Sergio Ramírez | Escritor

"Hay que escribir bajo cualquier circunstancia por negativa que sea"

  • El prolífico autor, Premio Cervantes en 2017, charlará este martes con el poeta Daniel Rodríguez Moya sobre la grave crisis de Nicaragua en la Biblioteca de Andalucía

El escritor Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942) en su visita a Granada.

El escritor Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942) en su visita a Granada. / Carlos Gil

Ávido lector de Chejov, Guy de Maupassant y O. Henry, Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942) tuvo claro desde niño su vocación: quería ser cuentista. El escritor no sólo cultivó su amor por el relato breve. Su visión ácida e incómoda de la realidad se trasladó a novelas, memorias, cuentos, ensayos y columnas de opinión. Su agitada vida política lo apartó momentáneamente de la literatura -su oficio desde hace 60 años-. Participó en la revolución que derrocó al régimen de Somoza en 1979 y fue vicepresidente de Nicaragua durante el primer mandato de Daniel Ortega.

"Nací para escribir. Vivo de esa necesidad y no me imagino fuera de la escritura", afirma Ramírez al otro lado del teléfono. El autor de Castigo divino, Premio Cervantes en 2017, se encuentra de visita en Granada por dos motivos: fue ayer parte del jurado del Premio de Microrrelato IASA Ascensores, que ganó el valenciano Ginés S. Cutillas; y hoy a las 19:00 charlará con el poeta Daniel Rodríguez Moya sobre la grave crisis de Nicaragua en la Biblioteca de Andalucía.

-Está de visita en la ciudad porque forma parte del jurado de un premio de microrrelatos. Su primer libro publicado fue una compilación de cuentos breves. ¿Qué principales atractivos le ve a este género?

-Dentro de la diversidad narrativa, el microrrelato va ganando un espacio muy importante, sobre todo porque vivimos tiempos de velocidad y de brevedad. La comunicación digital y la urgencia del mundo moderno de alguna manera imponen los textos breves. El microrrelato no va a sustituir al relato corto o al cuento, ni mucho menos a la novela, pero si está ocupando ya un espacio notable.

El escritor fue distinguido con el Premio Cervantes en 2017. El escritor fue distinguido con el Premio Cervantes en 2017.

El escritor fue distinguido con el Premio Cervantes en 2017. / Carlos Gil

-El humor es uno de los ingredientes principales de sus relatos. ¿Cómo se entrena la risa en tan poco espacio?

-Es un verdadero desafío. En pocas palabras, 600 o 700, hay que resolver una historia. Se trata de contar una historia. Si es de humor mucho mejor y más difícil. Hay que comprimir un sentimiento o un mensaje narrativo, humorístico o doloroso en tan pocas líneas. Por eso, el microrrelato se vuelve un arte tan particular.

-Recuerdo uno de ellos, titulado El poder, que empezaba así: "No hay poder duradero sobre la tierra. Todo pasa, todo se borra". ¿El poder siempre excluye a las minorías?

-El poder tiende a eso por naturaleza porque es un organismo vivo. Todo poder nace, crece, se deteriora y muere. Algunos no lo quieren entender. Ese aferramiento al poder para siempre, quedarse ahí sentado en la silla de mando, le trae grandes tragedias a los pueblos, pero también grandes temas a la literatura. A mí es algo que siempre me ha fascinado como materia narrativa. El relato que usted me cita lo escribí siendo muy joven, no tenía ni 20 años. En Nicaragua teníamos una dictadura muy larga. Esta es mi reflexión frente al poder. Mi reflexión la he hecho de cara al poder, no al dictador como tal nada más, sino a los efectos que una dictadura tiene sobre los seres humanos. Como los modifica, los cambia, en contra de su propia voluntad muchas veces.

-Ida Vitale me dijo en una entrevista que "una dictadura frena la vida del ser humano en cualquier país del mundo".

-Así es. La dictadura es una anomalía. Los pueblos tienen que padecerla a veces por muchos años. Terminan cayendo siempre las tiranías, pero mientras tanto la cama del sufrimiento es muy larga.

-Asesinatos, represión, cargas policiales, presos políticos. ¿Le duele lo que está ocurriendo en su país después de haber luchado contra la dictadura de Somoza?

-Muchísimo. Es un dolor muy profundo ver como un sueño como el que vivimos entonces, de redención, de cambio para Nicaragua, se transformó en una pesadilla verdadera. Se transformó en algo inenarrable, lleno de violencia, represión e injusticia. No es eso por lo que los jóvenes de aquella generación lucharon, pero también sabemos que tendrá su buen despertar. De eso no me cabe ninguna duda.

-¿No cree que la crisis en Nicaragua va a derivar en otra dictadura?

