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Granada/La escritora granadina Cristina Morales ganó ayer el XXXVI Premio Herralde de novela con su obra Lectura fácil, mientras que El sistema del tacto, de la chilena Alejandra Costamagna, quedó finalista.
Lectura fácil narra la historia de cuatro mujeres, Marga, Nati, Patricia y Àngels, primas con diversos grados de discapacidad intelectual que comparten un piso tutelado en una Barcelona mestiza y opresiva con paro, desahucios, mentiras, okupas, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca y los ateneos libertarios como telón de fondo.
El jurado destacó ayer de la historia su mirada ácida e inteligente, su desbordante comicidad y el "hallazgo genial de cuatro voces desternillantes que gozan de la impunidad imprescindible a toda literatura verdadera".
La ganadora se ha impuesto entre las siete novelas finalistas de las 445 presentadas al galardón, dotado con 18.000 euros y convocado por editorial Anagrama.
Cristina Morales (Granada, 1985) es licenciada en Derecho y Ciencias Políticas y especialista en Relaciones Internacionales, y es autora de las novelas Los combatientes, Malas palabras y Terroristas modernos, además de numerosos cuentos aparecidos en antologías y revistas literarias. "Aunque ahora, profesionalmente, me dedico a la danza contemporánea", explicaba ayer a Granada Hoy la ganadora del Herralde.
Sobre su viraje desde el Derecho a la danza, explica que para ella "están muy relacionados". "Estudiando la carrera -que son muchas horas de estudio porque implica muchos codos, mucha comprensión y también mucha memorización necesaria- me pasaba tantas horas sentadas que necesitaba moverme. En el servicio de Deportes de la Universidad de Granada se ofertaban clases de danza contemporánea y allí empecé a ir como actividad para sacudirme el cuerpo después de tantas horas de estudio. Y me gustó tanto que empecé a trabajarlo de forma más profesional".
Su carrera literaria motivó su traslado a la ciudad condal, a donde se mudó desde su Granada natal y donde ha gozado de diversas becas, como la de la Fundación Han Nefkens (2015) o, más recientemente, la de Beca de Escritura Montserrat Roig (2017). Pero desde que llegó a Barcelona ha estado compaginando, "en paralelo", su inclinación a la danza con la escritura.
La autora confesaba ayer que Lectura fácil es "una novela sobre la Barcelona que me ha tocado vivir desde que me vine hace seis años", aunque la ciudad vivida es más genérica que la que retrata en el libro: "Llegué sin un duro en el bolsillo, con pisos llenos de cucarachas y pudiendo comer solo mortadela, pero eso no es interesante". Por eso, "la ficción es absoluta". "Por supuesto que los referentes están en la realidad pero más que en experiencias personales están en la ley, grupos de activistas... Pero no personas concretas con nombre y apellido".
Lo que sí ha conocido es varios casos de chicas de pisos tutelados, aunque insiste en que no "está personalizado en absoluto". "Es reconfortante pensar que la visión que una tiene sobre las cosas puede ser trasladable a la sensibilidad de los demás", explica Morales, quien comentaba ayer que recibió la noticia de boca de su agente por una llamada de teléfono y comenzó a "dar saltos por las casa". La ganadora del Herralde reivindica el tratamiento narrativo con personajes con lo que se considera administrativamente discapacidad intelectual: "La literatura ha dado poca cabida a voces protagónicas de este tipo y aunque existe tradición literaria en torno a la locura, no así a lo que los castellanos denominaban el idiota o el tonto del pueblo".
El Benjy de El ruido y la furia de Faulkner o el Zacarías de Los santos inocentes han sido dos referentes presentes en la autora, que recuerda que "cuando han sido utilizados son vehículo para hacer crítica de clase".
En opinión de Morales, "hay gran potencia en la posibilidad de acercarse literariamente a estos personajes, que en la vida real están en los márgenes de los márgenes".
Las cuatro protagonistas, que proceden de un ambiente rural indeterminado, pasan "peripecias frente a una administración pública buenista y paternalista" y la novela quiere "confrontar la retórica de lo institucional frente a la retórica del analfabeto o de aquel al que se le acusa de hablar mal".
A pesar de la "seriedad" con la que aborda el tema, Morales asegura que la novela "está hecha desde la gracia, la fiesta del lenguaje, desde el humor, porque una escribe para pasarlo bien".
El título, continúa Morales, alude al movimiento de lectura fácil que nació en el centro y el norte de Europa en los años 70 en algunas bibliotecas pensando en la adaptación de clásicos para personas que tenían discapacidad intelectual, y desde entonces se ha ido ampliando el espectro de los depositarios de este tipo de literatura a "personas con dificultad lectora, como migrantes que no conocen la lengua, población reclusa que no ha tenido acceso a la lectura o personas con fracaso escolar".
En Barcelona hay una Asociación de Lectura Fácil, hay manuales de lectura fácil, y todo este sistema tiene un reglamento: no se pueden utilizar frases subordinadas, debe haber un sujeto por oración y se tienen que evitar ironías o metáforas. Como una de las protagonistas escribe su biografía en ese formato, la escritora granadina tuvo que adaptar esa parte de la novela a ese tipo de escritura.
El jurado del premio ha estado compuesto por Gonzalo Pontón Gijón, Marta Sanz, Juan Pablo Villalobos, Rafael Arias y la editora Silvia Sesé. En nombre del jurado, esta última señalaba ayer que "tanto la ganadora como la finalista son novelas que provocan discusión y diálogo, y la literatura de Cristina Morales está para provocar conversación, para producir tensión, para estirar el lenguaje".
El jurado también destacó el formato de la novela de la granadina, en la que "se entrecruzan voces y textos como un fancine que denuncia el machismo, las actas de un juzgado que pretende incapacitar y esterilizar a una de las protagonistas y la novela autobiográfica que escribe una de ellas con el método de la lectura fácil.
"La escritura y la temática de Cristina Morales es de las más punzantes de la joven narrativa española actual. Ahí están los asamblearios indignados de su primera novela, Los combatientes, o el lacerante desparpajo que puso en boca de la mismísima Santa Teresa de Jesús, Malas palabras, por no hablar de Terroristas modernos, crónica del levantamiento frustrado contra Fernando VII en 1816 y donde están camuflados los problemas de la España política de hoy".
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