Entrevista Juan Alberto Martínez | Cantante

Niños Mutantes: "Ahora no se escuchan discos, se escuchan listas de canciones"

  • La banda granadina acaba de publicar su nuevo trabajo, titulado 'Ventanas', donde experimentan con la música disco, la electrónica y los ritmos latinoamericanos

El conjunto formado por Nani Castañeda, Juan Alberto Martínez, Miguel Haro y Andrés López, en una imagen promocional.

El conjunto formado por Nani Castañeda, Juan Alberto Martínez, Miguel Haro y Andrés López, en una imagen promocional. / Adrián N. Maesso

Las ventanas se han convertido estos días en nuestras mejores aliadas para sobrellevar el confinamiento. Tras ellas, los vecinos asoman para dar ánimos y las tan añoradas calles nos devuelven la mirada. Niños Mutantes ha titulado así su nuevo trabajo, el más trasversal de su carrera. "Buscábamos diversidad. Hay una apuesta para que funcione de cintura para abajo. En el indie español ha habido cierto olvido de la base rítmica. En este disco hay un esfuerzo consciente en trabajar la sección rítmica, el groove, la cadencia. Nos costó trabajo esa limpieza de ego y alejarnos del sonido mutante", reconoce el cantante de la banda granadina, Juan Alberto Martínez (Granada, 1974), al otro lado del teléfono.

Para ello, se han aliado con productores tan dispares como Ángel Luján y Raúl Pérez; el tándem formado por Carlangas y Anxo de Novedades Carminha; Cristina Rosenvinge; y la pareja formada por Noni López y Javier Doria de Lori Meyers. El resultado es un cedé "heterogéneo", menos guitarrero, más bailable y más electrónico, con temas en la estela mutante como Húndete y Palabras para Julio (un homenaje a Goytisolo y su conocido poema), hasta llegar a la disco Todo tiene un precio (que bien les sienta ese nuevo traje) y a La ausente, un guiño a la canción latinoamericana. Un cambio de aires acertado que incluye letras intimistas, divertidas, existencialistas en algunos casos y algún que otro dardo a esta sociedad egoísta.

-El lanzamiento de Ventanas (Ernie Producciones) ha coincidido con la crisis del coronavirus. ¿Cómo lo están viviendo?

-Llevábamos meses esperando la fecha de salida del disco, prevista para el 20 de marzo. Ya habíamos sacado tres adelantos. De repente se precipitó esta crisis. Nos vimos ante la duda de qué hacer. Mucha gente ha optado por lanzar su trabajo más tarde, cuando todo vuelva a la normalidad. Nosotros también nos planteamos eso. El corazón nos pedía sacar música nueva. Estábamos seguros de que habría gente esperando nuestro disco, y que escucharía las nuevas canciones para pasar un rato de evasión, evitar la angustia o el tedio y hacerle compañía durante el encierro. Aunque fuera un tiro en el pie a nivel promocional. El éxito más grande es haber reconfortado a alguien en una situación así.

-En una de las canciones hablan de estrategias de supervivencia. ¿Cuáles son las vuestras en el día a día? ¿Qué hace una banda para sobrevivir a una crisis tan grande?

-Cada uno hace lo que puede. El otro día hablaba de los bajibajos, en vez de altibajos. El estado de ánimo no siempre está bajo. Todos los que estamos sanos estamos encontrando momentos muy reconfortantes, redescubriendo cosas y ordenando valores durante del aislamiento. Como banda, es una putada no poder vernos, no poder ensayar. Lo que a veces puede convertirse en una obligación, como hacer promoción, tener un viaje largo o ensayar en un mal día, ahora es un momento de ensueño. Daría lo que fuera por vivirlo. Se echa mucho de menos tocar juntos. Vivíamos un momento intenso, preparando la gira y los directos.

-En las últimas semanas se ha regalado mucha cultura (algunas editoriales han abierto sus catálogos, las plataformas han puesto a disposición del público contenidos gratis, muchos músicos han dado conciertos online a coste cero). ¿No degrada eso a un sector que durante años ha luchado contra la piratería y lo gratuito?

