Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto
arte
La artista granadina Belén Mazuecos participa en una exposición colectiva en la galería Isabel Hurley, paradigma de seriedad y rigurosidad
La Galería Isabel Hurley se inauguró en el año 2007 en el malagueño Paseo de Reding; se quería apostar por los artistas jóvenes a los que se les veía con posibilidades y con desarrollos y desenlaces comprometidos con la realidad artística del momento. En poco tiempo hemos llegado a ver un espacio expositivo donde se nos han presentado la obra de muchos de nuestros mejores realizadores y hemos legado a comprobar cómo la galería ha accedido a unos estamentos de máxima seriedad y rigurosidad. Hoy, Isabel Hurley es una de las galerías andaluzas más a tener en cuenta y referencia absoluta para acceder al mejor arte que se hace en Andalucía.
Para terminar la temporada artística, de nuevo, se nos ha presentado una muy buena exposición colectiva en la que un grupo de jóvenes artistas, con credos y filiaciones de muy diferente y dispar condición, nos conducen por una creación abierta, ilimitada, con sentido y carácter, compiladora de muchas intenciones estéticas y generadora de un arte absolutamente comprometido con la emoción de una plástica totalmente hacia delante.
Nadie hablará de nosotros cuando hayamos muerto es una exposición poliédrica, con muchos planteamientos estéticos, plásticos y creativos, comisariada por Martha Hallot, en la que nueve artistas a los que podemos considerar dentro de una trascendente juventud, realizan otras tantas sugestivas reflexiones sobre la muerte y sus múltiples circunstancias, un tema que proporciona muchas posibilidades -siempre lo ha hecho- y que da para todo tipo de manifestaciones creativas. Belén Mazuecos, Gloria Martín, Luisa Pastor, Laia Arqueros, María Sánchez, Miriam Martínez Guirao, Sarai Ojeda, David Escalona y Antonio Blázquez platean su particular posición en torno a una muerte a la que ellos acceden artísticamente desde la privilegiada visión de artistas y, además, todavía, jóvenes creadores.
La granadina Belén Mazuecos, tan solvente en su faceta docente como en la creativa, presenta La habitación de la entomóloga, una instalación pulcra y acertadamente llevada a cabo en la que la metamorfosis de bómbix mori sirve de adecuada metáfora, como si se tratara de una especialísima iconográfia de las vánitas, para plantear una realidad tan aplastante como la fugacidad de la vida.
La artista sevillana Gloria Martín, ya con un muy acertado recorrido profesional a sus espaldas, para esta muestra presenta Tesoro, una pintura en la que una pintura al óleo representa una pila de cuadros, agrupados de cara a la pared. En la obra se hace un análisis sobre la función definitiva del arte, sobre la propia realidad de la inmensa mayoría de las obras, que mueren en el ostracismo de los centros artísticos por la dejadez, la incomprensión o el desacierto de unos y de otros.
La alicantina Luisa Pastor, se nos presenta como la creadora de unos artefactos imposibles a los que les concede una nueva existencia y les patrocina la arbitraria posibilidad de que, alguna vez, puedan llegar a ser necesarios, rescatándolos de un destino implacable.
Laia Arqueros es una artista almeriense, formada en la Facultad de Bellas Artes de Granada y residente en Barcelona. Con una gran sutileza nos introduce en el antiguo folklore griego y rescata a la bufona Baubo, que da sentido a la vida mediante lo erótico. Su obra de un gran esquematismo formal y un dibujo básico recuerda a las pinturas de la cerámica antigua, concediéndole una extraña potestad significativa con el goce supremo de la existencia a través de lo sexual.
Muy esclarecedores y con claras referencias a las imágenes del pop inglés, nos parecen los fotomontajes de María Sánchez, donde la realidad cotidiana de unos ambientes no excesivamente lejanos, se ve rota por la misteriosa presencia de una imagen que pretende ser anónima pero que ha transgredido la intimidad de una existencia sobrecogida por la propia situación generada.
Muy bien estructurada, en cuanto continente y contenido, es la obra de Míriam Martínez Guirao, Plantas eléctricas, jugando con la paradoja entre lo natural y lo artificial. Unas simples hojas introducidas en unas bombillas acentúan ese carácter paradójico y abren las perspectivas sobre el desarrollo constante de la vida en su implacable discurrir.
Efectista, deslumbrante y extremadamente inquietante en fondo y forma, es el trabajo de Sarai Ojeda, donde la fotografía consigue introducirnos en un universo de presencias y ausencias, de formas reales y presentidas, de anhelos, de deseos, de nostalgias, de pasados y presentes, de formas que permanecen en el recuerdo y que se anhelan, de espectros, de miedos, de búsquedas, de interrogantes…
David Escalona, se vale de lo mínimo para provocar efectos máximos de una realidad, la muerte, que él plantea con jocosa manifestación en su Réquiem para una mosca. Una muerte que está presente en el entorno y que pasa desapercibida a fuerza de ser real.
Por último, Antonio Blázquez nos presenta su particular iconografía de dolorosas. En su obra Dolores, la representación tan arraigada en el pueblo se descontextualiza y se le otorga un estamento mucho más iconoclasta y con una fuerte carga de ironía.
Importante exposición la que hemos contemplado en esta galería malagueña en la que se nos ofrece, paradójicamente como ocurre en toda la muestra, cómo nuestro joven arte está fortalecido y vivo, quizás en un ambiente general donde se presiente una creación infinitamente más muerta.
Galería Isabel Hurley, Málaga
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