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Manolo Medina, una maruja 'sin punto com... ni ná'

  • El actor jerezano y Pablo Vallespín llegan por primera vez a Granada capital con una obra que lleva ya 11 años cosechando risas

Hay actores hilarantes sobre el escenario pero que, en cuanto bajan de las tablas, se convierten en seres circunspectos, casi retraídos. No es el caso de Manolo Medina, tan extrovertido y dicharachero en la distancia corta como sobre un escenario. El domingo llega al Teatro Isabel la Católica (19 y 22 horas) con Dos hombre solos sin punto com... ni ná, la obra con la que, en los últimos 11 años, ha recorrido España de cabo a rabo para volver sobre sus pasos una vez, y otra... Curiosamente, es la primera vez que Manolo Medina llega a Granada capital, pese a haber hecho reír a buena parte de la provincia. "El programador del Isabel la Católica no quería la obra, me puse en contacto con todo el mundo, pero no había forma, no querían", afirma Medina con cierto asomo de enfado después de sentarse y, sudoroso, lamentar no haberse traído el abanico. Ahora llega de la mano de Espectáculos Granada, "pero casos de estos tengo varios, Huelva me ha costado nueve años entrar hasta que cambió el programador del teatro y ahora y hemos ido dos veces en menos de un año". Manolo Medina achaca este rechazo a Dos hombre solos sin punto com... ni ná a los recelos del programador clásico y a que cierto tipo de humor sigue estando mal visto. "Somos el género chico, pero somos los que llenamos", defiende. "Somos como Titanic, que sabes perfectamente qué vas a ver, cómo acaba, pero la ves una y otra vez".

En estos 11 años, el grueso de la obra se mantiene, con gags que siguen arrancando las carcajadas del público sin remisión. "Hay escenas que el respetable va exclusivamente a verlas", continúa Medina para ilustrar su humor de manera irreproducible en un texto escrito.

Ahora llega con nuevo compañero, Javier Vallespín, "que le ha dado una vuelta de tuerca a la obra y ha conseguido darle un punto todavía más cómico". Y Javier, que se ha subido al mismo tiempo en un tren en marcha con un conductor imprevisible, afirma que se convirtió en un 'hombre solo sin punto com... ni ná' con una "tremenda responsabilidad". Físicamente forman una pareja de contrastes, algo que, buscado o no, han tenido las grandes parejas de cómicos de España, caso de Tip y Coll. Manolo Medina es deslenguado y podría tratar de tú a tú a cualquier maruja en la cola de la verdulería. Javier Vallespín parece más serio y es más flaco que fornido, además de llevar un pelo engominado que su compañero hace años que decidió rasurarse. "Pero no hemos buscado nada, aquí no está todo pensado y repensado porque la gente demanda esto, yo hice esta historia, empezó a andar y punto, que nadie le busque más historias porque no las tiene", defiende Medina sin necesidad alguna de darle un barniz intelectual a la obra. "Somos políticamente incorrectos, si alguien me dice que en qué pienso le respondo que en follar, como todo el mundo", dice para continuar con una serie de expresiones que sólo se escucha en en la barra de un bar, jamás en un espacio público. "Mi personaje es la Mari de turno, el teatro se ha socializado y llega un momento en el que la gente, con la que tiene encima, no quiere sentarse en un teatro y reflexionar sobre la profundidad de Hamlet, lo que quiere es jartarse de reír", defiende el actor que saltó a la fama en el reality El Bus.

De hecho, aunque la obra ha ido cambiando con nuevos diálogos y situaciones, en ningún momento se menciona a la crisis. "No hablamos ni de Bárcenas no de Urdangarín, sólo pretendemos que el espectador se siente, se ría y que al acabar la obra salga a la calle de otra manera", apunta Vallespín sobre una obra que triunfa tanto en Jerez de la Frontera como en Irún. Sólo tuvieron un público más 'rocoso' de lo habitual en Toro, pero Manolo Medina recuerda que, aunque tuvo que redoblar esfuerzos e histrionismo, consiguió que el circunspecto público acabara riendo con sus ocurrencias.

Tanto Manolo Medina como Javier Vallespín dicen que el secreto de su éxito es que se lo pasan bien en el escenario, que se ríen tanto como los espectadores. "Pero una vez sentí que estaba actuando mecánicamente y, al acabar la función, pedí disculpas a los espectadores y les dije que, si querían, a la salida les devolverían el dinero", confiesa Medina. Eso sí, nadie reclamó su entrada a la salida del teatro.

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