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Philip Marlowe, ese 'malafollá'

  • Granada Noir organiza una mesa redonda para abordar desde la perspectiva de la novela negra una de las señas de identidad de la ciudad desde el punto de vista de las relaciones humanas

"Me tiene sin cuidado que no le gusten mis modales, ni siquiera me gustan a mí: me hacen llorar en las noches de invierno y me importa tanto que se meta conmigo como que se tome la sopa con tenedor". La frase es del detective Philip Marlowe en la versión cinematográfica de El sueño eterno, un ejemplo de malhumor granadino versión Hollywood. El escritor Alejandro Pedregosa atisba en el personaje que creó Raymond Chandler a un sujeto que podría campar a sus anchas en Puerta Real. "Marlowe es todo un ejemplo de malafollá", sentencia el autor de A pleno Sol que ayer participó en la primera mesa redonda del Granada Noir junto Alfonso Salazar, Antonio Lozano y Clara Peñalver para tratar de concretar si existe una novela negra marcada por esta forma arisca de relacionarse con los congéneres. "Es una cosa muy de aquí, pero es algo que está presente en la novela negra, donde siempre hay un personaje seco y cortante, en realidad es como un desapego, tener esa experiencia vital que te hace estar de vuelta de todo", señala Pedregosa sobre una de las posibles tipologías del malafollá, en este caso una especie de sabio descreído. "Pero este sería el mejor de los casos, he conocido a personas con este porte, pero es verdad que el más común es simplemente un inculto", continúa el escritor recién llegado de una estadía en Praga, donde ha estado trabajando en su siguiente novela, que vincula a Kafka y a García Lorca.

Incluso algunos de sus personajes tienen este perfil arquetípico, como un forense de su novela Un extraño lugar para morir, ambientada en los Sanfermines de Pamplona. "Se llama Goñi y me lo traje de Granada, calculé el personaje para que fuera un malafollá, una persona cortante que, en el fondo, es buen tío, pero no sabe expresar sus emociones", continúa Pedregosa sobre otro de los perfiles del singracia autóctono, el que utiliza el exabrupto como una forma de valorarse socialmente aunque en es buena gente.

Por su parte, Alfonso Salazar rinde homenaje en primer lugar al desaparecido José Luis Serrano, "de los primeros en ubicar a Granada como espacio negro" con dos novelas como Al amparo de la ginebra y Febrero todavía. Autor de la saga de El detective del Zaidín, Salazar plantea que la ciudad en la que transcurren las andanzas de Matías Verdón es un escenario apropiado para el noir con sus ideologías enfrentadas, la radicalidad de una ciudad que tiene dos caras. "Está la Granada monumental, misteriosa y turística, y por otro la Granada real de los barrios, obrera", señala Salazar, un autor que utiliza el Zaidín como escenario aunque podría haber sido Vallecas o El Cabañal. "Esto es algo que también se ve en las novelas de Petros Márkaris protagonizadas por el detective Kostas Jaritos, que transcurren en Atenas". Y en el caso de Granada se da la circunstancia de que, por su tamaño, cualquier suceso se magnifica porque mantiene las redes de comunicación de pueblo, "todo el mundo conoce a alguien que conoce o es familiar de quien protagoniza un suceso".

En este punto recuerda el caso de Aixa, la niña que apareció asesinada en el bosque de la Alhamba, un suceso "trágico y desgraciadamente novelesco". "Era como más fantasmagórico aún por este entorno y, de alguna manera, Antonio Muñoz Molina escribió Plenilunio inspirándose en este hecho, aunque hizo desaparecer Granada, quizás por sensibilidad con la familia".

Para Salazar, la novela negra, en general, no ha entrado de lleno en los grandes problemas de la sociedad española. Sí lo hizo Rafael Chirbes en el "monumento" literario de Crematorio, casi una "raya en el agua", caso también de Juan Madrid. "La novela negra suele ser más de evasión que de compromiso", sentencia. Pero la ciudad de la Alhambra tiene todos los ingredientes del género policíaco, como el tráfico de drogas y el olor a marihuana que inunda hasta el centro histórico, las detenciones de políticos por presuntos tejemanejes inmobiliarios... "Sólo con escribir sobre lo que pasa con los centros comerciales de la ciudad ya tendrías un novelón", señala el autor y gestor cultural.

En la mesa redonda también participó el escritor de Tánger Antonio Lozano, que estudió en Granada en su juventud y que, pese a todo, defiende que nunca se ha topado con un malafollá en la ciudad, aunque apostilla que, literariamente, conoce perfectamente las peculiaridades de estos sujetos. Así que prefiere hablar de sus novelas que se encuadran dentro del género negro. Dentro de estas obras hay dos partes diferenciadas, "una más clásica con el detective, el crimen y las armas", y otra en la que se sale de los estereotipos clásicos como Dónde mueren los ríos, donde los investigadores son amigos de una prostituta asesinada o El caso Sankara, donde el sabueso es un periodista que intenta arrojar luz sobre la muerte del presidente de Burkina Faso. Afincado en Canarias, Lozano señala que la cercanía con África hace que los escritores hayan puesto su mirada en los inmigrantes que llegan en cayuco. "Si hablamos de peculiaridades de la literatura canaria la conexión con África es sin duda una de ellas", concluye un autor que, si tuviera que incluir a un personaje malafollá en sus novelas, dice que se inspiraría en un camarero de Praga.

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