gota de agua, un poco de viento que pasa. Yo hago música, es mi arte. Cada persona tiene su manera propia de mirar el mundo, y yo ofrezco la mía".

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