-En la historia de Nicaragua, la tiranía ha terminado siendo derrocada por la lucha armada. Siempre hay alguien que está a la cabeza de quienes empuñan las armas y esa persona a su vez, desgraciadamente, se vuelve a convertir en otro caudillo. La manera de resolverlo es como el pueblo está buscando la manera de solucionar este problema, que es por la vía pacífica. Un cambio por la vía pacífica, un cambio democrático, es lo que nos funcionaría como resultado de la democracia que tanto hemos buscado. Ojalá. Me parece que más derramamiento de sangre del que ha tenido que ofrendar el pueblo de Nicaragua a lo largo de su historia debe tener ya un final.

-¿Cómo afecta esto a su escritura?

-En primer lugar, perturba el hecho de escribir. Uno quisiera escribir en un ambiente menos irritante. Sin embargo, hay que estar poniendo el oído en lo que está ocurriendo. Muchas veces no se puede seguir escribiendo porque el ruido es mayor. Uno no puede cerrar los oídos, ni dejar de ver lo que está pasando. La escritura debe sobrevivir en cualquier circunstancia. Uno no puede decir: “Como la calle me llama yo ya no puede escribir más”. Hay que escribir bajo cualquier circunstancia por negativa que sea.

-¿Un buen escritor necesariamente tiene que ser comprometido con su tiempo, con las injusticias de su pueblo?

-Yo soy esa clase de escritor. Me siento comprometido con mi tiempo. No necesariamente de la buena literatura depende de eso. Hay muy buenos escritores que pueden no sentir ese tipo de compromiso con su tiempo y escribir bien. Es algo que no hace depender la buena literatura del compromiso.

-Los populismos y los oligarcas megalómanos se ceban con América Latina. ¿Por qué?

-Está ocurriendo en todo el mundo. A mí me recuerda mucho la época de los 60, que fue la época de mi generación. La década de los 60 fue una época de gran rebeldía y de grandes protestas. Fue la época de la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, de las descolonización en Argelia y otros países de África donde se luchaba por la independencia. Esto dio como resultado un gran germen de rebeldía que se expresó en las calles. Fue una rebeldía contra los sistemas académicos ya obsoletos que dio lugar a la primavera de París. Luego el mayo del 68 se reprodujo en México con mucha más violencia y muchos muertos. El reclamo de los jóvenes por un cambio de orden político y social. Esto reflejaba a toda América Latina. Digo esto porque la situación actual me parece bastante parecida. La gente está saliendo a las calles para expresar una enorme inconformidad con el sistema. Parecía que el sistema no tenía reparos como en Chile. Se hablaba de un Chile próspero, feliz. Y sin embargo estaba el germen de la inconformidad. [Álvaro] Uribe es otro caso distinto. Todo explota por un fraude electoral. El caso de Nicaragua tiene otras raíces: el intento de repetición de una dictadura. Mira lo que está pasando en Venezuela donde ha costado tanto sufrimiento este deterioro absoluto. Es una verdadera catástrofe humanitaria lo que pasa en Venezuela.

-¿Condena lo ocurrido en Bolivia?

-Estoy enterado. La caída de Morales se debió a la represión del sistema electoral, a la falta de libertad electoral. Pero tampoco debemos aceptar la represión sin salida. Debería haber formas civilizadas de resolverlo. En este momento deberían optar por elecciones libres y que sea la gente la que decida quien va a gobernar el país. Sería una tragedia que después de la caída de Morales venga un gobierno de hecho, una dictadura militar, que se prolongue y no de una salida democrática.

-La inestabilidad y la precariedad laboral reinan en este convulso siglo XXI. ¿Cómo anima a los jóvenes a escribir?

-Ese es el material de la escritura. El material de la escritura son los grandes desajustes, las grandes anormalidades. Viendo la realidad como ciudadanos uno quisiera que estas situaciones no se dieran. Viéndolo como escritor ahí está el material de la escritura y no puede dejar de reflejarse. 

-Regresó al género negro en 2017 con Ya nadie llora por mí. ¿La corrupción y la sin razón del género humano es una fuente de inspiración ilimitada?

-Sí. Uno tiende a reflejar lo que ve a su alrededor y llevarlo al campo de la imaginación. Esa es una forma de escritura. Que es lo que yo intento en esa novela y quiero intentar con la siguiente, que tendría que ver con la situación presente de Nicaragua.

-Conceptos como la memoria o la historia son claves en su obra. ¿Cómo de importante es recordar nuestra historia pasada?

-Si no se recuerda la historia tiende a repetirse. Cuando la historia va por malos caminos se tiende por andar por esos malos caminos. Por eso la literatura es una buena manera de expresar la memoria y de leer la historia. A través de la ficción se puede hacer una buena lectura de la historia.

Otro retrato del autor nicaragüense. Otro retrato del autor nicaragüense.

Otro retrato del autor nicaragüense. / Carlos Gil

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