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Mario Maya, el 'profeta' del flamenco que hizo bueno el refrán

  • El bailaor formado en el Sacromonte, que falleció el pasado sábado, no pudo dar continuidad en vida a su sueño del Centro de Estudios Flamencos de La Chumbera

Las comparaciones son odiosas. Y duelen. Mientras Cristina Hoyos disfruta de una situación privilegiada en Sevilla con su Museo del Baile Flamenco, el recientemente fallecido Mario Maya vio como, en 2003, su proyecto del Centro de Estudios Flamencos de La Chumbera se sumía en el sueño de los justos. Cordobés de nacimiento, pero criado en el Sacromonte, Maya tuvo mucho de profeta del flamenco. Y cumplió a rajatabla con el triste refrán. De hecho, sus cenizas reposan en Sevilla desde este domingo tras su repentina muerte.

Pero su vida estaba en Granada, en la Plaza Aliatar, tomando un aperitivo junto a algunos de sus amigos como Juan Santos, propietario del Club Eshavira, escenario de algunas tertulias en las que Mario, con su tono calmo, hablaba más del futuro del flamenco que del pasado, sin demasiadas concesiones a la nostalgia. Este sentimiento sí asomaba cuando hablaba de La Chumbera, su sueño desvanecido, un espectro que le acompañó hasta el final, aunque tuviera proyectos similares para el próximo año en Carmona (Sevilla, claro). El pan y la sal -sobre todo este último elemento- estaban lejos de Granada, injusta de nuevo con sus hijos. En el verano de 2005, recién estrenado en el Carlos V su Diálogo del amargo, hablaba en este periódico sobre La Chumbera con amargura. "Lo que yo propuse para este espacio lo acogió en aquellos momentos Reynaldo Fernández, del PSOE, y después lo recogió a boca llena la gente del PP, algo que iba a ser un revulsivo para la danza en España", contaba Maya para poner después su triste apostilla. "Como es habitual, quedó en aguas de borrajas".

"Terminó ese año y no me dijeron ni que sí ni que no, sino todo lo contrario", continuaba el fallecido artista. "La propuesta era que los bailarines, que venían de todos los países, hacían ballet con dos maestras, luego se hacían charlas con Miguel Ángel González, que les hablaba de flamenco, Miguel Serrano los introducía en el teatro, yo les comentaba la parte de escenografía, la más técnica, y luego los mejores maestros de España estaban invitados. Esto no ha ocurrido en España ni en ningún lugar". Y en Granada ocurrió en un espacio de menos de un año. "A mí me interesa que los bailaores no sólo zapateen, sino que tengan la preparación y el bagaje cultural para, además de ser bailaores, ser artistas en un sentido más amplio", sentenciaba en la entrevista de hace más de tres años.

Su obra coreográfica y 'granadina comenzó con Ceremonial (estrenado en la ciudad en 1974 con textos de Juan de Loxa), intento pionero de hacer un teatro flamenco moderno, tras lo que regresó al Sacromonte en busca de sus orígenes. Allí abrió su estudio Zincale, donde se dieron cita escritores, pintores, músicos y otros artistas payos y gitanos. Tras ¡Ay, Jondo!, en una ciudad huérfana de grandes estrenos, Maya tuvo a bien presentar en 1976 su Camelamos naquerar, con textos de José Heredia Maya, una obra revolucionaria que marcó un antes y un después y que le puso en el mismo pedestal que otro grande, su amigo Antonio Gades. En 1983 se instaló en Sevilla. Intentó regresar, pero su escuela de La Chumbera, por la que deambulaba con su taza de té, le cerró sus puertas.

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