Música

­Un emotivo 'Requiem' para un merecido aniversario

  • La Orquesta Ciudad de Granada y su coro titular agotaron las entradas de su concierto del viernes

­Un emotivo 'Requiem' para un merecido aniversario

­Un emotivo 'Requiem' para un merecido aniversario / R. G. (Granada)

La Orquesta Ciudad de Granada y su coro titular dieron este fin de semana un concierto conmemorativo por el vigésimo aniversario de la fundación del Coro de la OCG. El programa tuvo como obra principal el Requiem en Re menor K. 626 de Wolfgang Amadeus Mozart. A la batuta estuvo Lucas Macías, actual director artístico de nuestra orquesta, quien ha expresado ya en varias ocasiones la buena consideración que coro y orquesta le merecen, y lo bien que se trabaja con ellos por ser formaciones dúctiles, de gran profesionalidad y calidad interpretativa.

Podríamos comenzar esta crítica con las míticas palabras de Carlos Gardel: “Que es un soplo la vida, que veinte años no es nada”. Cuánta sabiduría encerraba aquel tango, pues parece que fue ayer cuando un grupo de ilusionados jóvenes interpretaban junto a la OCG, bajo la dirección del entonces titular Josep Pons, el Magnificat de Johann Sebastian Bach. Fue el primer concierto del Coro de la OCG, una formación que ha mantenido el mismo espíritu y dedicación a la buena música lo largo de dos décadas, en las que su bandera ha sido siempre la búsqueda de la excelencia. Por aquel entonces la primera directora del coro fue Mireia Barrera, una gran profesional que supo afrontar la difícil tarea de crear un coro sinfónico para que acompañara a la OCG en sus conciertos, apostando siempre por la calidad interpretativa y construyendo un sonido propio que se convirtiera en la impronta artística de la formación. A lo largo de estos veinte años se han afrontado los inevitables cambios en su dirección, con profesionales de la talla de Daniel Mestre o Lluis Vilamajò, hasta llegar al actual director Héctor Eliel Márquez.

Aquellos jóvenes hoy son voces adultas, formadas y curtidas en mil conciertos, que han sabido mantener el sustrato sonoro de aquella formación inicial, a la vez que han creado una cantera de voces jóvenes que se han incorporado a la formación y que garantizan su existencia por otros veinte años más, por lo menos. Eso sí, cabe recordar que este tipo de iniciativas solo son posibles si se mantiene el apoyo institucional y la consideración de la cultura como un valor inestimable de la sociedad actual.

El concierto por el 20º aniversario del Coro de la OCG se inició con la interpretación de una obra instrumental: la Sinfonía núm. 39 en Mi bemol mayor K. 543, también de Mozart. La OCG estuvo brillante y precisa bajo la dirección de Lucas Macías, quien articuló cada movimiento con el dinamismo y frescura que lo caracterizan. Esta obra, que forma parte de la última terna sinfónica del autor, es bien conocida por el público, y no dejó indiferente a los asistentes, que recordaron una vez más por qué nuestra orquesta es una de las mejores del panorama nacional.

La segunda obra del programa fue el referido Réquiem en Re menor K. 626, una obra de gran envergadura que invita a una exploración no solo de las notas que vibran en la partitura, sino también de las emociones de los textos, el momento vital de su creación y, en cierta forma, el alma misma del autor y de su tiempo. Compuesto en el último año de vida de Mozart, no solo sería el epílogo de su existencia sino también una carta de amor y despedida de mundo y de la música misma. El Réquiem, inacabado por la muerte del compositor en 1791, se cierne sobre nosotros como un testimonio de la lucha humana contra lo inevitable, una obra que palpita con la urgencia de la despedida y con la solemnidad de estilo del genio del clasicismo.

El Coro de la OCG, magníficamente arropado por la orquesta, regaló al auditorio granadino una versión del Requiem llena de emoción contenida y expresividad. Desde el inicio con el "Requiem aeternam", orquesta y coro mostraron esa dualidad existente entre la luz contra la oscuridad, la vida contra la muerte. La orquesta, magistralmente equilibrada por Macías, dialogaba con las voces en una conversación donde cada nota parecía cargar el peso del destino. Este inicio, que establece el tono de toda la obra, fue solo el prefacio de una magnífica interpretación, en la que el Coro de la OCG dio lo mejor de sí. Cabría destacar el inicio del "Dies Irae", con su dinamismo y fuerza, o el “Confutatis” de intenso dramatismo. Pero fue quizás en el "Lacrimosa", ese triste adagio que Mozart dejó incompleto, donde su alma se reveló en toda su vulnerabilidad. Hay una belleza desgarradora en esta sección, una mezcla de resignación y esperanza, de pérdida y aceptación; es un espejo del propio Mozart, que conmovido afronta su final con un patetismo contenido y un discurso sereno y sencillo, a la vez que enormemente emotivo y evocador.

Junto al Coro de la OCG pudimos disfrutar de un cuarteto de voces solistas de gran solvencia y equilibrio, que no hizo más que elevar la alta calidad de la interpretación de orquesta y coro. La soprano Erika Grimaldi nos reveló su bello y contenido timbre con el verso “Te decet hymnus” del introito. Por su parte, el bajo Insung Sim desplegó su potente y profundo timbre vocal al inicio del verso de la secuencia “Tuba mirum”, uniéndose progresivamente todo el cuarteto solista, que se completaba con las ágiles voces de la mezzosoprano Teresa Iervolino y del tenor Airam Hernández. Este elenco brilló en cada una de las intervenciones que Mozart y Süssmayr (discípulo del autor que completó la obra siguiendo el estilo del maestro) le dedican, destacando el impactante fugado del ofertorio “Domine Jesu Christe” o el delicioso arioso del “Benedictus”.

Granada puede sentirse orgullosa de tener una formación como el Coro de la OCG, que en su trayectoria ha brillado con luz propia y ha cumplimentado en el repertorio coral a la orquesta que le da nombre. Este nutrido conjunto, bajo la siempre precisa dirección de Lucas Macías, resonó con todo su brillo y espíritu contenido en la interpretación de este Requiem para un aniversario, haciendo vibrar el Auditorio Manuel de Falla en una de las ovaciones más largas que haya visto en su historia reciente. En definitiva, el Réquiem de Mozart no es solo una obra maestra del repertorio clásico, sino es un monumento a la humanidad y a su capacidad de crear belleza incluso en los momentos más tristes.

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