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Salvajemente Amateur, la fiesta más loca en Planta Baja

El nombre de Salvajemente Amateur no es casual. Responde milimétricamente al espíritu con el que los músicos que forman parte de esta alocada iniciativa afrontan una cita a la que se entregan con toda su alma, corazón y vida, sin reservas, salvajemente. La idea surgió cuando un puñado de amigos, todos aficionados al rock and roll pero cuyas ocupaciones remuneradas les habían impedido en su día dedicarle a la música de sus amores todo el tiempo y la atención que les hubiera gustado, decidieron buscar un día en el que pudieran juntarse, tanto lo que mantenían su residencia en Granada como los que se habían visto obligados a poner tierra de por medio por su profesión.

Así comenzaron a celebrar, las primeras ediciones durante los días menos señalados del período navideño, que era cuando había hueco en la sala y más amigos podían reunirse, unas noches de rock and roll a las que llamaron Salvajemente Amateur. En ellas se encontraban con las guitarras colgadas o las baquetas en la mano viejos compinches de local de ensayo que por un día cambiaban los informes de la oficina o las clases del instituto donde enseñaban inglés por los instrumentos que les hacían rugir, en promiscua mezcla y sin guión. Aquella primera celebración fue un éxito absoluto con la sala a rebosar y desde entonces vienen repitiendo una vez al año un concierto en el que no hay nombres de relumbrón ni figuras locales ni héroes ni líderes generacionales pero en el que los protagonistas son muchos de los que suelen poblar la parte del público el resto del año.

Y el resultado, según cuentan, no tiene nada que envidiarle a esos otros conciertos comedidamente profesionales.

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