arte

Pedro Roldán y su 'Cruce de caminos'

  • El pintor cordobés expone un conjunto de obras personales cargadas de color, poesía y percepción de la vida en la galería de arte Ceferino Navarro hasta el próximo 4 de mayo

Una muestra en la galería Ceferino Navarro se acerca a Pedro Roldán. No se trata del famoso escultor, barroco y sevillano del S.XVII, sino del pintor cordobés, formado en Barcelona y con una mirada que no tiene fronteras y puede traspasar países, caminos -y hasta realidades-.

El artista andaluz presentó ayer su exposición Cruce de caminos, un vertiginoso recorrido cargado de color, más color y poesía, conjugado todo ello bajo la forma de mirar de unos ojos y manos que, en mutuo acuerdo y de forma física, recrean, pintan y crean lo que el corazón y la mente, también en mutuo acuerdo y de forma emocional y profunda, les sugieren.

Los trazos con carácter y firmeza junto a los contrastes armónicos y reconciliados entre lisos rasos y rugosidades sobresalientes por gotas de pintura descansadas sobre el lienzo, se dan cabida en cada uno de los cuadros pintados por Roldán donde, según quiere hacer constar, hay una verdad, una realidad abierta a las interpretaciones y a cosquillear la imaginación de cada visitante, mostrando aquellos detalles que, en muchas ocasiones, pasan desapercibidos para una persona o, en su desgracia, para una multitud.

Pero si algo destaca en su obra, es la fuerza de la interpretación personal que hace el pintor bajo su forma de mirar, de percibir la realidad y, sobre todo, de sentir aquello que, simplemente y sin preámbulos, de repente, sin más, hace sentir.

"Cruce de caminoses esa forma que propongo de reunir a todas las personas que crean y creen en crear, a través del arte, encontrando su punto de reunión. Sienten entonces con fuerza el encuentro y, a partir de él, continúan sus propios caminos, personales y únicos", reconoció Pedro Roldán, que aprecia la creación del arte como algo único de cada uno que puede converger con las miradas de otras personas, dejando libertad para interpretación personal y el "cruce de esos caminos" donde nadie para, donde nadie se acomoda, sino que continúan y siguen marchando, conscientes de que han elegido el rumbo adecuado que sus vidas, en algún momento, les instó a escoger.

"Nadie es mejor que nadie por entender de una forma u otra el arte. Pero sí que cada uno tiene un nivel diferente y único de introspección en la obra, interpretación y de apreciación de los detalles que son expuestos ante sus ojos y, para conseguir llegar más allá, tiene que educar su grado de inmersión ya no solo en el arte, sino en la vida en general e, importante, tener sensibilidad", destacó el pintor que, con su propia visión de la realidad, conjuga colores y texturas diversas para conformar una canción poética y paisajística a través de sus pinturas.

"Nunca pinto personas, solo paisajes porque la naturaleza es verdadera, es auténtica. La naturaleza es la que es y nunca te engaña. En cambio, si pintara por ejemplo a una pareja besándose y echándose fotos en un banco del fondo, quizá al día siguiente estén gritándose. La naturaleza tiene sus estaciones, sus tormentas y sus estados de calma, pero siempre es realidad y verdad", declaró. Bajo esta premisa, Roldán lleva al lienzo todo lo que siente como realidad cuando observa, aprecia o simplemente siente cuando camina bajo la lluvia inesperada por un sendero abrazado por los árboles por Madrid, o al retener en su memoria esa basura y restos que llegan hasta las rocas del mar y ahí se queda barada cual sirena esperpéntica, impulsando una imagen cargada de viveza y color en su corazón, no pudiendo evitar ver formas y detalles cargados de sensibilidad en dichos restos y deshechos que muchas personas hubieran desterrado a la basura.

El pintor, además, destacó que para él no sirve mentir, exagerar o enaltecer en halagos sus pinturas si las mismas no transmiten nada al visitante. "Cuando una persona me dice algo sobre mis cuadros, si al cabo del tiempo la vuelvo a ver, empiezo la conversación partiendo de la base de lo que me dijo la última vez, y a menudo se queda desconcertada, pues no se lo espera", señaló el artista, que opina que mentir sobre lo que siente una persona al apreciar sus cuadros solo puede crear, a la larga, confusión y falta de empatía hacia lo que contempló. Pero lejos de enfadarles, Pedro Roldán se muestra muy abierto y comprende que sus pinturas, al igual que ocurre con el arte en general, no están hechas para ser explicadas de una sola forma y punto de vista, sino que en ellas contempla total libertad de interpretación. Para él, lo más importante es saber que en cada rincón, cada detalle e incluso detrás de cada esquina, hay algo nuevo que ver si se afronta con interés y apreciando los pequeños gestos que siempre, afirma, nos da la vida.

"Estamos preparados para todo lo que la vida nos envía, siempre. Ningún dolor es insuperable y ningún día está vacío si se mira con atención. Una mirada casual con una persona en el autobús, un gesto de cariño, dos niños cogidos de la mano cruzando la calle, un perro, un rayo de luz que surge con gran belleza. Todo es interesante y tiene su misterio. Solo hay que mirarlo". Con esta forma de apreciar el entorno, Roldán explicó cómo dejando fluir la imaginación y haciendo un hueco a la sensibilidad, la vida cambia totalmente y es ve de otra manera.

Ésta es la tónica de sus cuadros en Cruce de caminos, un trabajo con ecos poéticos y filosóficos cargado de miradas a través de las manos y la percepción de un pintor que ya ha ganado varios premios y cuyas obras han sido expuestas en lugares como Estados Unidos y centro de Europa, constituyéndose como el artista que siempre quiso ser, sabiendo desde que nació que éste era su camino, su cruce.

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