Ciencia hoy

Rituales de lahistoria

  • La Universidad de Granada organiza un seminario para estudiar el significado social que ha tenido el consumo de alimentos y bebidas entre nuestros antepasados

Hace 4.000 años, en el poblado del Cerro de la Encina en Monachil, tenían lugar auténticos festines durante los rituales funerarios. Se sacrificaban bóvidos y ovicápridos que eran consumidos acompañados de vajillas cerámicas realizadas específicamente para estos rituales y asociadas no sólo al consumo de alimentos y bebidas sino también de sustancias narcóticas.

El seminario internacional Rituales de comensalidad en la sociedades prehistóricas de Europa y Próximo Oriente ha reunido en Granada a más de sesenta expertos de todo el mundo para analizar el significado social que ha tenido el consumo de alimentos y bebidas a lo largo de la historia. "La comida constituye un medio universal para expresar sociabilidad y hospitalidad. Compartir alimentos es una forma de crear y mantener un sentido de comunión dentro de un determinado grupo social", explica el director del congreso, Gonzalo Aranda.

Las investigaciones arqueológicas sobre el consumo de alimentos en las sociedades del sudeste peninsular en la Prehistoria, sin embargo, desvelan que, en el ejemplo de Monachil, "para los sectores sociales más elevados se reservaban el consumo de carne de bóvido y de vajillas cerámicas exclusivas, frente a lo que sucedía en aquellos grupos sociales que ocupaban la base en la escala social de estas comunidades para los que no se producían cerámicas especiales y la carne consumida era de ovicáprido".

Los alimentos no son sustancias que sirven exclusivamente para nutrirnos, ni la alimentación es un hecho únicamente biológico. Aranda, del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada, cuenta que los grupos sociales de cualquier momento histórico no sólo comen nutrientes que cubren sus necesidades sino comida, "es decir, sustancias seleccionadas, preparadas y organizadas según normas culturales".

Se entiende la alimentación como un fenómeno social y cultural en donde intervienen factores como qué es apto y no para ser consumido y en qué condiciones debe realizarse, cosa que depende "de principios socialmente establecidos e históricamente determinados como tabúes, prescripciones rituales o prohibiciones religiosas".

Uno de los escenarios fundamentales en donde se crean y reproducen las relaciones entre los individuos de una misma comunidad es "en ocasiones especiales como nacimientos, bodas, muertes, ritos de paso, festividades religiosas, cosechas, siembras, cambios de estaciones, etcétera".

Categorías de alimentos como saludables y no saludables, ordinarios y festivos, buenos y malos, femeninos y masculinos, infantiles y adultos, sagrados y profanos, de señores y esclavos o puros e impuros son la base sobre la que se construyen las normas que definen la relación con otras personas, con nosotros mismos y con el entorno.

El congreso ha trazado un recorrido en diferentes lugares de Europa y Próximo Oriente, donde se están desarrollando las principales líneas de investigación sobre el tema, desde las últimas sociedades de cazadores-recolectores hasta las sociedades protourbanas. Una historia de miles de años en donde el consumo de alimentos y bebidas ha ido adquiriendo formas y significados diferentes.

Tiene su correspondencia en los grados de poder. Los alimentos poseen un valor social claramente diferenciado: "la carne de bóvido es consumida sólo en las fiestas rituales de los individuos de mayor posición social, y muy posiblemente, tal y como ocurre en múltiples sociedades etnográficas, estas especies fueron sacrificadas de manera exclusiva para estas ocasiones festivas".

Este consumo diferenciado, subraya Aranda, posee una gran relevancia en la construcción y representación de relaciones sociales asimétricas. "La reciprocidad de las prácticas comensales se traduce en determinadas formas de influencia, prestigio, débitos y obligaciones".

A veces lo relevante no es tanto que se consuman alimentos diferentes sino la forma en que se preparaban y cómo y cuándo se consumían. Según los análisis de paleodietas a partir de estudios de los restos óseos humanos en las necrópolis, había individuos con claras diferencias no tanto en el tipo de alimento consumido, que habitualmente era dieta mixta de carne y vegetales, como en las cantidades ingeridas. Algo directamente conectado con los estados de salud y enfermedades de las sociedades del pasado.

El conocimiento de las formas de vida del pasado posee muchas aplicaciones en el presente, por ejemplo la forma de construcción de la identidad y de sus elementos definitorios, en donde los alimentos juegan un papel básico. "No hay más que ver", explica el arqueólogo, "cómo nuestros supermercados cada vez dedican más espacio a productos alimenticios de otros lugares, la preparación de determinados alimentos sirve para reforzar la identidad nacional, para crear vínculos con los países de origen de las personas y como formas de memoria. También es relevante en aspectos más prácticos como los programas nutricionales que actualmente puedan desarrollarse y que obligatoriamente deben considerar factores sociales, culturales e históricos ya que como queda demostrado el consumo de alimentos es un acto fundamentalmente social".

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