Ida Vitale. Poeta

"Parece que la familia Lorca se sigue llevando mal con la suerte"

  • La escritora, que cumple 93 años el próximo mes, está perfectamente al tanto de la actualidad y se muestra desencantada con el rumbo que ha tomado el mundo en el que habita.

El año pasado recibió una llamada a las seis de la mañana en su casa de Austin anunciándole que era la ganadora del Premio Reina Sofía. Desconcertada, estuvo a punto de "soltar un disparate" a su interlocutor, pero el acento terminó de convencerla de que no era una inocentada. Ayer, el alcalde de Granada, Paco Cuenca, tuvo el tacto de contar con el huso horario a la hora de llamar a la escritora para comunicarle que era la ganadora de la XIII edición del Premio Lorca de Poesía, tanto que Vitale ya conocía la noticia porque un conocido la había leído en internet. "Me llamó un amigo para felicitarme y yo me extrañé porque no era mi cumpleaños", dice con una de las sonoras carcajadas con las que acompaña la conversación. Antes de hablar con ella, sus amistades españolas avisan de que es una mujer entrañable y ella se empeña desde el primer momento en no contradecirles. Avisa que está cansada, que duerme poco y que la muerte de su esposo hace dos meses ha hecho que se tambalee todo su universo. "Lo primero que he pensado es que es algo que no voy a poder compartir con mi marido", afirma con la emoción tintineando en su voz.

-¿Qué supone para usted recibir un premio que lleva el nombre de Federico García Lorca?

-Como uruguaya e hispanohablante, a pesar de tener un apellido de origen italiano por mi abuelo, siempre recuerdo que todas las noches se oían en mi casa las noticias por la radio y en la mesa estaba desplegado un mapa de España porque era el momento de la Guerra Civil. Yo no entendía aquello, era casi un juego para mí porque todavía la radio era algo poco popular. Yo estaba acostumbrada a que la radio era importante pero relacionada con el juego, hasta que entendí que era un juego serio, saber cómo evolucionaba la guerra en España. Ahí descubrí a Lorca y lo relacioné en primer lugar con la Guerra Civil. Después ya conocí su obra, igual que la de Juan Ramón o Machado, otros grandes autores muy presentes en mi formación. Durante mucho tiempo yo me moví en el ámbito literario español más que en el latinoamericano, la conciencia de América llegó después. Pero lo primero es la lengua y miraba más hacia Europa. Además Uruguay era bastante poco nacionalista, con lo que tampoco mirábamos hacia nuestro país, aunque naturalmente en los programas escolares conocíamos nuestros antecedentes. Hablaba español y no se me ocurría pensar que Uruguay estaba en América y lejos de España.

-Lorca visitó Uruguay en su periplo americano y, de hecho, Margarita Xirgu, la actriz del poeta, se nacionalizó uruguaya tras exiliarse de España.

-Mi primera experiencia en el teatro fue con Margarita Xirgu representando una obra de Lorca, un escritor que llega por muchos caminos diferentes. Pese a mi proximidad con Lorca no imaginé que me fueran a dar este premio.

-¿Vendrá a Granada a recibir el premio?

-Trataré de prolongar hasta mayo este sentimiento de alegría. Espero sobrevivir a todo esto, de momento estoy sana, aunque nunca hay que presumir de esto porque mi marido también estaba aparentemente sano. Pero intentaré estar allí, por supuesto.

-La editorial granadina Esdrújula publicó hace unos meses su última antología en España, 'Sobrevida'. ¿Casi una premonición?

-Es verdad, además tengo una gran simpatía por Laura García-Lorca, con la que he tenido la oportunidad de hablar en la Residencia de Estudiantes de Madrid. Espero que la Fundación Lorca consiga salir a flote.

-¿Esta enterada de toda la polémica que envuelve al regreso del legado lorquiano a Granada?

