La tele más Real del año
Rumbitas del niño malo
Albert Plà presenta hoy y mañana en el Teatro Alhambra su disco 'La diferencia', el primero con canciones totalmente suyas publicado después de una décadal Albert Plà. Hoy y mañana, en el Teatro Alhambra de la calle Molinos, a las 21:00. 13 euros.
Albert Plà espera en una salita, donde se celebrará una pequeña entrevista a tres bandas. Los fotógrafos, que lo han llevado antes a la calle para fotografiarlo, comentan ya la (silenciosa) jugada. Y es que el cantautor de Sabadell, que se lo pasa como un enano desconcertando, es desde hace años algo parecido al terror de los periodistas. La conversación tarda en arrancar, pero hoy no habrá miradas abismadas ni monosílabos exasperantes.
Músico y actor, o viceversa, el catalán presenta esta noche en el Teatro Central su último disco, La diferencia, editado a finales del año pasado y su primer trabajo con música y textos propios -con canciones totalmente suyas- desde Veintegenarios en Alburquerque, de 1997. "No es por nada especial", dice sobre este paréntesis de más de una década. "No he tenido tiempo. Con Canciones de amor y droga estuvimos dos años de gira, y con El malo de la película, más o menos igual". Antes de una cosa (un homenaje al poeta Pepe Sales) y otra (un espectáculo "multimierda", como dice él, en el que interpretaba al abogado de una megacorporación inmobiliaria encargada de transformar una zona rural en un polígono), Plà publicó en 2002 Anem al llit [Vamos a la cama], un disco de nanas. "Canciones para niños, de esas que salían antes en los casettes", que por lo demás, asegura, es la música que más le gusta y la que suele escuchar.
Desde pequeño también le gusta la rumba, muy importante en su discografía y omnipresente en No sólo de rumba vive el hombre (1992), un álbum pletórico, su trabajo esencial. "No entiendo de rumba, pero soy catalán, y allí hay mucha. Te sale... Aquí en Sevilla también: está Kiko Veneno, que me ha enseñado muchas cosas", afirma el cantautor, que lleva casi la mitad de sus 43 años de gira en gira, y todos los que ha dedicado a la música, el cine, el teatro o la performance envuelto en polémicas por el tono de sus canciones, propensas, además de a una delicadísima ternura casi infantil, a la corrosión, al delirio tóxico y a diversas formas de vandalismo. "Eso depende de la percepción de la gente, y yo con eso no me meto", afirma sobre su fama de provocador. El periodista se acuerda, por ejemplo y por no ir más lejos, de Bona nit, un tema de su último disco en el que se narra una noche de juerga trufada de varios tipos de drogas y que encierra, por otra parte, una sardónica crítica a los chovinismos identitarios. ¿De verdad no hay nada consciente por su parte? "Bueno... Si te subes a un escenario y no provocas algo, ya te puedes ir bajando de él", contesta.
El concierto que se verá hoy será "simple". "Yo solo, con la guitarra y un amplificador así como atómico, y controlando las luces y las bombillas". Las canciones se han rodado en directo en los últimos años, mientras Plà esperaba el "momento oportuno" para meterse en el estudio con músicos conocidos, como Quimi Portet, productor del álbum, o el músico francés Pascal Comelade, encargado de dar "un poco color" al disco y con el que siempre ha sentido "mucha conexión", además de Tino Di Geraldo, Diego Cortés o Judith Farrés.
La diferencia vuelve a ser Albert Plà por los cuatro costados. Rumbas a su manera, letras recitadas o casi lloriqueadas por una voz al borde de quebrarse por exceso o por defecto, viajes lisérgicos y algo disparatados con sabor a ranchera, historias tragicómicas entre lo marciano y lo doméstico. El disco está publicado por El Volcán, un pequeño sello madrileño. "Las discográficas se han ido arruinando y a mí me parece muy bien. Para lo que hacían... Pero yo sigo viendo a la gente que llena los teatros y las salas. Al público se le falta al respeto: la mayoría de los conciertos son barracas de feria; a un grupo le pagan 30.000 euros, pero nadie se preocupa por el sonido, empezando por el grupo que cobra 30.000 euros".
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