Crítica

Nueva música antigua

Nueva música antigua

Nueva música antigua / Antonio L. Juárez/ Photographers (Granada)

La Orquesta Ciudad de Granada inaugura su nueva temporada 2021-2022, y para ello ha invitado a Gordan Nikolic, un violinista y director comprometido tanto con la música contemporánea como con la revisión histórica de la música barroca. Dentro de esta última faceta programó un concierto con obras de Tartini, Bach, Haendel y Vivaldi, donde exploró el desarrollo de la forma concierto en las primeras décadas del siglo XVIII.

Esta velada de apertura de temporada, el primer concierto de la serie “espacio barroco”, demuestra cómo nuestra orquesta es un instrumento versátil capaz de adaptarse a diversos repertorios y responder a las inquietudes de cada director. En este sentido, el trabajo interpretativo realizado por Gordan Nikolic ha sido muy interesante, describiendo unas sonoridades descargadas de vibrato que rayaban en ocasiones lo camerístico. De este modo, sacó especial partido al juego tímbrico y la dialéctica entre solo y tutti, para lo que el violinista y director contó con los solistas de cada sección y con Darío Moreno en la realización al clave de un bajo continuo elegante en su desarrollo y audaz en la ornamentación.

El programa se abrió con el Concierto para violín en La menor D 115 de Giuseppe Tartini, sin duda uno de los grandes autores para este instrumento y precursor barroco de una técnica interpretativa que el Clasicismo exploraría hasta una concepción más virtuosa, dando lugar al concepto moderno de virtuosismo. Verdaderamente, los conciertos para violín de Tartini exhiben una complejidad técnica y exigen una maestría interpretativa considerables. En este sentido, Gordan Nikolic desprendió un brillo especial como solista, con un pulso muy marcado y unos solos bien articulados y adornados.

Le siguieron dos conciertos para varios instrumentos, expresión máxima de la experimentación tímbrica durante el barroco. El primero fue el Concierto de Brandenburgo núm. 3 en Sol mayor BWV 1048 de Johan Sebastian Bach, escrito para cuerdas. La sonoridad de las cuerdas de la OCG fue perfecta, con un discurso bien articulado y líneas de imitación perfectamente descritas, así como un espléndido empaste que constituyeron un sello de calidad. Similar acierto tuvo también el director al concebir la interpretación del Concerto grosso núm. 11 en La mayor op. 6 de Haendel, donde destacó la definición del movimiento de los arcos de manera efectista para crear sonoridades más limpias; nuevamente, los solista de cada sección y el clave se unieron al director en el concertino solista con un bello discurso melódico.

La serie de conciertos conocida como Las cuatro estaciones op. 8 de Antonio Vivaldi cerró la velada. Gordan Nikolic cuidó al máximo la sonoridad y el timbre de una dúctil sección de cuerdas de la OCG, transmutada en orquesta barroca al servicio del efectismo y la dialéctica propia del concierto solista barroco. Y es que, pese a que Las cuatro estaciones es una de las series de conciertos para violín más conocidas de la historia, el director ofreció una nueva visión, concibiendo unos tempi muy dinámicos y bien entendidos que dieron viveza a su interpretación. También fueron característicos en su concepción de la obra el uso de ataques decisivos y rotundos, el cuidado de la melodía, una búsqueda continua del contraste de dinámicas y una ornamentación audaz y arriesgada, pero coherente dentro de la interpretación barroca historicista.

El resultado fina fue una versión muy ágil y fresca, con pulsación limpia y delicada en los movimientos lentos y de líneas más ligadas, ricamente ornamentadas, para los más rápidos, todo ello aderezado con criterios historicistas en su articulación y con la incursión de efectos como los mordentes, los portamentos y los cambios de arco para delinear las líneas motívicas. Es evidente el gusto de Gordan Nikolic por enfatizar la dinámica de terrazas y las notas tenidas  a modo de bordón, cuyo resultado lo pudimos disfrutar en la Primavera. Por su parte, el Verano se inició con un poderoso attacca muy efectista, enlazando sus tres movimientos en una continua exploración de los efectos barrocos. En el Otoño y el Invierno Nikolic desarrolló unos solos ricamente adornados con ingenio y delicadeza, aunque de finales secos, a veces incluso abruptos; por su parte, para los movimientos lentos optó por enfatizar una realización del continuo muy cuidada y dentro de estilo. Si bien la articulación seca de algunos pasajes no favoreció en todo momento el empaste, hay que destacar la belleza en los adornos y en el uso del bello juego de contraste entre pizzicato y legato, particularmente en el último de los conciertos.

El público asistente aplaudió profusamente esta interesante velada barroca, deseoso ya de retomar el contacto con la buena música y con nuestra orquesta. Gordan Nikolic, en agradecimiento a la calurosa acogida recibida, regaló una delicada interpretación de la Allemanda perteneciente a la Partita para violín núm. 2 en Re menor BWV 1004 de Johan Sebastian Bach.

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