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Pesadillas antes de Burton

  • Charles Dickens tenía por costumbre enviar cuentos de fantasmas a distintas publicaciones al llegar la Navidad

Charles Dickens Editorial Impedimenta. Barcelona, 2009

La Inglaterra decimonónica, proponiéndoselo y sin proponerselo, ofrecía escenas de auténtico apocalipsis: el mundo del smog, de los tribunales que dejarían temblando a Franz Kafka, del lumpen tremendo, de los asilos inclasificables, de la pobreza incontinente -tanto como la tuberculosis o el cólera-, de la moral pacata y amordazada. El patio de juegos perfecto para crear, literal y literariamente, émulos de Jekyll & Hyde.

Un caldo que daba, además de material suficiente para el escándalo y la denuncia, imágenes únicas a la hora de elucubrar historias inquietantes. Charles Dickens fue fiel a ambas cosas: a la denuncia social y a los cuentos de fantasmas, género que incluía, como un bonus-track, en muchas de sus novelas, y con el que cumplía invariablemente cada Navidad -ya fuera en su propia revista, Household Words, o colaborando con otras publicaciones-.

Para leer al anochecer, la selección realizada por Enrique Gil-Delgado y Marian Womack para Impedimenta, recoge precisamente algunos de los relatos de terror que el escritor inglés fue firmando en distintas cabeceras. Una tradición -la de mezclar Navidad e historias truculentas- que antecede al propio Dickens en tierras británicas. "La Navidad era la única fecha del año en la que toda la familia conseguía reunirse -comenta Marian Womack-. Había que divertirse alrededor del fuego, y ¿qué mejor para ello que contar relatos de fantasmas y maldiciones?".

Del suculento caldo que pintaba el mundo que tenía alrededor, Dickens fue tomando para sus cuentos de misterio imágenes ciertamente evocadoras: los encuentros fortuitos en un tren, la luz del guardavías que aparece y desaparece en la niebla, las aisladas casas solariegas, los inquietantes tribunales de justicia. En ningún momento tenemos, sin embargo, la sensación de estar ante un alma supersticiosa: Dickens parece dejar claro que los cuentos de fantasmas son un noble entretenimiento para la época del año que más amaba -como vemos en Fantasmas de Navidad- y que constituyen, además, un ejercicio más que aconsejable, pues consiguen que lleguemos a reírnos de nuestros propios temblores, del temor último. Hay cuentos en los parece hacer parodia del género -como en El letrado y el fantasma o incluso en La casa encantada, donde comienza haciendo mofa del movimiento espiritista-. Otros cuentos, por ejemplo, como El fantasma en la habitación de la desposada, hacen gala de un terror inusitadamente moderno, con una historia que mezcla, a ojos actuales, una ambientación digna de Cumbres Borrascosas y personajes sacados de alguna entrega de terror nipona.

"Con esta colección, de alguna forma -explica Marian Womack- hemos querido ir contra el tópico y presentar el lado más oscuro de la Navidad dickensiana: buscar el contracuento de Navidad. En realidad, Para leer al anochecer tiene historias rarísimas. Por ejemplo, La casa encantada podría considerarse el anticuento navideño".

Trece historias que vienen a descubrirnos, según la traductora, la escritura de un Dickens "desconocido y muy moderno, con un estilo al que estamos poco acostumbrados y que sorprenderá, incluso, a quienes conozcan bastante la obra de Charles Dickens".

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