-Vivimos una situación excepcional. Igual que son generosos los sanitarios con sus esfuerzos, todos pueden aportar su granito de arena. No podemos compararnos con los que están en la primera línea del frente. Si durante un tiempo hay que ofrecer cultura gratis, pues se hace. La cultura tiene un valor. La crisis golpea dura a todos los sectores. El sector musical está muy expuesto. No sabemos cuánto va a durar las suspensiones de conciertos. Quien vive sólo de la música, los técnicos de sonido, de luces, lo van a pasar mal. Se avecina una tormenta bastante larga. Es un sector como mucha precariedad en el que la mayoría no va a tener acceso a un ERTE o a cobrar el paro. Es especialmente generoso compartir cultura en un momento en el que sector lo va a pasar mal.

-"No debe preocuparte la soledad. Tendrás a tus mentiras que te acompañarán", canta en Un tiro en el pie. ¿Por qué cree que la población le tiene tanto miedo a la soledad y al silencio?

-No sabemos estar con nosotros mismos porque nos ponemos a hacer examen de conciencia. Tener miedo a estar solo es inevitable. Aprender a estar solo es una de las mejores cosas que le puede pasar a una persona. La soledad es una gran compañera y aliada.

-El otro día Diego A. Manrique escribía una columna en el El País donde decía que ahora se estaba escuchando menos música. ¿El modelo de vida que llevamos, precario, incierto, acelerado, es insostenible?

-Este modelo de vida nos hace bastante infelices. Está claro. En una crisis así te das cuenta de que necesitas muy poco para ser feliz: estar sano, tener gente a la que quieras y que te quieran, y tener cubiertas unas necesidades básicas. La fiebre del consumo inmediato ha llegado a la música. La tendencia de la gente al escuchar música es muy compulsiva. Si en 15 segundos no he encontrado la satisfacción cambió al siguiente tema. No se escuchan discos, se escuchan listas de canciones. Además, cada semana salen 200 discos. Hay una sobreabundancia de oferta musical pero de un consumo tan instantáneo.

-En definitiva, la experiencia musical se ha devaluado.

-Antes saboreábamos más las canciones. Eso sí, han surgido nuevas músicas. Aunque seguimos quedando personas que conciben la música como una religión.

-Han contado con productores muy dispares y han grabado en cinco estudios distintos. ¿Qué les animó a explorar otros sonidos?

-Los primeros bocetos apuntaban en direcciones muy diferentes. No parecían ser las típicas canciones de Niños Mutantes de toda la vida. Sonaban a electrónica, a música latinoamericana. En 2018 fuimos a tocar a México, Panamá, Colombia y Venezuela. Y eso nos influyó. Quizá si seguíamos el mismo proceso creativo acabaríamos domesticando los temas con el mismo rodillo mutante y perderían esas aristas. Pensamos en contar con varios productores. "Vamos a tirar por cinco caminos distintos y a pasarlo bien", dijimos. Nos sienta muy bien retarnos y aprender. Aprender de otros. Queríamos interactuar lo máximo posible con nuestros productores. Queríamos aprovechar su talento y juntarlo con el nuestro. Hemos llegado a sitios que solos hubiera sido imposible.

-"No me venderé, no me comprarás", se escucha en un tema. ¿Qué ha tenido que sacrificar Niños Mutantes hasta llegar hasta aquí?

-Le hemos dedicado menos tiempo a nuestra familia y a personas más cercanas para dedicarnos a la música. No nos hemos desarrollado en otras facetas en las que podríamos haber llegado más lejos probablemente. Nada de esto me ha parecido un sacrificio porque nos gustaba y nos ha dado muchas satisfacciones. Somos unos privilegiados por todo lo que hemos experimentado y el cariño que hemos recibido. Es muy bonito juntarte con cuatro amigos y construir canciones que acaban movimiento a la gente. Nunca he sentido que he pagado un precio, sino más bien que me ha tocado la lotería.

-Hace 20 años del lanzamiento de Otoño en agosto, el segundo álbum de Niños Mutantes. ¿Cómo se mantiene viva la llama de la inspiración?

-No sé. Es algo que uno lleva dentro. Hay veces que, cuando has terminado el ciclo de un disco y te enfrentas a hacer canciones nuevas, hay una falta de confianza. El famoso pánico a la hoja en blanco de los escritores. Siempre acaba saliendo. Hay gente que tiene una predisposición u otra en la vida. A nosotros nos ha tocado ponernos cachondos haciendo canciones. Es algo que vamos buscando y que no sale solo sin forzarlo.

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