Sergio Caro, suficientemente cerca

El fotógrafo, compañero de viajes del periodista David Beriain en Iraq, Afganistán, Colombia o Venezuela, imparte mañana en el Al Andaluz Photofest una conferencia titulada '24fps'l Mañana impartirá su conferencia en los Condes de Gabia, de 10 a 12 horas.

Autorretrato del fotógrafo ante la atenta mirada de su compañero David Beriain.
Autorretrato del fotógrafo ante la atenta mirada de su compañero David Beriain.
M. De La Corte / Granada

20 de abril 2012 - 05:00

Ni ha leído nunca Territorio comanche ni le interesa formar parte de ninguna "tribu" o entrar en el cliché del periodista de guerra. Sergio Caro cuenta que a los conflictos de Iraq, Afganistán, Colombia o Venezuela ha llegado "por casualidad". Con el periodista David Beriain como compañero, el fotógrafo ha contado historias que tienen mucho de ese reporterismo tradicional del que hablaba Robert Capa: "Si tu foto no es lo suficientemente buena, es que no estás lo suficientemente cerca", decía. Para entender su trabajo hay que ver reportajes como Perdiendo Afganistán, Los guardianes de Chávez, Iraq sin yankis, Baby sicarios, Congo, tierra violada o Fukushima, zona de exclusión, el documental por el que dejó 'plantado' al Photofest el año pasado para grabar las impresionantes escenas que quedaron en Japón tras el paso del tsunami. La desesperación o el miedo que él ha podido vivir en todos ellos "son ridículos comparados con los de las personas que están al otro lado del objetivo".

Ya fuera en sus tiempos como fotógrafo en Efe, Prisa, 40 Magazine, Rolling Stone o El Periódico de Catalunya; o como cámara en trabajos emitidos en ADN.es, Antena 3, Cuatro TV o CNN, Sergio Caro cuenta que para hacer fotos que todo el mundo "entienda y disfrute no hay que ser un especialista en la materia". No importa si es fútbol, una corrida de toros o una guerra. "Saber mucho sobre algo es negativo si no se sabe llevar. Si lo vives con la curiosidad de un ciudadano y le pones cariño y trabajo se pueden hacer muchas cosas". Sólo le interesa contar historias sin prejuicios. Mostrar la guerra o una catástrofe pero también la vida de una enferma de alzheimer o las protestas de los trabajadores de Astilleros en Sevilla.

En algunos casos los medios en los que ha trabajado desde que tenía 20 años le han limitado pero también le han abierto los ojos. "He aprendido y he descubierto mis límites gracias a ellos".

Su experiencia en Japón es sólo un ejemplo de que ahora su único límite es el dinero porque no escatima en tiempo ni en esfuerzo. El fotógrafo recuerda que vivió todo aquello como un sueño: "Sólo pudimos estar cuatro días contando con la ida y vuelta por lo que no dormimos nada para poder conseguir una historia decente. Cuando conseguí dormir ya en España desperté desorientado y con la sensación de haber soñado con Japón". Pero aquello fue una pesadilla muy real: "La primera vez que vi la zona afectada también fue extraño. Todo estaba nevado así que el paisaje era precioso al amanecer, pero poco a poco la nieve se fue derritiendo y el paisaje se volvió macabro. Empezaban a aparecer las estructuras destruidas de las casas, los coches boca abajo y las fotos de boda de las víctimas". Lo más impresionante, sin embargo, "fue ver cómo el pueblo japonés se rehacía de la catástrofe. Todos intentaban esconder sus sentimientos porque allí está mal visto expresarlos en público". Les llamó la atención "el orden en las colas para reabastecerse de alimentos o combustible. Fuimos a ver qué pasaba en una cola de un supermercado y nos contaron que sólo se permitían diez productos por persona. Lo que nos dejó de verdad bloqueados fue ver que entre esos productos eligieran unas flores para celebrar una fiesta tradicional de la zona".

Ese orden y respeto, dice, "da que pensar. En esos momentos parecía útil pero también te llevaba a recordar otros tiempos donde el orden y la obediencia desembocaron en una guerra mundial. Como andaluz, español y desobediente desde chico me afectó mucho todo eso".

Beriain y Caro han llevado al extremo aquella frase de Capa. Para hacer un reportaje de las FARC el periodista pasó diez días con ellos: "Si fuera consciente del peligro sería más fácil de llevar", explica. "En los conflictos que yo he cubierto el peligro no suele estar nada claro, es bastante abstracto y difícil de cuantificar. ¿Cómo valoras un terremoto o un IED, artefacto explosivo improvisado en sus siglas en inglés? El peligro es otro factor más en contra de la historia".

Reconoce que ha habido fotos "prohibidas y censuradas", imposibles "sólo las que pasaron en el tiempo hasta que alguien fabrique la máquina". Cuenta el fotógrafo que hoy en día la censura es diferente: "Ha evolucionado mucho. Si no hay billetes no hay periodismo y ¿de dónde vienen esos fondos? Yo estoy censurado, no tengo presupuesto para hacer periodismo y no soy el único". La salud del periodismo es "lamentable". De hecho, el fotógrafo ha pasado de la casualidad a la necesidad: "Casi siempre he sido freelance y más concretamente he recibido y buscado assignement". En español, bromea, "mendigo y dame algo payo... Para la empresa periodística española está muy mal visto. Si no eres de El País o el ABC... es que nadie te quiere".

Nunca ha sabido lo que quiere pero sí ha tenido "bastante claro lo que no". De nada sirve "decir lo que te apetece hacer si ni siquiera puedes ejercer la profesión. El periodismo es caro y yo hace tiempo que no veo un duro. Vivo de mi novia, que es enfermera, y últimamente sólo busco la manera de sobrevivir". Dice el fotógrafo que así la víctima es el periodismo. Esta profesión "se muere y eso es una catástrofe".

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