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Muere Arthur C. Clarke, el visionario optimista

  • El co-guionista de '2001: Una odisea espacial' expresó hace unos meses su deseo de que exista vida extraterrestre

"Que la humanidad reciba alguna evidencia de la vida extraterrestre; que abandone su adicción al petróleo a favor de otras energías más limpias; y que el conflicto que divide Sri Lanka llegue a su fin y se imponga la paz". Ésos fueron los tres deseos que dejó en el aire el pasado diciembre el escritor británico Arthur C. Clarke, fallecido la noche del pasado miércoles a los 90 años a consecuencia de una complicación cardiopulmonar. Clarke, que residía en Sri Lanka desde 1956, era uno de los maestros de la ciencia ficción y autor del libro que inspiró al director Stanley Kubrick para su famosa película 2001, una odisea en el espacio.

Este hombre de letras y divulgador científico previó en 1945 que el futuro de las telecomunicaciones pasaría por el desarrollo de los satélites geoestacionarios en un cinturón alrededor de la Tierra, cinturón que hoy lleva el nombre de Clarke, y en otro de sus relatos cortos intuyó lo que años más tarde se conocería como internet o la web.

Clarke se estableció en 1956 en la ex Ceilán, ocho años después de su independencia y donde era el residente extranjero más famoso, ya que su nombre fue dado incluso a una academia científica. Nacido el 16 de diciembre de 1917 en Minehead (Inglaterra), Arthur Charles Clarke siempre fue un apasionado de la ciencia y de la ficción. Realizó estudios de matemáticas y comenzó a trabajar como analista financiero en el Ministerio de Economía. A los 19 años se unió a la Sociedad Interplanetaria Británica, sociedad que llegaría a presidir en 1945.

Durante la Segunda Guerra Mundial sirvió en la Real Fuerza Aérea (1941-1946), donde participó en la puesta a punto del primer radar, antes de lanzarse en la investigación sobre los satélites.

Inicialmente se dio a conocer como científico, al publicar obras de divulgación en el campo de la astronaútica como Vuelo interplanetario (1950) o La exploración del espacio (1951).

Tres años después, atrajo la atención con sus primeros intentos de anticipación científica con sus obras Preludio al espacio y Los hijos de Ícaro (1953).

En total, escribió más de 80 libros y, a lo largo de su obra, transmitió el mensaje de que los avances científicos podrían mejorar a la humanidad. En 1962 publicaría en el libro Los perfiles del futuro, en donde expondría sus famosas 'Leyes de Clarke', como la Tercera, que rezaba: "Toda tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia.

En el año 1968, Clarke había vendido ya millones de libros en una treintena de lenguas cuando 2001, una odisea en el espacio se convierte en un éxito absoluto. Debido a la fama que el escritor tenía como autor de ciencia-ficción y su capacidad de predecir la evolución humana, Kubrick decidió proponerle el proyecto de escribir juntos el guión, basado en el relato corto de Clark The sentinel. El rodaje de la película fue tan complejo que Arthur C. Clarke iba escribiendo la novela al tiempo que Kubrick iba rodando las escenas. El libro terminó siendo una especie de explicación de lo que el director neoyorkino quiso plasmar en la cinta.

En una entrevista concedida en 2001 al diario francés Le Monde, Clarke había afirmado con respecto a la película de Kubrick: "Aunque me sé la película de memoria, me da la sensación de descubrir un nuevo largometraje cada vez que lo vuelvo a ver".

El éxito no lo abandona luego, pese al número impresionante de libros que publica, en particular Cita con Rama (1973), Rama II (1989), Cantos de la tierra lejana (1986) y la saga de 2001: 2010, 0disea dos (1982), 2061, Odisea tres (1988) y 3001, la odisea final (1997).

Clarke también era un aficionado del buceo y escribió una docena de obras sobre la vida submarina. En 1998, un diario británico acusó a Clarke de pedofilia en Sri Lanka, una acusación que el escritor desmintió y calificó de "grosera y mentirosa". "Estas acusaciones son tan absurdas que no consigo expresar el desprecio que me merecen", declaró.

Para evitar cualquier situación embarazosa con el príncipe Carlos en su visita a Colombo, Clarke pidió que se postergara una ceremonia en la que se le iban a imponer las insignias de la Orden del Imperio británico.

"Prefiero presentarme más como un 'extrapolador' que como un profeta. Intento anticipar futuros posibles sin dejarme tentar por la videncia. La investigación en inteligencia artificial no fue tan lejos como yo pensaba", afirmó.

También se declaró "decepcionado por el hecho de que los programas de conquista espacial sean tan reducidos y se envíe tan poca gente a espacio".

Poco antes de morir, concretamente cuando cumplió 90 años en diciembre, el escritor deseó que nuestra civilización obtenga pronto la prueba de que existe vida en otros planetas y comprenda la importancia de usar combustibles menos contaminantes. Fue una especie de mensaje de despedida a sus millones de admiradores.

"Tras haber cumplido 90 órbitas alrededor del sol", dijo en el día de su cumpleaños, "no me quedan demasiados reproches ni ambiciones en esta vida". Ahora ya vuela.

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