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Una biografía de Quico Rivas retrata al bohemio Pedro Luis de Gálvez

  • El libro, rescatado seis años después de la muerte de su autor, aparece en el sello malagueño Zut

El poeta Pedro Luis de Gálvez, al que Valle Inclán inmortalizó en Luces de bohemia pidiendo limosna con el cadáver de su hijo recién nacido en los brazos, fue el prototipo del bohemio sablista y feroz, y su retrato más completo está en la biografía de Quico Rivas (1953-2008), ahora publicada póstumamente.

La semblanza escrita por el crítico y artista plástico Francisco Rivas, conocido como Quico Rivas en los ambientes artísticos y literarios, es digna de un episodio de la vida de Gálvez, ya que, también entregado a la bohemia, el propio Rivas falleció creyendo que el mecanoscrito de su obra sobre Gálvez se había perdido en el incendio que asoló su casa madrileña. No obstante, su amigo Manuel Domínguez, propietario de la madrileña librería de viejo Gulliver, en una de las ocasionales visitas de Rivas a este establecimiento, tuvo la prudencia de conservar la fotocopia del mecanoscrito que ha permanecido en este almacén de libros hasta que, también por azares del destino, lo ha desempolvado el escritor Juan Bonilla.

Aquellas fotocopias que permanecieron a salvo de las llamas se debieron a la intuición del pintor Carlos García-Alix, amigo de Rivas y quien se empeñó en hacerlas una de las veces que el autor se negó a dejar el original en el despacho de su editor, ya que siempre, en el último momento, lo daba por inconcluso.

Bonilla ha hecho una corrección profunda de la biografía y la ha editado en el sello malagueño Zut con el título de Reivindicación de don Pedro Luis de Gálvez a través de sus úlceras, sables y sonetos.

De Pedro Luis de Gálvez (Málaga, 1882-Madrid, 1940), cuya personalidad amoral y carácter dislocado se fraguaron en los ambientes literarios de principios de siglo, dejaron retratos más o menos parciales Ramón Gómez de la Serna, Baroja, Cansinos Assens, Pármeno, Carrere, Zamacóis, González-Ruano y Jacinto Miquelarena.

Quizás lo más sorprendente fuese que Jorge Luis Borges lo considerara como uno de los mejores sonetistas del idioma y recitara de memoria varias de sus composiciones, como el editor y poeta Abelardo Linares comprobó en la visita que le hizo en Buenos Aires en los años 80, y de la que se da cuenta en esta biografía.

Juan Manuel de Prada, tomándose todas las licencias que permite la novela, hizo de Gálvez el protagonista central de Las máscaras del héroe, y el éxito de esta ficción en los años noventa pudo ser la causa de que Rivas ralentizara, una vez más, la elaboración de su biografía.

Condenado a muerte, el 30 de abril de 1940 Gálvez fue fusilado en Madrid pese a haberle salvado la vida en el Madrid rojo al portero Ricardo Zamora y al escritor Ricardo León, entre otros.

En su contra pesaron sus bravuconadas durante la guerra, cuando iba presumiendo de haber fusilado a centenares de enemigos de la República y se paseó por el Madrid sitiado vestido de mexicano, con dos pistolones, cartucheras en bandolera y sobrero de ala ancha. La tesis de Rivas en los últimos capítulos es que Gálvez sólo fue culpable de bravuconería, pero no de los crímenes que él mismo se achacaba en sus visitas a checas y tabernas.

La forja de un hampón se titula la primera parte de la biografía, que cuenta la fiesta que celebraron en Sevilla los jóvenes poetas ultraístas, en la que Gálvez y Borges trabaron amistad, su paso por la cárcel por delitos de lesa majestad y el periplo europeo en el que fue nombrado "generalísimo del ejército albanés", entre otros detalles de su vida familiar y artística.

La vida de Gálvez, dice Rivas en estas páginas, "no fue sólo un constante deambular entre gente de mal vivir, sino que está plagada de estos, no por breves y episódicos menos intensos, encuentros fugaces y felices con inmortales: Gorky, Apollinaire, Juan Gris o Marinetti".

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