-Claro, lo he seguido con atención. Laura García-Lorca y yo hemos comido muchos días y es un problema que me parece increíble, esperemos que tenga una salida porque parece que la familia Lorca se lleva mal con la suerte. Las generaciones cambian, la historia cambia, pero parece que los Lorca tienen una sombra negra sobre ellos.

-Cuando recibió el Reina Sofía dijo que era una persona que seguía sorprendiéndose a diario. ¿Qué opinión tiene del mundo a día de hoy?

-Parece que el mundo se descalabró, que todo va mal. Hubo un momento en el que América Latina era democrática, cuando había un problema parecía aislado y concentrado, caso de España durante la Guerra Civil. Con mi profunda admiración por la Generación del 27 y todo lo que vino después una pensaba que la manera de ayudar a la democracia era aislar lo que no era democracia. Ahora una mira para cualquier lado y parece que se ha dado un paso atrás, Francia parece que también ha cambiado lo que antes era generosidad y nos encaminamos al desastre.

-¿Este mundo es menos solidario del que usted vivió en el siglo XX?

-Siempre ha habido algún lugar del mundo en guerra, pero se veía como algo más local, se pensaba que eran países menos evolucionados. Pero ahora parece que la cultura se desdeña y hay que cuidarla para que no caiga en manos interesadas. Tengo la sensación de que me voy de un mundo que no va para mejor, precisamente.

-El jurado ha destacado en su fallo que es una poeta que nunca es la misma. ¿Se lo toma como un elogio?

-Siempre hay que mantener una unidad e intentar ser siempre la misma. Está claro que los intereses pueden variar, pero por lo menos conservo la curiosidad.

-A los poetas se les pide que sean expertos en política o sociología, como si fueran los oráculos de la sociedad. Usted en cambio reclama el sentido ético y estético de la literatura y ha llegado a decir que la obra con tintes políticos de Neruda no es precisamente su preferida...

-Hay que tener protegida la poesía, no aislada. En el caso de Neruda, por ejemplo, la política era más una obligación, porque seguramente no le importaba lo mismo la política y la poesía. Pero él participaba de un grupo político y sintió que su obligación era apoyar a esta línea de pensamiento, aunque yo pienso que la poesía tiene que ir por otro lado.

-Usted tuvo que exiliarse de su país por la dictadura militar que se instauró en Uruguay en el 73, pero en cambio no hizo de eso un tema literario. ¿Por qué?

-Nunca. Escribí unos poemas al comienzo de la Revolución de Cuba que se publicaron en una revista, pero nunca los he incluido en un libro, son momentos en los que la poesía está al servicio de algo y creo que no tiene que estar al servicio de cosas muy concretas. Hay cosas interiores a la poesía, como la solidaridad o los valores humanos, pero no creo que pueda llegar a mejorar al hombre, es una aspiración imposible pero al menos hay que intentar que los seres humanos se comprendan, por ahí se puede empezar.

-¿Se siente como el nexo con la Generación del 27?

-Cuando Bergamín llegó a Uruguay el país estaba en un buen momento. Era un estupendo profesor, aunque no era lo suyo. Tenía esa cosa tan generosa de participar de su entusiasmo y más que de literatura española nos hablaba del romanticismo alemán. Él había perdido su biblioteca en Madrid y compraba libros que después regalaba o prestaba para que los leyéramos, iba más allá de lo que hace un profesor normalmente, quizás porque se sentía solo y hubo un grupo de alumnos que se acabaron convirtiendo en amigos. Creo que se llevó la sensación de que éramos muy buenas personas, pero muy ignorantes, y eso que yo leía y no dependía exclusivamente de lo que aprendía en la escuela. Pero Bergamín abrió un mundo ante mis ojos porque era de esos maestros que no se ciñen al programa, que van más allá.

-¿Se sinceraba en lo político con sus alumnos o corría un tupido velo?

-Tenía sus amigos españoles con los que imagino se sinceraría, pero tenía con nosotros el escrúpulo de que no era un tema para tratar con sus alumnos.

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