Pepo Paz | Editor

"El libro en papel es el gran invento de la humanidad"

  • El fotoperiodista y miembro fundador de la editorial Bartleby publica 'Las demás muertes', su primer libro de relatos donde muestra su preocupación por lo social y explora la prosa poética

  • El autor madrileño lo presentará mañana en la Librería Picasso a las 19:00

El escritor y editor madrileño, en una fotografía de archivo.

El escritor y editor madrileño, en una fotografía de archivo. / R. C.

Pepo Paz (Madrid, 1962) nació en el seno de una familia humilde, cuya biblioteca se resume en dos colecciones de libros adquiridas semana a semana en el quiosco y una enciclopedia Larousse. "Mi casa no era la de Julián Marías", señala irónico. La madre de un amigo, locutora de RNE, le inculcó el placer por la lectura a una edad temprana. A los 10 años ya ganaba concursos de literatura. Fue en 1998 con Bartleby Editores cuando entró en ese mundo literario "a veces tan inaccesible".

El fotoperiodista y miembro fundador de la prestigiosa editorial de poesía cultivó su amor por la letra no sólo publicando a grandes autores, sino también escribiendo. Paz se atreve ahora a publicar su primer libro de relatos, Las demás muertes (Demipage, 2018), donde revela una gran preocupación por lo social y explora el género de la prosa poética. Los 15 cuentos, creados a fuego lento durante años, tienen por protagonistas a vagabundos idealistas, migrantes en precario, niños de pueblo y jóvenes en busca de aventuras. El escritor lo presentará mañana en la Librería Picasso a las 19:00.

-Ha escrito desde muy joven, pero es la primera vez que se atreve a publicar algo suyo. ¿Qué le animó a lanzarse?

-La parte fundamental del libro estaba escrita hace mucho tiempo. Lo que sucede es que en 1998 empecé a colaborar en prensa haciendo fotoperiodismo de viaje y lo dejé aparcado. Hace dos años, en la Feria de Libro de Soria, unos editores me dijeron que si tenía relatos me los editaban. Y lo retomé. Durante estos años le he ido añadiendo cosas. Los corregía y los corregía. Cuando fundamos la editorial -Bartleby Editores- pensé un poco en mí. Digamos que esto te servía para abrir una puerta lateral y colarte en ese mundo literario a veces tan inaccesible.

-¿Es más crítico con lo que escribe que con le envían a la editorial?

-Creo que uno siempre es más crítico con lo que hace que con lo de los demás.

-Uno de los relatos, ¿De qué color son las montañas?, es tan tierno y a la vez tan triste. En él se ve como el protagonista madura de golpe cuando fallece un familiar cercano. ¿El sentimiento de perdida inspira mucho más que el de alegría?

-No sé (ríe). El último relato, Ciruelas en julio, lo escribí este año. Tenía la necesidad de hacerlo porque le da un broche de esperanza. No sé porqué uno escribe de cosas tristes y no de cosas alegres. Quizá mi personalidad es así. No es la tristeza como fin de por sí en los relatos.

-Sus cuentos tienen por protagonistas a personas maltratadas por circunstancias de la vida, perdedores y supervivientes. ¿Qué ve de atractivo en estas historias?

-En el caso de mi escritura se desprende una preocupación por lo social evidente y la traslado de esa manera. No son relatos exactamente biográficos. Los relatos, como todo en la creación, surgen a partir de algo que nos llama la atención, que nos sucede, que escuchas o que lees. El tercer relato es una historia de un mendigo que vive o malvive en un túnel. Ese es un túnel que yo atravesaba cuando era asalariado para entrar en la Torre Picasso de Madrid. Luego construyeron las Cuatro Torres Business Area. Pasaba por ahí. No había ningún vagabundo y me lo imaginaba. El otro día leí un reportaje que en esa zona, un periodista se coló por unos vericuetos hasta llegar a una auténtica ciudad subterránea de mendigos. La realidad supera la ficción. Más que buscar elementos desarrapados para regocijarme en ellos, exploro mi preocupación por lo social.

-"Con sus recuerdos dulces como buñuelos de calabaza", escribe. La poesía vive en usted y en sus relatos. ¿Hay un género literario que le sacuda más que la poesía?

-Yo no soy poeta (ríe). Mi prosa es una prosa poética, pero estaba en mí antes de ser editor de Bartleby. Mucha gente me dice: "Anda a través de las lecturas de poesía él ha construido su prosa". A mí me interesa esa prosa con destellos de poesía desde hace mucho tiempo.

-Vuestra editorial ha recuperado a poetas granadinos de gran valor como Javier Egea y Pablo del Águila. Guardo con cariño esos dos libros. ¿Hay un límite impuesto a la hora de arriesgarse con este tipo de proyectos?

-Sí. El límite que da la tesorería (ríe). Este año, que vamos de culo, hemos editado sólo tres libros. Aunque son tres libros potentes. Uno de ellos recoge unos inéditos de Leopoldo María Panero. Ahora estamos cogiendo un poco de aire. Cuando me contaron la historia de Pablo del Águila, dije sí de inmediato. No hay un estudio de mercado, ni nada que se le parezca.

-Da gusto escuchar eso. Sobre todo cuando las estanterías se han llenado de cantautores poetas. Sois la resistencia.

-Resistimos de aquella manera. Dos décadas después o nos permitimos ser honestos con nosotros mismos o chapamos. Vamos a seguir haciendo cosas con mi manera de entender la edición.

-Volviendo al libro, me ha encantado el relato titulado Caballo de acero. ¿A qué achaca que la infancia de los niños españoles esté menos apegada al libro hoy día que ayer? Mi padre, por ejemplo, me regala un libro cada cumpleaños.

-Se lee menos. Eso es evidente. Yo tengo dos niños y me he aburrido de regalarle libros en Reyes. De repente mi hija ha descubierto el placer de la lectura en aquello que le interesa. El otro día me pedía un libro de Jane Austen. Hay que sembrar el placer por la lectura como hace su padre.

-¿Siempre habrá lectores que quieran agarran un libro en papel?

-A lo mejor el libro evoluciona de formato, pero lo que no va a cambiar va a ser el ansia por crear e imaginar mundos. Y eso nos lo dan las buenas historias. Igualmente me parece que el libro en papel es el gran invento de la humanidad.

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