Serrat, entre Machado y Miguel Gila
El cantante llena el Palacio de Congresos con un concierto intimista repleto de monólogos y buen humor
Decía Morente que cada vez se parece más cantando a su perro. Serrat por su parte, lleva años 'balando' sus baladas, tirando al monte. Y birlando el corazón con cita previa. Ayer estuvo de nuevo en el Palacio de Congresos con su gira 100 x 100 y consiguió otro lleno en tiempos de crisis, demostrando que las carteras también tienen sensibilidad. El paso del tiempo ha despejado su frente, pero no el patio de butacas.
El ingeniero agrónomo y ahora viticultor tiene una cosecha de canciones que siguen dando fruto. Esconden el hueso de cereza de la duda, la cáscara de los recuerdos, la pulpa del gozo. El concierto sólo podía comenzar con Cantares, ahora que se cumplen 70 años de la muerte de Antonio Machado en Colliure. Sonó el piano de Ricard Miralles, el único acompañamiento de Serrat -amén de su guitarra-, y la primera ovación la compartió el Noi del Poble Sec con el autor de Campos de Castilla. Y comenzó el primero de sus monólogos, este sentimental; el resto para ponerlo como asignatura obligatoria a los aprendices de El club de la comedia. Habló del río de Heráclito, en el que es imposible bañarse dos veces. "Tratamos de rescatar un río que ya no es, una persona que ya no es. Así es cuando uno vuelve a una ciudad a compartir el pan y el vino y lo que te ofrezca la vida para compartir. Gracias por estar aquí", dijo como preámbulo el catalán para cantar De vez en cuando la vida.
Serrat, como su música, ha abandonado las modas y cantó en Granada con pantalón vaquero y camisa, haciendo honor a la fama de tipo sencillo que le precede. Nada que ver con el atuendo de la portada de Mediterráneo -que cantó irremediablemente mediado el concierto-, donde aparece con una camiseta ceñida que aún podría lucirse en alguna de las discotecas de la periferia, al estilo del Neng de Castefa. El típico que vuelve locas a las novias de sus amigos, pero que nunca los traicionará. De hecho, sigue volviendo locas a las mujeres de muchos de los que ayer llenaron el Palacio y recaudó el "guapo" de rigor en el patio de butacas. Serrat, que cambia su repertorio de arriba abajo en cada actuación, es como el escritor que, en una firma de libros atestada de gente, tiene tranquilidad y oficio para dedicar cada ejemplar con el nombre del admirador. Lo demostró en el largo monólogo previo a Nascut dona, una canción feminista pese a que, antes, dijese que hay mujeres malas y buenas, "que también las hay". Con el público ya comiendo de su mano, recordó que su madre estaba convencida de que iba a ser niña, "un arcángel bromista", justificó. "Cuando nací, mi madre, parece que la estoy viendo, me echó una mirada de odio... La primera impresión que me llevé fue jodida. Joder, si mi madre me trataba así, como serían los demás". Serrat transfigurado en Gila.
Lo único predecible del concierto era que, tras el concierto, Serrat preguntaría por el resultado del Barcelona-Sevilla que se disputaba a la misma hora del concierto. Antes preguntó al público qué canciones querían oír como despedida. Y claro, aunque ya la noche estaba entrada, tiró por Hoy puede ser gran día, en la apología del 'buen rollo'. El contrapunto de La saeta, también en la recta final.
Sí cantó Para la libertad: "Porque soy como el árbol talado, que retoño y aún tengo la vida". Una letra que, aunque escrita muchas décadas antes de superar un cruel cáncer, le va ahora a su media melena. Aunque él prefiere tirar de ironía y decir que antes se reunía con los amigos para hablar de sus últimas conquistas y ahora para hablar de sus últimos achaques. Casi como en Muñeca rusa, una de las canciones menos conocidas del repertorio de ayer: "A mí me basta con ser para ella la misma cosa que siempre fui: el viejo osito de felpa que abraza para dormir". Y el verso, cantado con su voz trémula, sonó irónico y sincero, una vez más. Los fantasmas del Roxy, Para la libertad, Romance de Curro el Palmo o Esos locos bajitos, en cambio, no supusieron una novedad a ningún espectador . Como No hago otra cosa que pensar en tí, canción que le afanó Joaquín Sabina en Dos pájaros de un tiro en la que Serrat confesaba haber dejado las drogas y el tabaco.Un concierto como para ponerle una calle al artista catalán. Pero llegan tarde; Belicena ya cuenta desde años con la calle Joan Manuel Serrat.
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