LA COCINA | CRÍTICA
Cuando el ego creativo se inflama
Paco Pomet está de enhorabuena. El pintor granadino ha sido seleccionado para exponer en el proyecto artístico con más proyección internacional de la actualidad: el parque de atracciones de Banksy, Dismaland. Para que lo acompañen en su sátira del universo de Disneyland el creador urbano más cotizado y misterioso del mundo ha contado con 58 artistas de 17 países del mundo.
Junto al granadino sólo hay otro nombre español en la lista de los seleccionados por el propio artista inglés -es natural de Bristol, uno de los pocos datos conocidos de su biografía-: el grafitero valenciano Escif, que era el único de este país que aparecía en el documental de Banksy Exit thrugh the gift shop. Además de ellos hay nombres menos conocidos por el gran público, sobre todo creadores del Oriente Próximo, pero también pesos pesados que se encuentran entre los artistas mejor pagados del mundo, como Damien Hirst o Jenny Holzer.
Un satisfecho Paco Pomet contestaba ayer aún desde Londres a Granada Hoy que desconoce los motivos que han llevado al anfitrión de Dismaland a elegirlo, pero que fue el propio equipo del artista urbano el que contactó directamente con él poco después de la pasada Navidad para pedirle que se sumara al proyecto. Poco más puede decir sobre uno de los secretos mejor guardados del mundo del arte: la identidad del grafitero, sobre la que tanto se ha especulado pero poco se conoce con seguridad. "No sabemos nada de él", cuenta Pomet, quien asegura que no lo ha conocido, sólo a su equipo, que además le obligó a firmar una cláusula de confidencialidad hasta que la iniciativa se hiciera público, directamente con su inauguración el pasado viernes. "Ni siquiera sabía donde era. Me recogieron del hotel y me llevaron allí", cuenta sobre la última provocación de Banksy, que ha elegido unas instalaciones abandonadas en Weston-super-mare, una localidad al suroeste de Inglaterra, para el tenebroso monumento a la sonrisa amarga.
Y desde la misma fiesta de inauguración, a la que no se sabe si acudió Banksy, el público se ha rendido a la propuesta hasta el punto de colapsar la página web, que ha tenido que reformarse en los últimos días para atender a la demanda. Y eso que hay 4.000 entradas diarias. Hasta el 27 de septiembre tienen tiempo los que lo deseen para conseguir una de ellas y viajar hasta la ciudad inglesa, en la que para mantener el secreto se dijo a sus habitantes que se estaba construyendo un decorado para un rodaje de Hollywood.
Paco Pomet, además de acudir para la rueda de prensa de presentación, ha sido también uno de los afortunados que ya ha visitado con su familia las instalaciones y, llevándole la contraria a su anfitrión, asegura que sus dos hijos pequeños han disfrutado mucho la experiencia. "Hay un par de atracciones que no deben ser visitadas por los niños, pero se avisan con antelación", comenta.
Y es que para el artista granadino ha resultado muy divertido esta especie de parque y antiparque de atracciones en el que reina el descuido total de las instalaciones y en el que los empleados que parecen al borde de la depresión no sólo no sonríen a los visitantes sino que les increpan "¡No te rías!". Y eso que salvo la idea de la parodia de un mundo que no es necesariamente el mejor de los posibles, nada a priori invitar a la diversión, ni la Sirenita borrosa, ni la Cenicienta que cuelga de una carroza siniestrada junto a la que se arremolina una nube de paparazzi carroñeros en busca de una imagen de primera plana.
En este universo que ha creado Banksy, las princesas de Disney tienen finales desdichados pero no son las únicas, porque los visitantes también pueden pilotar un barco en una piscina sorteando las pateras cargadas de inmigrantes. "Pero nada es gore, no hay sangre ni violencia física. Es más bien una revisión oscura del mundo de Disney", matiza el pintor granadino, que ha contribuido con siete obras a este parque de atracciones, que como tal es pequeño pero como instalación artística es gigante. El propio Banksy ha aportado sólo tres más, 10 creaciones, y además, si el anfitrión abre el catálogo de la muestra, el granadino es el encargado de cerrarlo. "Eso ha sido un regalo. También estoy muy contento porque el montaje de las obras es muy bueno", señala el pintor, para quien el planteamiento de la iniciativa es muy "democrático" desde la misma idea de mezclar los nombres que más ceros suman en los precios de venta de sus obras con las de bastantes artistas callejeros menos conocidos.
En el gran muro con el que Pomet cuenta en la galería de arte que se ha creado para el evento, el pintor expone dos obras de su propio estudio y el resto de las galerías de arte con las que habitualmente trabaja: Internacional, Rojo, Había una vez, The song, Glitches, Recuerdos y La brecha. "No creo que la muestra se prolongue porque ya están cerradas las devoluciones de los préstamos", apunta el pintor sobre la posibilidad de prolongar el tiempo de apertura de Dismaland ante el éxito de público.
Lo que ya está claro es que este proyecto supone la consagración definitiva del granadino, que prepara una gran retrospectiva en Estados Unidos para el próximo curso. "El proyecto surgió en julio, antes que esto, y poco a poco va haciéndose realidad", explica el artista, quien aún no sabe lo que supondrá la atención mediática internacional que hay sobre la iniciativa de Banksy. "Desde luego que viene muy bien, porque la publicidad a tu obra se multiplica con un proyecto así, pero no sé bien en lo que se traducirá", explica el autor, quien declara que también es consciente de que este tipo de iniciativas que gozan del apoyo del público cuentan directamente con el rechazo de ese sector snob del arte que trata de mantenerse como reducto exclusivo. "Participar en esto es un orgullo, a parte de todo lo que pueda traer", afirma.
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