Teatro-Danza-Nuevas Tecnologías. Compañía: Compagnie 111-Aurélien Bory. Intérpretes: Olivier Alenda y Olivier Boyer. Piloto-programador del robot: Tristan Baudoin. Composición musical: Joan Cambon. Iluminación: Arno Veyrat. Sonido: Joel Abriac. Concepción, escenografía y dirección: Aurélien Bory. Teatro Alhambra. Fecha: 1 de marzo de 2011.
Sans Objet -Sin objeto, Sin asunto o el Espacio en blanco- habla en clave de ciencia ficción futurista de lo mismo que cualquier otra buena pieza de ciencia ficción; habla, pues, de una cuestión metafísica, enuncia cuestiones en relación al ser, a la "carencia de ser" o "la falta en ser" constitutiva, como señala el psicoanálisis. En última instancia, habla de la angustia. La puesta en escena de esta pieza diríamos dibuja los poderes fáusticos del desarrollismo llevados hasta el límite, anulando al sujeto que queda alienado/fascinado bajo el poder del "Uno": la infalibilidad tecnológica.Se sitúa el discurso que articula en la tradición que confronta al hombre frente a la máquina, concebida ésta como un alter-ego a la par fascinante y monstruoso. Y ahí está, en Sans Objet, como dios fálico -puro acto- el protagonista absoluto rigiendo desde el centro de la escena: un robot con forma de brazo articulado, típico en las cadenas de montaje industrial como por ejemplo el de la automoción. Se deja ver, tras una pequeña escena a modo de baile de presentación en la que danza bajo una inmensa tela de brillos metálicos, este demiurgo inquietante surgiendo de entre los pliegues de ese mar; igual que asoman de la angustia, seres y fantasías monstruosas. Dos hombres, vestidos pulcramente de traje negro y corbata se acompasan a él.
La escenografía, el ritmo y la acción siguen la pauta que marca serena e infaliblemente el robot. La iluminación, la música y la coreografía de los intérpretes (sobre el robot o los paneles de la escenografía que éste va modificando) resultan de una belleza onírica extraordinaria. Reproducen a la perfección desde la fascinación más plácida y placentera al extrañamiento más inquietante.Este emperador, este "Uno" tecnológico, en Sans Objet, nos deja al final de la pieza confrontados con ese mar metálico suspendido frente a nosotros cual pantalla o pared, tras ella al corte abre una puerta, invita a atravesarla. Sin duda, uno de los espectáculos más gratificantes de una temporada teatral creativamente flaca.
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