Tras grandes conciertos, recitales y ballets, anoche llegó el turno en el Festival del género más completo, aquel que Wagner definiría como " obra de arte total": la ópera. Ésta vino con una obra de categoría y una compañía de igual categoría: el Orfeo y Eurídice de Gluck según la visión de La Fura dels Baus. Un espectáculo original, arriesgado e innovador que consiguió cautivar al público desde su trágico inicio a su final feliz, arrancando uno de los aplausos más intensos de esta 62º edición del Festival de Música y Danza.
El montaje, llevado a cabo por Carlus Padrissa, sorprendió a todo el mundo con sus músicos en movimiento y su presentación de Orfeo y Eurídice como dos mujeres enamoradas. Si bien el Orfeo de Gluck fue en su tiempo una ópera 'reformista' por su sentido de espectáculo total, que acabó con la tiranía de los gorgoritos y el lucimiento de los cantantes, La Fura dels Baus dio un paso más a la hora de renovar lo innovador, creando un espectáculo 'más total' aún, donde la reclusión al foso de la orquesta se da por terminada, y el amor homosexual entre las protagonistas se toma como algo natural.
Los músicos de la orquesta BandArt, que desecharon esmoquin y pajarita para embutirse en ceñidas mallas, convirtieron el escenario en algo orgánico: salían y entraban de trampillas y se movían por un espacio inusualmente inclinado, interpretando pasajes de memoria, y colocándose aquí o allá formando cuadros escénicos en una estudiada coreografía, pensada en esta ocasión para la orquesta.
La continua proyección de imágenes, tanto en el fondo como en la pantalla inclinada que hacía de suelo, dinamizaron aún más el montaje, llenándolo de vida y de juegos de color y luz. Pese a su sencillez (tres protagonistas, un coro de cámara, un espacio predominantemente diáfano y apenas 40 músicos), el espectáculo resultó grandioso gracias a su dinamismo y sus juegos escénicos. Las proyecciones utilizaron el románico como elemento de referencia para mostrar el Averno, en alusión a una Edad Media donde predominaban irracionalidad y oscuridad bajo un pensamiento único, estableciendo analogías en las imágenes con la exterminación nazi y con la época de crisis actual, donde Padrissa propone buscar la luz a través del arte.
Arte que vino de mano de La Fura dels baus en esta tragedia griega, inspiradora de tantas óperas (incluida la primera de todas, la 'Eurídice' de Peri) modificada por libretistas para que el final acabe entre celebraciones y no entre lágrimas. Con final feliz o no, la historia tiene como eje central el amor profundo entre los dos protagonistas: Orfeo y Eurídice. Un 'los' que en esta ocasión se convirtió en un 'las'. No es la primera vez que el originalmente escrito para castrato papel de Orfeo es interpretado por una mujer, simplemente por una cuestión de tesitura y registro. Sin embargo, la apuesta de Padrissa por no vestir a la mezzosoprano de hombre y dejarle toda su feminidad intacta, hacen de este Orfeo un ejercicio de aceptación del amor entre mujeres. La Fura no hace un canto a lo homosexual ni lleva a cabo un acto reivindicativo. Tan sólo asume lo natural que puede resultar un 'chica quiere a chica' en una historia romántica que, con tantos siglos a sus espaldas, encierra en su interior todos los conflictos y pasiones del ser humano ante el sentimiento más intenso: el amor.
Sentimientos que expresaron de forma magistral las tres principales protagonistas. Ana Ibarta (mezzosoprano) brilló en su papel de Orfeo, logrando con su Ché faró senza Eurídice? (¿Que haré sin Eurídice?) conmover a Cupido, personificación del amor, interpretado por la soprano Marta Ubieta. Maite Arbeloa (también soprano) se encargó de expresar las emociones de Eurídice, muerta y devuelta a la vida gracias a la fuerza del amor de su Orfeo. Las tres cantantes protagonistas se vieron arropadas en todo momento por el coro Intermezzo (titular del Teatro Real de Madrid), que mutaba de campesinos a ninfas o demonios (entre otros) en pocos minutos, transmitiendo con una gran variedad de matices la ira de las Furias o la grandeza de los héroes antiguos.
La historia de Orfeo y Eurídice consiguió conmover al público, que experimentó la intensidad de los sentimientos presentes de esta historia de amor, en la cual Cupido le ofrece a Orfeo la posibilidad de bajar a los infiernos y recuperar a su esposa muerta con la condición de no mirarla, ignorándola durante el trayecto de salida. Promesa que romperá de forma inevitable ante la desesperación de su amada, lo cual provocará la muerte de Eurídice de nuevo. Sin embargo, Cupido se compadecerá del pobre Orfeo cuando este decide suicidarse, reviviendo a su amor y cerrando con este final feliz la obra.
La tristeza inicial, la esperanza, la desesperación, la culpa, y la catarsis final redentora gracias al amor se sumaron anoche al color, la luz y la innovación de la Fura dels Baus en esta producción que sacudió los cimientos del Carlos V con su fuerza y su intensidad, tan potente como el lésbico Amor (con mayúsculas) de Orfeo y Eurídice, y tan transgresora y original como la Fura dels Baus en sí misma.
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