Ros-Marbà y los hermanos Martos triunfan junto a la OCG
Crítica de música cine
La ficha
'Clasicismo vienés y romanticismo parisino' Programa: Franz Joseph Haydn: Concierto para violín y orquesta en Sol mayor Hob. VIIa:4 y Concierto para violonchelo y orquesta en Do mayor Hob. VIIb:1; Georges Bizet, Sinfonía en Do mayor. Orquesta Ciudad de Granada. Solistas: Pablo Martos (violín) y Alberto Martos (violonchelo). Director: Antoni Ros-Marbà. Lugar: Auditorio Manuel de Falla. Fecha: 27 de abril.
La Orquesta Ciudad de Granada rindió homenaje a Antoni Ros-Marbà en su ochenta aniversario. Conocido sobradamente por la OCG y por su público, la presencia de Ros-Marbà en el podio de director constituye la promesa de una buena interpretación, pues su batuta, ágil y conocedora del repertorio, nunca deja indiferente. Nuestra orquesta ha querido de este modo reconocer la carrera de uno de los directores que más veces han sido invitados a dirigirla. Para la ocasión el director catalán interpretó junto a nuestra orquesta un programa a caballo entre el clasicismo y el romanticismo.
La primera parte se consagró por entero a Franz Joseph Haydn, maestro y definidor del estilo clásico, del que se interpretaron dos de sus conciertos. Para ello se contó con la presencia de los hermanos Pablo y Alberto Martos, quienes actuaron como solistas. Primeramente, se escuchó el Concierto para violín núm. 4 de Haydn, que pese a ser el más tardío en su catálogo presenta un lenguaje más antiguo, por lo que se supone una obra de juventud. Dedicado a Luigi Tartini, presenta la estructura tradicional en tres movimientos.
Pablo Martos acometió la interpretación de esta obra con suma maestría, demostrando que nos encontramos ante uno de los solistas más destacados del instrumento de nuestra tierra. Pese a que el concierto no evidencia pasajes virtuosísticos extremos, requiere no obstante una limpieza interpretativa y una delicadeza en su desarrollo melódico que la convierten en una obra de considerable complejidad. Antoni Ros-Marbà equilibró a la perfección los efectivos orquestales, reducidos prácticamente a la cuerda y un bajo continuo de clave, para ofrecer al solista mayor protagonismo. Por su parte, el violinista interpretó la obra con sonoridad y belleza, dibujando cada línea melódica y compensando los pasajes a dobles cuerdas de la partitura. Cabe mencionar la maestría de Pablo Martos en la realización de las dos cadencias contenidas en el concierto, de su propia invención, y muy en el estilo de la época. En agradecimiento a los prolongados aplausos recibidos, Pablo Martos regaló la interpretación de la Sarabanda en Re menor de Johann Sebastian Bach.
Por su parte, Alberto Martos interpretó la parte solista del Concierto para violonchelo y orquesta núm. 1 de Haydn. El violonchelista articuló una versión equilibrada y muy dentro del estilo del autor, construyendo perfectamente el trabajo motívico junto a la orquesta de Ros-Marbà y ofreciendo desde el violonchelo la oportuna réplica. Cabe destacar la delicadeza y expresividad demostradas en todo el concierto, y particularmente en el recogido segundo movimiento, donde la sutileza de sus entradas o la bondad y belleza de la cadencia escrita por el propio intérprete dejaron sobrecogido al público asistente. Fuera de programa, el violonchelista ofreció el Capricho para violonchelo solo de Giuseppe della Maro.
La segunda parte estuvo ocupada por entero por la Sinfonía en Do mayor de George Bizet. Esta obra, injustamente olvidada en su época, evidencia la maestría compositiva de un joven Bizet que articuló este monumento formal y expresivo de la música sinfónica en la Francia de mediados del siglo XIX.
Antoni Ros-Marbà desplegó en la interpretación de esta optimista y alegre sinfonía de Bizet una fuerza interpretativa y una exactitud cristalina muy del espíritu de la partitura, cargada de elevadas concesiones al lirismo más sublime y un virtuosismo contenido entre los numerosos pasajes motívicos de cuerdas y vientos. El director ajustó unos tempi dinámicos, y compensó a la perfección los efectivos tímbricos para diseñar el desarrollo de cada movimiento. Cabría destacar, junto a la precisión y empaste de las cuerdas, el importante trabajo melódico de los vientos, desde el juego motívico de las maderas en el primer movimiento a la exuberancia de las trompas en el último. Merecida mención tiene la parte solista de oboe en el segundo de los movimientos, encargado de interpretar una melodía belcantista a modo de romanza, que puso en atriles Eduardo Martínez.
Junto a una OCG entregada, Antoni Ros-Marbà consiguió la necesaria fusión entre cuerdas, vientos y timbales que demanda la partitura, que fue en esta ocasión casi mágica. El resultado constituyó una noche para el recuerdo, en la que la Orquesta Ciudad de Granada y el numeroso público asistente ofrecieron al director una prolongada ovación en reconocimiento a su magnífica labor.
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